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Los caprichos de los presidentes

Casi todos sabemos que el presidente Trump es una persona tóxica para nuestro país, México. El tono de confrontación no cambia, casi todos los días, desde muy temprano, lanza misiles, a través de Twitter, contra los mexicanos, los migrantes y los chinos, señalados como chivos expiatorios de los problemas de su país. Cuando los líderes demagogos no tienen autoridad hablan desde la pasión y utilizan el poder del cargo, es decir: el castigo, el temor, la manipulación, el chantaje. A partir de su campaña electoral, Trump puso a México como el tiro al blanco de sus ataques. Construir un muro en la frontera ha sido la obsesión del Jefe de Estado norteamericano y, si bien no ha logrado su objetivo tal como hubiera querido, tampoco ha desistido. Ahora está de nuevo en campaña para ser reelecto, sus fanáticos le aplauden cualquier incoherencia y, a falta de argumentos mejores, ofrece el de defender al país, mejorar su economía y evitar que les sigan vendiendo drogas a sus inocentes adictos. También obliga a muchas empresas a volver a producir con manos de obra local dejando los países en los cuales se habían asentado en busca de mejores condiciones. Sin embargo lo que parece no entender es que muchos empleos se han perdido no por la delocalización sino por la automatización de las empresas. Hace unos días amenazó con imponer aranceles progresivos a las exportaciones mexicanas si ese gobierno no detiene la migración ilegal. La verdad es que los consumidores de Estados Unidos se benefician de los precios más bajos que tienen los productos y alimentos gracias a la ventaja que ofrece el costo inferior de la mano de obra de nuestro país. Paralelamente en México crece la incertidumbre, no hay confianza para las inversiones y el temor de la recesión eleva la temperatura.

La economía en México está estancada, el avión no despega desde que nuestro populista presidente suspendió el aeropuerto.

Trump declara la guerra, amedrenta las inversiones y el presidente López Obrador saca su banderita de paz y responde con mensajes como: “El gobierno de México es amigo del gobierno de EUA». «El presidente de México quiere seguir siendo amigo del presidente Trump». «Los mexicanos somos amigos del pueblo estadounidense». «Juremos que nada ni nadie separe nuestra bonita y sagrada amistad”. Cuando el ex presidente Peña Nieto invitó a México a Trump, quien estaba en campaña electoral, las criticas fueron durísimas. ¿Cómo se le ocurre a López Obrador decir que el güero es su amigo?».

Resistencia pasiva es la técnica del presidente López Obrador. Utiliza el mecanismo de la negación, del “aquí no pasa nada” siguiendo el dicho de la cultura popular: “si no puedes con el enemigo únete a él, ¡déjaselo a Dios!”. La «Resistencia pasiva” tiene fundamentos religiosos. La utilizó Gandhi, con sus huelgas de hambre. En el proceso de liberación de la India fueron aplicados métodos de lucha no violenta: huelgas, boicot, manifestaciones y sabotajes. Ya hemos visto al presidente López Obrador en su larga carrera a la presidencia usar igualmente huelgas y manifestaciones. Por un capricho inició la construcción de la refinería en su tierra natal Tabasco a pesar de los estudios presentados por especialistas, advirtiendo que el costo beneficio no sería conveniente.

En México los problemas siguen y se agravan. Las largas filas de personas solicitando trabajo muestran la falta de empleo. Tras cada ocurrencia vemos los efectos en la bolsa de valores y en la paridad del peso. Por fin, el rey Trump, dio marcha atrás en los aranceles, después de obtener varios compromisos por parte de México.

Faltan más contrapesos en Estados Unidos así como en nuestro país. No hay que olvidar que, cuando hablamos de poder, lo primero que nos viene a la mente es el que tiene el líder político, pero hay un poder que rebasa el militar y el económico. Es el poder de la presión social. Unidos podemos ser el contrapeso a tanta incongruencia.

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