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Let the Right One In

Spoiler alert!

Las películas de vampiros, últimamente, han estado creándose una muy vergonzosa reputación. Desde la incómoda fantasía épica de Underworld (2003) hasta los chick flicks de la saga de Twilight (2008), el género ha perdido casi toda legitimidad y respeto. Pero (y este es un gran “pero”), Let the Right One In (2008) llegó para salvar el día, incluso cuando no es una obra tan popular como las películas previamente mencionadas. Este se trata de un drama profundo, sombrío y tierno a la vez, que señala con exactitud la desesperanza característica de la adolescencia, por medio de una metáfora que trasciende este período de juventud y se extiende hasta las relaciones humanas de naturaleza tóxica.

Tanto Oskar, el protagonista, como Eli, el personaje secundario que hace las veces de compinche e interés romántico, son niños de doce años que están pasando por un momento muy difícil en sus solitarias vidas. Logran preocuparte y conmoverte a la vez, porque cuestionas sus decisiones y al mismo tiempo entiendes sus motivos. Si bien logras ver a Eli atacando ferozmente y alimentándose vorazmente de sus víctimas, no puedes sino sentir lástima por esa pequeña bestia llena de problemas. Las actuaciones son verdaderamente extraordinarias. Eli es capaz de arrastrarte y tumbarte con ella mientras inconscientemente te conviertes en su cómplice; esto es lo que ha hecho antes (con el viejo compañero que tuvo que dejar ir) y lo que está haciendo ahora con Oskar. Este muchacho te hace empatizar de tal manera con su distraída e inconsciente naturaleza adolescente, que terminas apostando por cualquier compañero súper poderoso que le pueda cuidar las espaldas. Y ese es el elemento triste de estas historias: la víctima es salvada al costo de encontrar su destino aciago. Esta película representa eso, el verdadero corazón del mito vampirezco, con la solemnidad que dicho tema merece. El aislamiento es la autocondena por excelencia.

Encontré una conexión aquí con Entrevista con el Vampiro (1994): en ambas usan a una niña vampiro para presentar este asunto de la forma más cruda posible. Los niños no suelen tener un marco moral bien definido y, al ser corrompidos tan temprano en sus vidas, se convierten en los vampiros más letales, porque apenas y llegaron a estar en contacto con su lado humano. Sin embargo, esta historia no busca horrorizarte con respecto a los vampiros, sino advertirte acerca de las relaciones interpersonales fatales (es drama, no terror). Estaba hablando de esto con mi cuñado y él tiene un aporte que me parece vale la pena compartir. A final de cuentas, la niña vampiro es la manera más adecuada de ilustrar la naturaleza de estas criaturas, porque estos son seres que no solo no envejecen, sino que tampoco maduran, así como sucede con las personas egocéntricas y patológicas que no conocen otro modo de establecer una relación que verticalmente. La relación puede apuntar hacia arriba o hacia abajo, pero nunca es horizontal; por ejemplo, en este caso, el vampiro o se victimiza o impone autoridad. El factor de la adicción es clave aquí, pues los mismos patrones pueden ser observados en relaciones de la vida real entre un adicto y un no adicto. Este último es arrastrado y sentenciado, su vida destruida, sobre la base de culpabilidades y coerciones.

Mientras la película mira profundamente dentro del aspecto patológico de la relación entre humanos y vampiros, sirve de alerta para aquellos quienes están siendo succionados por un interminable círculo vicioso de “yo te necesito y tú me necesitas”, donde la víctima escoge ver solo lo que quiere ver. Vale la pena señalar el cómo la historia presta atención incluso a este detalle. Cuando Oskar ve, por primera vez, a Eli asesinando a alguien, se voltea en la dirección opuesta y cierra la puerta. Después, en la penúltima escena, cuando ella le salva la vida, él está debajo del agua con los ojos cerrados (lo están obligando a ahogarse) y nosotros, los espectadores, estamos allí con él (recuerden que el guión está cuidadosamente diseñado para hacernos sentir sus penas). Una cabeza decapitada cae dentro del agua, seguida de un brazo desprendido, y para nosotros es evidente que Eli llegó y está haciendo algo escalofriantemente terrorífico allá afuera, pero en verdad no llegamos a presenciarlo, y Oskar tampoco. En su lugar, lo que vemos son los grandes y compasivos ojos azules de esta niña, salpicados de sangre, una vez que saca a Oskar del agua. Esto es lo que él ve también, tras lo cual sonríe en plena y dichosa ignorancia.

En la última escena, cuando están escapando juntos en el tren y Oskar se comunica tiernamente en código Morse a través del cajón donde está Eli, repentinamente, uno siente el agridulce sabor del futuro que le espera a este muchacho. Está destinado a la misma perdición que aquel viejo hombre que ya no le servía de nada a la pequeña y ambiciosa niña vampiro. Para ella, deshacerse de la gente es fácil (es una asesina, después de todo). Para los Oskars del mundo, acompañar a alguien a la puerta puede ser mucho más dificultoso que dejarle pasar.

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