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Lo bello es difícil

Me remito a Sócrates cuando decía que «lo bello es difícil» para reflexionar sobre la belleza, y el papel inspirador que está teniendo actualmente este concepto filosófico como también en la creencia cada vez más difundida, proveniente del budismo zen, que, en resumidas cuentas, nos dice que debemos «aprender a estar satisfechos con la vida, con lo que tenemos, y viviendo el momento».

El avance científico del mundo moderno está fracasando en su intento de canalizar y satisfacer a las necesidades innatas del ser humano y dar respuesta al sentido de su existencia. El filósofo Jorge Riechmann, en su libro «¿Vivir como buenos huérfanos?» abre sus reflexiones sobre el sentido de la vida en lo que llama el Siglo de la Gran Prueba, en medio de la utopía tecno-científica, el consumismo, los conflictos y la vulnerabilidad económica.

Se hace eco del pensamiento del microbiologista francoamericano René Dubos, quien afirma rotundamente que, para transformar el mundo, se requiere de una revolución emocional e intelectual que diste enormemente de la creencia que el hombre tiene poder sobre la naturaleza y sobre la mente humana.

Así de pronto, cada vez la gente es más consciente del tambaleo de las sociedades y del desequilibrio del ecosistema. En medio de la gestión del terror, la naturaleza con su belleza natural (nunca mejor dicho) resulta uno de los remedios del momento y clave para comprender el misterio de la existencia dentro del cosmos.   «La belleza salvará el mundo», dijo Fiodor Dostoiewski. Se vuelve a explorar la belleza como redención y aprendizaje, que se ocupa del alma de las cosas. Las artes a la par de la filosofía y otras disciplinas como factores que contribuyen en la formación de un ser humano diferente.

Las reflexiones sobre la belleza de los filósofos de la Antigua Grecia basadas en la proporción, la perfección y la armonía vuelven a retomarse pero como un triunfo del naturalismo. Para Sócrates, todo es hermoso «si sirve a un fin» o propósito. Platón y su discípulo Aristóteles asocian la belleza con el bien y la verdad (la triada platónica). «La belleza es el esplendor de la verdad», decía Platón, pero ¿cuál es la verdad con tantas visiones diferentes? Nada es absoluto.

Educar en la belleza puede ser la clave para ayudar a las sociedades a contrarrestar la cultura del terror, de la violencia, y para buscar la armonía, unidad y orden en lo bello. Despertar el gusto por la belleza (no la cosmética y hedonista que anuncian las clínicas de cirugía estética), aunque sea subjetiva, tal vez pueda representar un comienzo. Cada vez hay más personas que apuestan por la belleza como un aspecto amable de la realidad, que debería incluirse en los proyectos educativos, artísticos, sociales, etc. La belleza como herramienta para la transformación social.

La búsqueda de la belleza debe llevar al inconformismo, a no conformarse con la injusticia, la violencia, el odio, a que el hombre salga de su ensimismamiento, de la apatía que genera alienación, que esté dispuesto a abrirse a las situaciones molestas y a elevar su consciencia. La filosofía es una receta para enfrentar los momentos difíciles, para alimentar el inconsciente colectivo. «No podemos cambiar los hechos de la vida, pero sí el modo de interpretarlos», diría un psicólogo..

El concepto de belleza ha ido evolucionando con el tiempo: ahora es más física y estética, mientras que antes era más «psíquica», se situaba en el plano del pensamiento y de la reflexión.

Entre estas nuevas filosofías de vida, se considera imprescindible el budismo zen, tan recurrente en momentos convulsos, como camino para calmar las mentes, a través de una búsqueda de la espiritualidad. La espiritualidad versus las religiones es otra de las propuestas de cambio de las que se habla.

Abandonar el fanatismo, el radicalismo, el fundamentalismo. Ya no más cruzadas ni el dolor que expone Herman Hesse en su libro «El lobo estepario», que deriva del cruce de dos épocas, como está ocurriendo ahora.

Muchos son los que abogan por «más Platón y menos Prozac», más belleza y reconexión con la naturaleza. ¿Quién no ha soñado con una casita en el campo rodeada de verde como lugar de retiro? La belleza de la naturaleza, de los bosques. Cada vez se reivindican más los «baños de bosque» japoneses, sin embargo aunque miremos hacia el Oriente, es bueno recordar que ya nuestros abuelos y padres salían a pasear por los caminos que se dibujaban cerca de los pueblos y aldeas rurales.

La belleza provoca efectos en el hombre, le altera el humor, y nadie discute su potencial para avanzar en la construcción del futuro y revocar los conflictos actuales. La belleza va de la mano de la espiritualidad, que no concierne a ninguna religión en específico, sino que es un sentimiento trasdimensional.

Sean cuales sean los criterios y parámetros que definen la belleza para cada persona y para cada cultura, la idea es que se eleve a una dimensión intelectual y holística que permita al ser humano sentirse bien, frente las sacudidas que provocan las innovaciones tecnológicas. La mediación entre lo sensible y lo racional. La belleza debe entrar en todas las disciplinas para devolver el sentido y la esperanza. Pensar en lo bello, puede ayudar a construir una sociedad más bella, más calmada.

La belleza de las cosas imperfectas también es belleza en la filosofía wabi sabi de la cultura japonesa, que seduce y se ha puesto tan de moda actualmente en el campo del diseño y del interiorismo. Aunque el término wabi sabi deriva de wabi (soledad, vivir en la naturaleza, lejos de la sociedad) y sabi (más frío y marchitado), las connotaciones negativas se han ido positivando con el tiempo y su significado es frescura, elegancia natural, impermanencia.

Para el budismo zen (Mahayana), el desconsuelo y la soledad son estados positivos, ya que suponen una liberación del mundo material y la trascendencia de la vida sencilla. La estética japonesa de la belleza imperfecta, incompleta e imperfecta (wabi sabi) refleja el mundo fugaz de hoy en día. «Nada dura, nada está completo, nada es perfecto». La fluidez constante del zen se ha constituido como un remedio oriental que irrumpe con fuerza en el Occidente como clave para la búsqueda de una existencia más feliz, en medio de estados del bienestar en descenso. Vive el presente, encuentra la paz y la armonía en la naturaleza y las pequeñas cosas, y no cuestiones nada, ni los nuevos paradigmas políticos y sociales.

«La belleza es poder y la sonrisa es su espada», decía el naturalista británico, John Ray.

Reconcíliate con la incertidumbre, la ansiedad, el miedo, los nuevos paradigmas políticos y sociales, el paso del tiempo, las preguntas sin respuestas, el mundo imperfecto. Observa la belleza de lo imperfecto. ¿Será que debemos construir templos filosóficos para sobrevivir este siglo de la gran prueba? «Bienaventurado el que vuela sobre la vida, y comprende sin esfuerzo el lenguaje de las flores y de las cosas mudas» (Baudelaire)

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