Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Óscar Santos Payán

Los 15 años de Fashion Art Institute con Manuel Fernández

Es un regalo poder entrevistar a Manuel Fernández, diseñador español con una trayectoria excepcional y creador de Fashion Art, uno de los proyectos más fantásticos de los últimos años que consiste en unir el diseño y el arte en una colección de trajes lienzo, un nuevo soporte y un nuevo lenguaje.

Me recibe en su casa. Un lugar de increíble energía y mucha belleza. Nos tuteamos y hablamos de temas comunes y a duras penas contengo mi ansiedad por empezar la entrevista. Siempre llevo preparada una batería importante de preguntas porque hay entrevistados a los que les cuesta abrirse, hablar. No es el caso de Manuel. En la primera cuestión que le planteo ya parece cómodo, disfrutando, con esa luz infantil en los ojos que en la adultez terminamos perdiendo pero que en él parece haberse hecho eterna. Hilvana respuestas sin necesidad de preguntas y sonríe siempre, cercano, disfrutando al hablar de su trabajo.

 

¿Cuándo sentiste la necesidad de crear por primera vez?

A los catorce años más o menos.

 

¿Qué sientes? ¿Qué pasa a esa edad para que tú decidas dedicarte a esto?

La moda te atrapa. Lo he vivido de cerca, porque veía trabajar a mi madre que era modista. Eso influyó mucho. Siempre a su lado viendo cómo cosía los trajes. El resto de mis hermanos pasaba. Digamos que hay algo que te atrae, no sabes lo que es, pero te atrae. Por otra parte siempre he sido presumido y si mi madre llevaba puesto algo que no me gustaba me ponía a llorar y la hacía cambiarse de ropa.

 

¿Te gustaba ser distinto?

Realmente no. Era como un interés especial por la moda. Es verdad que con catorce años ya quieres llevar algo distinto a los demás. Siempre he indagado e intentado desmarcarme. A esa edad, además, mi madre decidió montar una tienda y me llevaba con ella para comprar porque veía que yo tenía mucho interés.

 

Entonces estaba clara tu precocidad.

Íbamos desde Benidorm a las ferias de Barcelona. Yo le hacía los pedidos y elegía la ropa. Estaba siempre deseando que llegasen las ferias para ir con ella, soñaba con eso. Cuando la tienda se hizo más grande y empezamos a comprar con más calidad llegamos a  los desfiles de los diseñadores y me di cuenta de que yo quería estar ahí arriba, en la pasarela y salir a saludar como ellos, estar con las modelos…

 

Imagino que hay un momento en el cual tomas la decisión de dedicarte profesionalmente.

A los dieciocho años comuniqué a la familia que quería ser diseñador. Entonces mi madre me dijo que tenía que acabar mis estudios y una vez terminados podía ir a Barcelona a estudiar diseño de moda. Al mismo tiempo me hizo una de las mejores recomendaciones de mi vida porque me pidió que empezara a estudiar patronaje, para que de esa forma entendiera todo el proceso. Le hice caso y me matriculé en  una escuela. Fue una buena decisión.  Puedes dibujar mejor o peor pero  creo que en nuestra disciplina el talento y la creatividad necesitan el respaldo de una base industrial, de un conocimiento profundo para poder alimentar estas aptitudes todo lo posible.

A los veinte años  empecé a buscarme la vida. Mi madre me ofreció irme a Benidorm porque había abierto más tiendas pero le dije que no. Me quedé en Barcelona. Luego hice el servicio militar en Madrid, que entonces era obligatorio, y trabajé para una empresa grande donde viví la realidad de la moda, el día a día , la venta… Diseñaba y visitaba las tiendas. Era demasiado. Además mi estancia coincidió con la movida madrileña y como era muy joven me dio un poco de miedo así que regresé a Barcelona.

 

Y en Barcelona volviste a empezar.

Trabajé para un mayorista de los que más vendían. Entonces se llamaba pronto moda. Era crear de verano para el mismo verano y no con seis meses de antelación. También aprendí mucho.

 

¿Y estuviste mucho tiempo?

Creo que al año de estar allí las dos mejores clientas que tenía el mayorista me captaron y se asociaron conmigo. Montamos tres tiendas y empezó la aventura real.

 

¿Ahí nació Manuel Fernández Diseñador?

Desde ese momento y sin parar. Mi obsesión, cuando empezamos con cuatro pesetas, era crecer y desfilar en Gaudí, tener mi primer sueño cumplido. Lo conseguí al año siguiente, en 1985, de forma colectiva, junto a otros diseñadores como Josep Font.  Cuatro años desarrollando colecciones de mujer y hombres con más de cincuenta puntos de venta. Era una barbaridad en aquella época. Con la crisis de 1992 decido ir a Madrid y montar un negocio al que llamé “El gabinete de la Moda”. Hacíamos el vestuario para las actrices del cine, el teatro, la televisión… Un taller muy potente que hacía ropa a medida. No era alta costura porque se utilizaban máquinas, pero era un trabajo muy personal con nuestros clientes. Hacíamos desfiles. Fue una época muy divertida.

En el 2000 ese modelo de negocio dejó de funcionar así que volví a mis raíces. Por una serie de casualidades terminé desfilando en Punta del Este y un diseñador americano, que se quedó encantado con mi trabajo, me dijo que tenía que desfilar en Nueva York. Nos dio los contactos  para probar suerte y me eligieron en la primera edición en la que presenté el proyecto. Mi vida cambia cada diez años, cambios muy radicales.

Es mucha valentía ¿No?

Ganas de superación. Hay que abrirse al exterior. Buscar otra forma de vivir y trabajar. Cambian las necesidades, la manera de enfocar las cosas. A veces somos un poco inconscientes al tomar decisiones pero todo sirve para algo. En esta vida todo tiene un porqué.

 

¿Es ahí donde nace Fashion Art?

Lo comencé como un juego en 1998. Nace de forma casual. Después de un desfile que hice en el Círculo de Bellas Artes, en la fiesta que celebré en mi casa, le pedí al pintor  Juanjo Castillo que me pintara un vestido de novia que había diseñado y que no me gustaba. Empezamos a desvariar y al día siguiente me planteé que por qué no cinco o seis vestidos. En principio pensé que era una buena idea para el cierre de los desfiles. Poco a poco empecé a contactar con artistas reconocidos.

 

¿Fue difícil que aceptaran?

Ayudaron mucho las referencias que tenían de mí y el haber desfilado en Nueva York. También me daba mucha seguridad poder contar con Manolo Valdés que llegó  de la mano de Ainoa Arteta. Se abrieron más puertas y se sumaron otros grandes artistas. Casi todos me dijeron y me dicen que sí a este proyecto.

 

¿Ha cambiado en algo en todos estos años?

El proyecto está intacto y el concepto es el mismo. Han cambiado las formas de presentación. Ahora tiene más consistencia. Siempre evolucionando, sin detenernos, trabajando con I + D,  haciendo que las exposiciones sean interactivas, que el público participe. Es un proyecto que tiene quince años y eso da seguridad.

 

¿Otra forma es la colaboración con universidades?

Ahora la fórmula es esa. El próximo proyecto es  en Zimbabwe. Es un trabajo fantástico,  contactar con las escuelas de artes plásticas, crear los maniquís… La variedad cultural nos enriquece. En eso estamos, pensando en las escuelas de moda y confección y también  preparando el viaje a  Cuba  para entrevistarme con las universidades. Es un proyecto más completo. Te obliga a buscar soluciones. Ahora soy mas pragmático. Me digo que lo que tenemos es esto y me pregunto qué podemos hacer con ello sin bajar el listón.

 

Siempre estás buscando la belleza a través de otro lenguaje ¿Encuentras en estos países otras naturalezas de distintos colores?

Y una ilusión distinta. Es una oportunidad única para conocer su trabajo a través del Fashion Art Institute y creo que es muy importante. Estoy llegando a acuerdos con galerías para que artistas de estos países puedan exponer allí. Ellos lo hacen en sus ciudades en comunas y conviven en una delicada armonía artística. Me sorprendió muchísimo la calidad de sus obras.

 

¿Cuál es tu proceso de creación? ¿Cuál es el germen?

Llevo muchos años sin investigar porque estoy metido de lleno en Fashion Art. Utilizo algodones, telas con las cuales los artistas se sientan cómodos. Donde su arte no se ensucie. Empezar desde cero en blanco o crudo. Sin colores, sin manchas. Hasta que el artista no imprime sus colores el traje no tiene vida. Las pruebas son siempre horribles. Antes investigaba, compraba tejidos y mezclaba. Ahora esas tareas están un poco aparcadas. Las retomaré el día que quiera volver a hacer colecciones.

 

¿Lo echas de menos?

Claro, porque las vives , te gustan, pero no pasa nada. Antes, no hacerlo podía ser hasta traumático, pero sigue ahí siempre. Aunque está claro que los desfiles y su mundo no son la única plataforma para crear moda. Me di cuenta de que no es lo más importante. Si volviera a hacer colecciones buscaría otra forma de presentarlas.

 

He dejado para el final esta pregunta porque quería que los lectores supieran cómo has llegado hasta aquí, que vieran esa fantástica evolución ¿Qué es Fashion Art para ti?

Es la fusión mas real del arte y de la moda. Es un espacio en el cual el diseñador y el artista se unen para crear un nuevo lenguaje visual. Puedes añadir filosofía pero es eso.

 

Una idea sencilla

Eso es. No es pintar un vestido. Es la idea de un movimiento. Quince años de trayectoria, más de doscientos artistas y más de veinte países. Es una idea que ha provocado que se interesen por ese lenguaje porque más allá del hecho está la idea llevada a la práctica. No había referentes cercanos en el tiempo. Los artistas y la moda viajan en direcciones opuestas quizá por sus egos. Yo siempre les digo que soy el soporte. Para que no haya problemas.

 

¿Cuándo eliges al artista sientes ese vértigo de si les gustará tu vestido?

Me preocupa que les guste pero no estoy nervioso. Puedo hacer cambios, no soy hermético. A ellos les doy total libertad aunque es verdad que también intento enfocarlos o decirles cómo lo veo yo. Lo que sí es cierto es que la obra resulta mejor si puedo conocer personalmente al artista.

 

¿Has pensado en la perdurabilidad de las obras? Porque en Fashion Art hay mucho presente ¿Te has planteado que exista un lugar donde puedan disfrutarse?

La idea es crear un Fashion Art Institute físico. Con una parte de museo permanente y siempre en continua renovación. Mi propio museo. Es una de mis prioridades. Creo que es necesario crear e incluir el tema social con escuelas talleres, intentar que la gente aprenda. Un lugar en el cual se estudien los proyectos. Un legado. Que no solo esté constituido por trajes sino que involucre movimiento, un movimiento real, que perdure en el tiempo y que además se abra a otras disciplinas. Deseo crear un lugar, un espacio donde puedan pasar cosas. Una escuela desde donde salgan proyectos distintos a Fashion Art, un laboratorio. Y sobre todo compartir con personas de escasos recursos para ayudarlos a desarrollar sus capacidades y creatividad. Ese es mi objetivo.

Lo que pasa es que es difícil en estos tiempos. La situación es delicada. No sé si empezaré fuera. Posiblemente en África y Latinoamérica. En los próximos dos años quiero montar el primero. Quiero tener varios. No un gran museo sino espacios más pequeños, repartidos y así poder ayudar a gente que vive en distintos puntos del planeta y que sea de distintas culturas.

 

¿Qué sentiste al ser el primer diseñador español en desfilar en Nueva York?

Fue un inicio, un cambio de época. Cuando salto de década mi vida cambia. Tenía una obsesión: ser alguien a los cuarenta. Fue como llenarme de muchas sensaciones de triunfo pero eso también me llevó a hacerme una pregunta importante ¿y mañana qué? ¿cómo sigo? ¿qué cuento?. Te metes en una historia pero no sabes qué va a pasar después. Sobre todo al no tener una gran empresa detrás como casi ningún diseñador en España. Cuando hice lo de Nueva York una de mis prioridades era encontrar a un fabricante potente de cualquier parte del mundo. Estuve a punto pero pasaron cosas graves. Yo desfilaba el 9 y el 11 fueron los atentados de las Torres Gemelas. El día 11 tenía una entrevista en el museo Guggenheim para presentarles Fashion Art pero no pude. Estábamos todos en shock.

Yo seguí desfilando al año siguiente porque para mí dejar de desfilar allí era como tirar la toalla y tuve que aparcar Fashion Art.  Hasta que decidí que esa fase se acababa y empecé este proyecto con la posibilidad de llevarlo a Argentina. Ahí empezó de nuevo la historia.

 

¿Si no hubieras sido diseñador qué hubiera sido Manuel Fernández? ¿Te lo has planteado alguna vez?

Pues la verdad es que no. Creo que cocinero. Me encanta la cocina y cuando me pongo a cocinar me siento artista y creativo. Quizá arquitecto, también pudiera ser. Ahora todos podemos ser todo. Nada me da miedo. Me atrevo con la creación, una película, un guión. Ser creativo no es solo crear sino hacerlo, llevar a cabo esa creación.

 

Has conseguido muchos sueños ¿Sigues teniendo alguno?

Fashion Art Institute. Pero no quiero que sea un sueño sino una realidad, y cuando consiga asentarlo volver a mis orígenes, posiblemente.

 

¿Para terminar podrías elegir un tejido y un color?

Después de tantos años el algodón y el blanco. A través de este tejido y este color se pueden hacer maravillas. Te cansas de los tejidos. Antes era de tejidos tecnológicos, de buscar, indagar… Y de repente llegas al algodón y al blanco. Sí. Es con lo que me siento más cómodo.

 

Podría haber estado horas oyendo a este artista inquieto y valiente, que vive en constante movimiento, ideando y arriesgando. Un artista cercano y despegado, hacedor de otro lenguaje, un universo de poéticas dimensiones donde se amamantan en perfecta hibridación las curvas y las rectas de la pintura y la moda. Manuel Fernández lleva en los pliegues de su existencia la genética del creador con duende, la del trabajador incansable y, sobre todo, la del talento desbordante. Un lujo para todos los seres hambrientos de belleza.

Hey you,
¿nos brindas un café?