Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Los chivos expiatorios

El Chivo expiatorio es un fenómeno universal que trasciende culturas, es inherente a los sistemas sociales y funciona en la familia, la escuela, el trabajo y a nivel gobierno. Tiene sus orígenes en la práctica ritual de los antiguos judíos. El chivo, el macho cabrío era el animal que el sumo sacerdote sacrificaba por los pecados de los israelitas, el día de la Expiación (purificación de las culpas por medio de un sacrificio). El día destinado para tal fin, el sacerdote colocaba las manos sobre la cabeza del animal elegido y los habitantes salían a las calles gritando sus pecados y sus culpas. Al término del ritual lo alejaban al desierto hasta que desaparecía con esa carga y todos sentían un gran alivio. De esta práctica judía surge Jesucristo como chivo expiatorio.

Es tanta la tensión que generan ciertos asuntos que, a manera de descarga, en la confusión colectiva, se señala a alguien en particular y se le declara culpable antes de que pueda defenderse. Dice el dicho “mata más la duda que él desengaño”.

Los ejemplos son interminables: Judas; Hitler contra los judíos; Bush contra los Iraquíes; los norteamericanos contra los inmigrantes; los mexicanos a quienes nos “robaron” el territorio; Fidel Castro y actualmente Maduro a los gringos y los norteamericanos a México por vender drogas mientras ellos las siguen consumiendo tan campantes.

Al terminar el mandato se culpa al Presidente de todos los males que le ocurren al país. Todos los sistemas necesitan a un chivo expiatorio, a una oveja negra para mantener la homeostasis. La lucha de poder parece una necesidad, de manera que, ante cualquier problema, se hacen juicios en los que se juzga y se condena sin permitir la defensa del acusado. Los mecanismos de defensa desvían el conflicto proyectándolo en otro, de inmediato se identifica al culpable y, así las cosas, resulta un alivio haberse liberado de toda responsabilidad.

El señalamiento del futbolista Rafa Márquez y del cantante de banda Julión y la consecuente imposición de sanciones ha tenido un fuerte impacto en el imaginario colectivo. Ambos personajes han sido acusados por autoridades de Estados Unidos de prestarse a operaciones empresariales con un capo virtualmente desconocido y un cartel asociado al de Sinaloa y al de Jalisco. Al futbolista le sacaron tarjeta roja y le congelaron todas sus cuentas quedando afectada la fundación de niños en donde dicen que recibía donativos. Todos sabemos que hay muchos lavadores más, incluyendo a los políticos, pero, como dice el dicho “o todos coludos o todos rabones”. Pero qué casualidad, cuando México se alista para renegociar el Tratado de libre Comercio de América del Norte, el Presidente Trump, en su ignorancia, dice que solo beneficia a nuestro país.

Los señalamientos no son cualquier cosa como lo declara Julión quien, en su nerviosismo, habla de envidias y justo después de que el Presidente Peña Nieto lo declarara un ejemplo para la juventud.

Las investigaciones vienen del Departamento del Tesoro, del Fiscal General, de la CIA, del FBI y del titular de la DEA. Les aplicaron el más duro de los juicios, la ley Kingpin, (diseñada en 1995 contra el Cartel de Cali).

El gobierno estadounidense aplica sanciones a los narcos extranjeros importantes y a las organizaciones, congela sus bienes y castiga a cualquier empresa que tenga vínculos con ellos.

Los gringos quieren tapar el sol con un dedo ante el gran problema que tienen de adicciones y los millones de dólares que el negocio genera.

¿Acaso alguna vez se ha visto una indagatoria del Gobierno mexicano en territorio estadounidense, o han exhibido a los capos que distribuyen la droga? Las prohibiciones jamás terminan con la ley de la oferta y la demanda.

El buen juez por su casa empieza. Ya basta de estrategias que no funcionan, la guerra contra las drogas nos dejó a miles de fallecidos y de familias en duelo. Como dijo sabiamente Gandhi “antes de juzgar a tu vecino da dos vueltas por tu casa”.

Hey you,
¿nos brindas un café?