¿Cuántas despedidas?
Sin saber si serán definitivas.
El adiós se dice casi siempre triste, cuando los afectos, sin querer, deben caminar a destiempo.
Cuando el reloj marcará otra hora, cuando el cielo siempre hermoso, oscurezca antes o después.
El adiós casi siempre marcará un final y un nuevo comienzo, dejando atrás un mar de recuerdos y momentos, que no borrarán los años, que sí quedarán muy dentro.
El adiós casi siempre soñará con el reencuentro, más cerca que lejos, deseando un abrazo eterno que se quede a vivir en la bienvenida y nunca más se escape triste para no volver.
El adiós casi siempre amilana ante el vacío de no saber qué hacer; si aguantar las lágrimas o simplemente dejarlas caer.
El adiós se siente con intensidad cuando se deja atrás un verdadero amor: una persona, una ciudad, una amistad, un lugar… El adiós casi siempre se hace fuerte en las ganas de volver, aún cuando la ida sea definitiva o cuando la vuelta se haga eterna en la incertidumbre de una fecha sin regreso.
El adiós casi siempre se lleva una parte que no se quiere ir, que se niega a contar el tiempo, que se resiste a entender que… Las despedidas serán irremediablemente un capítulo abierto de la vida... Que llegan inesperadamente y no se pueden detener.
El adiós duele, pero también enseña.