¿Dónde quedaron las innovaciones arquitectónicas venezolanas?
La arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia.
Octavio Paz
No hablo de las quijoterías de Fruto Vivas, claro que no. Tampoco me refiero a lo que pudiere crear tendencia o quizá escuela, sino a los requerimientos de nuestra realidad. Por ejemplo, una pregunta atinada podría ser: ¿Cómo resolver el problema de las zonas tuguriales que ciñen las capitales de Venezuela?
Sin embargo, releyendo ´´Arquitectura y problemas sociales« Russell (1935), preguntas como la anterior fácilmente las replanteo a la luz de las dimensiones sociales y culturales de la sociedad a la que pertenezco, puesto que son factores que condicionarán la evolución de la misma.
Las remembranzas sobre Carlos Raúl Villanueva, ciertamente, hinchen de orgullo a quien contemple las principales obras que cambiaron el panorama arquitectónico de Venezuela; pero ya se hace necesaria una revolución en la arquitectura venezolana de este siglo. Ninguna se salva de heredar los problemas de la anterior. Y en la época actual, me parece, toda solución bajo las concepciones estética-practicidad debe ser en pos de transformar las realidades sociales que atañen a los diversos grupos humanos.
Acaso el pragmatismo de materiales no convencionales, con el que algunos arquitectos nipones proyectaron sus obras, pudiera servir de ejemplo para considerar el ´´pragmatismo del reciclaje«. Aunque también tengo que ser realista en torno a los innumerables villorrios de la nación y de sus crecientes tasas de natalidad.
Actualmente se edifican urbanizaciones a diestra y siniestra sin la planificación de arquitectos ni urbanistas. Y como ciudadano de a pie, apasionado de la arquitectura, puedo constatar que realmente los planos no pasan por la observación de verdaderos expertos al contemplar un hacinamiento de edículos contiguos a Aeropuertos inactivos, carentes de espacios verdes pero sí con los recreativos, aunque a la orilla de una avenida, sin las correspondientes medidas de seguridad. Y como esto que refiero, pudiera explayarme en una exhaustiva lista de casos que se encuentran por toda la nación.
Sin embargo, el que he referido es uno de los que más impera porque personas de bajos recursos se concentran en esos barrios en los que nunca podría vivir un daltónico.
Cuando hablo de innovaciones arquitectónicas, no quiero decir que cada quien haga su propio Modulor o un diseño icónico a la manera de Buckminster Fuller, sino me refiero al sentido pragmático y al reto que supone armonizar la luz con los espacios interiores y exteriores en función de las necesidades de los habitantes con que los venturos maestros los abordarán. Más bien habría que inclinarse por soluciones antropométricas que explayarse en demagogias regionalistas.
A veces trato de imaginarme a las estratificaciones humanas de esta época dentro de falansterios. La ´´arquitectura prefabricada« también pudiera arrojar alguna salida a tomar en cuenta; pero creo que esto dependería del caso. Recuerdo que en mi adolescencia hablé sobre el inmenso potencial de ´´vivir bajo el agua«, es decir, en los mares, sus lechos y asimismo en la superficie.
Aún recuerdo que lo hacía por lo que representa y no como una frivolidad de la juventud. Aunque ahora no discurro esto para compararme con lo que critico, sino porque todavía no han resonado los planteamientos arquitectónicos venezolanos en el mundo. Tampoco me gustaría que se clasificasen como utópicas.
Es probable que esta visión que preconizo se deba a que hoy en día hay una marcada tendencia a vernos desde el paradigma de la globalidad. Lo que sí creo es que a medida que pasa el tiempo y los cambios del planeta son perceptibles en lapsos increíblemente cortos, esta necesidad se hace más acuciante.