Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Los apegos en las tragedias

Las tragedias que afectaron a México en el mes de septiembre nos invitan a tomar consciencia de la vulnerabilidad a la que estamos expuestos ante los desastres de la naturaleza: huracanes, tormentas tropicales, terremotos, erupciones de volcanes. De pronto por algunas de estas tragedias, los objetos materiales acumulados durante años desaparecen, lo único importante es salvar la vida.

En los tiempos modernos perdimos el contacto con las fuentes internas de dicha. Inmersos en el materialismo aprendemos que la felicidad se origina fuera de nosotros, por lo que la experiencia de felicidad externa la buscamos afanosamente en los objetos materiales. Influenciados por la cultura del hedonismo, permisividad y consumismo, no solo se gasta lo que remunera el trabajo, sino que entre más se gana más se consume. Vivimos una paradoja, casi todo es desechable: la industria electrónica se ha hecho millonaria, muy pronto los aparatos se vuelven obsoletos, así como los automóviles, hasta las relaciones. Por otro lado nos apegamos a los objetos significativos, esos que tienen otro valor distinto al meramente comercial: el anillo de compromiso, los aretes de la abuela, el jarrón chino herencia de la tía, las cartas de amor y las fotos de familia con los seres queridos que ya fallecieron, la vajilla, los cubiertos, el vestido de novia, el primer zapatito del bebé, hasta un mechoncito de cabello, en fin, cada familia atesora sus valores. Los compulsivos, coleccionan objetos: cucharitas, plumas, monedas, timbres, tazas, discos de acetato, libros, hasta tarjetas de crédito.

Octavio Paz, amaba su colección de libros, se deprimió tanto cuando se quemó su biblioteca que se enfermó y falleció tiempo después. El apego es el vínculo obsesivo a un objeto, idea o persona; se basa en cuatro creencias: es permanente, te hace feliz, da seguridad y sentido a la vida. Por más que mentalicemos, no estamos preparados para las pérdidas, cuando desaparece el objeto particularmente importante para nosotros, el dolor es muy grande y se vive un proceso de duelo similar al que tenemos cuando perdemos a un ser querido.

Las crisis muestran lo superfluo de las necesidades que nos ha creado la sociedad de consumo, sin que sean necesidades básicas. Las crisis nos enfrentan al dolor de la pérdida, a un cambio de valores, nos obligan a desprendernos de los apegos y a encontrarle un nuevo sentido a la vida. Los invito a realizar un ejercicio de reflexión. Te salvaste del terremoto, el edificio donde vivías está a punto de colapsar, tienes 5 minutos para sacar un objeto de lo que queda de tu vivienda. ¿Qué sacarías? Vi a una abuela que perdió a su familia, abrazar un jarrón, lo único que pudo recuperar, a un señor cargar un escritorio, argumentando que lo acababa de comprar.

El proceso de duelo es doloroso, lleva tiempo y pasa por varias fases de acuerdo a cada persona: impacto, ansiedad, miedo, coraje, tristeza, depresión.

Una característica de los mexicanos es que somos muy resilientes, tenemos un gran poder de adaptarnos a las pérdidas, pero, los afectados necesitan nuestra solidaridad. Todos necesitamos aprender de las crisis, darnos cuenta que lo más valioso se lleva en el corazón y en la memoria y como dice una ley de la física: “El cambio no es permanente y todo sistema para ser válido y existir de forma regular debe transformarse y avanzar con el tiempo y las dinámicas sociales, físicas y naturales”.

Hey you,
¿nos brindas un café?