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Llorar sobre la leche derramada

Sé que disgustará a muchos. No serán pocos los que me señalarán y acusarán. Sin embargo, creo, y defiendo, que de haber prosperado lo que sea que haya ocurrido el 11 de abril de 2002 en Venezuela, hoy no habría tantas muertes. Hoy estaríamos mejor. No hubiesen muerto los jóvenes baleados en las diversas marchas opositoras desde entonces ni habría torturados en la «Tumba» y en las mazmorras del Helicoide. No habría muerto Fernando Albán. No habrían fallecido de hambre y de mengua numerosas personas. No, no sé qué ocurrió ese día. Solo sé que de no haber vuelto Chávez al poder, hoy no sufriríamos la desgracia que nos ha arruinado la vida.

No ignoro las voces telúricas que emergerán desde todos los flancos, haciéndose eco de los gritos necios de una camarilla fatua que alienados del mundo verdadero, creen que la realidad se limita al proscenio académico, y que todo puede resolverse pacíficamente, según una cartilla o manual ya escrito, aunque sus oponentes sean criminales y prefieran batirse a balazos antes que rendir su causa. ¿Qué hubiese sido de Europa y del mundo si Chamberlain y Halifax se hubiesen impuesto sobre Churchill?

En política no basta sabiduría y formación. Y aunque no niego la importancia del conocimiento académico, de poco sirve este si no hay inteligencia – y coraje – para poner en práctica – y no puedo recalcar más el término práctica – esa sabiduría. En 27 años de ejercicio profesional como abogado, nunca he visto un «caso de librito». Siempre he tenido que primar el oficio, el ejercicio cotidiano del derecho más allá de repetir lo que aprendí en las aulas. La vida ciertamente no es un caletre.

Lo ocurrido el 11 de abril de 2002 pudo verse entonces como la pugna entre partidos por el poder. Uno, nuevo, estrenándose en el gobierno, y otros desesperados por volver a tenerlo. Sin embargo, hoy por hoy, podemos afirmar que pese al juicio de muchos, dentro y fuera del país, nunca se trató de algo tan banal. Por el contrario, aunque hubo errores y aun pillerías de algunos sectores, siempre se trató de impedir que el proyecto delirante de un hombre abigarrado de complejos continuase con un proyecto que, sin lugar a dudas, estaba forzado a fracasar.

Tal vez era confuso entonces. No obstante, han transcurrido casi 17 años… Un largo recorrido que se cuenta en muertes. La ceguera – y la memez de la corrección política – evitaron que pudiéramos ahorrarnos este tinglado trágico, este régimen de Vichy criollo que ha hecho de Venezuela un protectorado cubano, ante la mirada complaciente – ¿o debería decir cornuda? – de hombres y mujeres para los que su fallida ideología política importaba e importa más que la dignidad y soberanía nacionales.

Aun hoy, tristemente, todavía emergen voces que como la de Halifax y Chamberlain pretenden aquietar un cocodrilo dispuesto a tragárselos. O, como hubiese dicho el camarada Lenin (sobre los comerciantes pero perfectamente aplicable a este caso), le venden la soga al verdugo que va a ahorcarlos. Apaciguadores como Enrique Ochoa Antich o Claudio Fermín no asumen contra qué luchamos. Creen que la élite regente es, cuando mucho, un mal gobierno con un talante autoritario. Y no, trágicamente, como escribiera en un artículo Alberto Quiroz Corradi o Rodolfo Shmidt (no lo recuerdo y tampoco lo encuentro en la red) para «El diario de Caracas», en aquellos días cuando apenas empezaba esta desgracia: la élite nos declaró la guerra. Alguna vez escribí en un poema que pese a versar sobre un despecho amoroso, resulta análogo en este caso: para empezar una relación se necesitan dos pero para terminar, solo basta la voluntad de uno. La paz requiere el concurso de dos, de tres… de muchos. La guerra la puede empezar solo uno, y de hecho, así es usualmente.

No habrá paz porque la élite regente que ejerce el poder de facto, y que no ha temido afirmar que no se rendirá aunque signifique una masacre (como lo confesó Maduro en la entrevista que recién le concedió a Jordi Évole), no la desea. Su paz es sumisión y vasallaje, y se funda sobre la devastación de sus enemigos. Su paz se construye sobre nuestra aniquilación. Tal vez no lo vieron entonces, y sí estaban justificados, aunque los sucesos del 11 de abril del 2002 seguramente los haya secuestrado un reducto desvergonzado. Pero eso es material para otro texto.

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