Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Los condenados de la tierra

Que mejor cronista que Elena Poniatowska que ha vivido tantos movimientos sociales, huelgas, manifestaciones, terremotos y cambios de gobierno desde que empezó a escribir en 1954. Elena, fue mi maestra en el taller de Alicia Trueba en 1980 y hasta hoy, continua siendo para mí, un ejemplo de valentía y congruencia. De allí que al descubrir una entrevista publicada en el diario El País, realizada por su director adjunto, Juan Cruz, la devorara de inmediato para ver a través de los ojos de Poniatowska cómo percibía lo que estamos padeciendo los mexicanos en estos momentos.

Dice la autora de “La noche de Tlaltelolco” (1971) que “la sana distancia la guardan los privilegiados, pero no la gente que tiene una economía muy pobre”. Es cierto. No hay nada que me frustre y me entristezca más que ver en los noticiarios de la televisión, los mercados, el metro o manifestaciones de más de mil personas sin cubre boca y sin guardar, en lo más mínimo, la sana distancia. A muchos de ellos, que se ven obligados a salir para trabajar, de lo contrario no comerían, cuando alguno de los reporteros, les pregunta, ¿por qué no lleva el cubre bocas? Dicen con una sinceridad apabullante: “Yo no creo nada de lo del coronavirus. Son puros inventos…” Es verdad, como le dijo Elena a Cruz, que en muchas colonias populares no hay agua. ¿Cómo lavarse entonces las manos? Ante tanta miseria, ¿será mejor, entonces, negar la realidad y afirmar que no existe el coronavirus? De lo contrario, sería demasiado frustrante y provocaría el doble de enojo.

Dice Elena, que seguramente, para aquellos que se quedaron sin empleo y que muy pobremente viven al día, será muy difícil remontar la cuesta. Para millones de mexicanos, “aplanar la curva” en lo que se refiere a la pandemia, imagino, no lo alcanzan de entender del todo. ¿La curva del hambre, la curva del desempleo, o la curva de la miseria? ¿De qué curva hablarán los especialistas? ¿Cómo aplanarla por completo para acabar una vez por todas, de tanto encierro y reglas?

En la entrevista, Elena, le narra al escritor español, Juan Cruz, de qué manera a sus 84 años, le está afectando a ella, esta crisis. Y como ya es costumbre, la escritora mexicana premio Cervantes, contesta con absoluta sinceridad.

– A mí me está doliendo muchísimo porque amo a mi país y desde siempre me he ocupado de la gente, de los ancianos, y yo misma tengo 88 años. Me afecta bárbaramente en lo personal, pero también pienso que estoy en una situación privilegiada porque hago lo que siempre he hecho, desde hace miles de años: escribir en casa. Antes frente a una máquina de escribir y ahora frente a una computadora. La situación de los escritores en México es de absoluto privilegio. Tampoco nos importa el aislamiento, porque podemos estar en nuestras casas: alguna persona nos hace la compra, limpia la casa… Todo eso en cierta manera nos salva. En los países de América Latina siempre vivimos a costa de otros y son esos otros quienes al final pagan las consecuencias de una pandemia como el coronavirus”.

Desde que conozco a Elena Poniatowska, la he visto sufrir por los demás. Así la vi sufrir con sus entrevistas a las víctimas del temblor de 1985, recopiladas en su libro “Nada, nadie, las voces del temblor” (1988). Así la vi sufrir, cuando murió Jesusa Palancares, su heroína más entrañable de “Hasta no verte Jesús mío” (1969). ¿Cómo sufrió mientras describía el dolor de Gaby Brimmer (1979)? La vi sufrir, ante el padecimiento y muerte de su madre que adoraba. Lo mismo sufría, como una viuda, con la desaparición de su amigo de toda la vida, Carlos Monsivaís.

Cuando Cruz le pregunta a Elena, ¿cómo contempla la metáfora: “toda la humanidad sufre el mismo mal? Ella, le contesta que esto que nos toca, es lo que toca a las masas (de pobres), “los condenados de la tierra” de los que escribía Frantz Fanon. “Él decía que había pueblos llamados a desaparecer cuando llega una ola y se lo lleva todo…”

Cuando terminé de leer la entrevista, tuve una sensación de orfandad. Sabía que si corría, virtualmente, a la casa de Elena, ambas nos consolaríamos porque en México, “es un país difícil en el que ocurren cosas terroríficas”.

Hey you,
¿nos brindas un café?