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Lo que Donald Trump puede aprender de las hormigas

Si hubiera alguna duda de que las palabras y acciones del presidente Donald Trump fomentan la división y la violencia en el país, los acontecimientos de Charlottesville, Virginia, deberían poner fin a esa noción. Cualquier esfuerzo que el Presidente Barak Obama hizo para promover un clima de paz y comprensión (que, de diversas maneras, fueron socavados por los legisladores republicanos) se está deshaciendo rápidamente.

La gran pregunta ahora es: ¿a dónde vamos desde aquí? ¿Es todavía posible crear un clima de paz y entendimiento o estamos condenados a un futuro aún más oscuro? Dadas las circunstancias y los actores en juego tenemos razones para no ser optimistas. El cambio sólo es posible si hay un reconocimiento de acciones erradas y la necesidad de modificar comportamientos y políticas que aumentan la violencia y promueven la confrontación.

Hoy recibí una llamada telefónica de una amiga en Tel-Aviv. Ella estaba muy disgustada y me preguntó, «¿Qué pasa en los Estados Unidos? ¿Están todos locos? ¿Cómo pueden soportar a un Presidente así?» No supe cómo responderle, excepto para decirle que muchas personas aquí en los EE.UU. comparten su nivel de frustración y miedo.

Donald Trump es un Presidente que está de luto por la pérdida de ‘bellas estatuas y monumentos’ a raíz del mitin de Charlottesville sobre la estatua de Robert E. Lee, pero no tiene el mismo sentimiento de tristeza por las vidas que se perdieron en Virginia. Previsiblemente, David Duke, el ex líder de KKK, twitteó para agradecer al Presidente por su «honestidad y coraje» por denunciar el «terrorismo de izquierda».

Sin embargo, ¿cuán honesta puede ser una persona que ha sido demandada varias veces por sus prácticas comerciales deshonestas y todavía está siendo investigada por arreglos comerciales dudosos? ¿Qué tan valiente puede ser una persona que se las arregla para evitar el servicio militar al país en tiempo de guerra prefiriendo en su lugar dedicar sus energías a la organización de concursos de belleza? La decencia y la falta de empatía son, precisamente, cualidades de las que carece obviamente el Presidente Trump.

Este es un momento especial en la historia de los Estados Unidos. Es hora de que el presidente Donald Trump señale inequívocamente su total repudio al racismo y a la violencia. Pero también me doy cuenta de que pedir un noble gesto del Presidente Trump es como tratar de sacar aceite de un higo seco. Me pregunto si no es demasiado tarde para que Trump aprenda algo de nobleza de la breve viñeta del conocido escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro Mujeres:

Las hormigas

Tracey era una niña en un pueblo de Connecticut, y practicaba entretenimientos propios de su edad, con cualquier otro angelito de Dios en el estado de Connecticut o en cualquier otro lugar de este planeta.

Un día, junto a sus compañeritos de la escuela, Tracey se puso a echar fósforos encendidos en un hormiguero. Todos disfrutaron mucho de este sano esparcimiento infantil; pero a Tracey la impresionó algo que los demás no vieron, o hicieron como que no veían, pero que a ella la paralizó y le dejó, para siempre, una señal en la memoria: ante el fuego, ante el peligro, las hormigas se separaban en parejas, y de a dos, bien juntas, bien pegaditas, esperaban la muerte.

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