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Azucena Mecalco

¿Un like hace la diferencia?

Con el reciente triunfo de Donal Trump en las elecciones de los E. U. A., las redes sociales se llenaron de comentarios y opiniones en torno al tema. Pronto todas las personas con acceso a Facebook, Twitter u otras redes sociales, se volvían expertas en política y economía y externaban críticas viscerales en contra del sistema que llevó a los republicanos al triunfo. Miles de mexicanos se sumaron a los vituperios en contra de una sociedad que elegía a un candidato que, parece salido de la ultraderecha de los años 30 para gobernar a una de las máximas potencias mundiales.

Desde luego las citas y los memes hicieron su aparición inmediatamente. Entre las más populares se encontraba una especialmente irónica: “si hay un idiota en el poder, es porque quienes lo eligieron están bien representados”, la cual se le adjudicó a más de un personaje. Pues bien, no niego que la frase sea cierta, la ironía radica en el hecho de que México es gobernado desde 2012 por nada menos que Enrique Peña Nieto, quien no es precisamente ejemplo de sabiduría o sinónimo de progreso.

Mayormente irónico es que nos preocupe más quién gobierna el país vecino que las reformas políticas y sociales que han conducido al país a la terrible crisis que vivimos. Nos olvidamos de la reforma educativa, los múltiples ataques a los maestros, el sin número de desaparecidos, los reiterados escapes de grandes capos de prisiones de máxima seguridad, y hasta de los escándalos de las propiedades millonarias adquiridas por el SEÑOR presidente y su esposa, e incluso del indignante y polémico tema del plagio en su tesis de licenciatura; minimizado porque después de todo, es la tesis de licenciatura, ¿a quién le puede importar? Ya ni hablar de la cotización mínima histórica del peso mexicano alcanzada este año.

Las redes sociales han brindado a la población en general un poder mediático como no había tenido jamás. El problema surge cuando nos contentamos con usarlo como los zapatos de moda o el bolso de temporada.

Mientras que existen países en los que las redes sociales han servido como medio para protestar en contra de las injusticias políticas, y movilizar a la gente en pos de un cambio que los beneficie; existen otros, como México, en donde se utilizan para mostrar la indignación, el amor, la felicidad o el sentimiento general de acuerdo al trending topic, y aunque se realicen movilizaciones, ninguna de ellas se materializa mediante un acto jurídico que formalice un cambio sustancial dentro del sistema político o social. Y en cuanto surge un tópico más morboso nos olvidamos del anterior, tal como describía George Orwell en 1984 o Animal farm, y hasta el mismo Aldous Huxley en su Brave new world.

Por desgracia nosotros no vivimos aún en Un mundo feliz, y digo por desgracia porque por lo menos allí existía un sistema establecido y claro, nosotros en cambio seguimos fantaseando y creyendo que la libertad de opinión se encuentra en poder darle “like” al enlace del supuesto intelectual que tenemos por amigo o líder de opinión. Creemos que la estabilidad económica se refiere a poder consumir la marca de moda aunque no contemos siquiera con una casa propia o seguridad social. Pensamos que la libre concurrencia consiste en poder elegir entre Walmart y Soriana. Concebimos el acceso al arte como la posibilidad de confesarnos amantes de libros y músicos que jamás hemos leído o escuchado, y hasta citamos frases de textos que ni siquiera hemos tocado.

De tal manera que llegamos a considerar que la democracia es poder criticar al presidente, llamarlo “espurio” en redes sociales, burlarnos de su ineficiencia política, hacer memes insultándolo y dejar que siga en el gobierno, sin que nuestra protesta en redes haga valer la verdadera democracia, que se rumora es “el gobierno del pueblo”. Es como si pensáramos que los gobernantes se encuentran por encima de los gobernados por ostentar un cargo que, se supone, nosotros les hemos otorgado y mediante el cual tienen obligación de velar por nuestros intereses pues son, quieran o no, nuestros empleados.

Permitimos entonces que los diputados y senadores sigan elevando sus sueldos cuando el salario mínimo consiste en una bicoca de 80.04 pesos diarios que no alcanza a cubrir la canasta básica. Menos aún para intentar aspirar a la cumbre de la pirámide de Maslow.

Y mientras nosotros continuamos sumergiéndonos en las redes sociales, quejándonos demasiado y actuando poco, las transformaciones y cambios siguen surgiendo sin que nos opongamos, pues seguramente con muchos likes y shares estamos creando un cambio. Quizá en algún momento nuestros insultos dañen la autoestima de Peña Nieto, diputados, senadores o del mismo Trump y decidan actuar en favor del pueblo. Mas, mientras eso ocurre no queda sino recordar las palabras del buen Goethe, pues como él bien señalaba: «no basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer».

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