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Let it Flow

Si usted está esperando, entrañable lector, que quien redacta haga un cálculo cartesiano de este texto, como haría Edgar Allan Poe al proyectar El Cuervo, debe hacer un intento por desengañarse. Me gusta cuadricular cada texto, tener una meta fija, pon por caso, 5.000 caracteres. Bueno, es así. Es lo que me permite mi querido Editor -el poeta de la luz de Reverón-, Juan Luis Landaeta. Démonos por bien pagados. Serán 5.000 caracteres. Pero será lo que en el kindergarten llaman “dibujo libre”. Sólo por esta vez.

Me gusta medir matemáticamente mis textos, pero acá voy a hablar de una frase anglosajona que se ha puesto de moda: LET IT FLOW –que traduce “déjalo fluir”-. Y es que cumplí 40 años, el 15 de agosto pasado, y luego de vivir lo que un hombre de 50 años, ya todo me vale madre. Conozco el juego. Bastan dos o tres jugadas. Con lo cual asumí esa actitud ante la vida. Lo dejo fluir. Así escribiré este texto.

Escribiré este texto sólo dejándolo fluir, y también escuchando en Youtube un Playlist de nuestro quintaesencial Charly García. Despachando una cerveza helada, a las 10 menos 10 de la mañana. Lo escribiré así, porque quiero ver qué pasa. Quiero ver qué demonios va a hacer la página en blanco. ¿Dónde diablos se va a esconder la página en blanco? No le temo. Le planto cara desde los 8 años de edad.

Me gustaría decir que mi actitud LET IT FLOW, que también es actitud LET IT BE –porque mi banda preferida es The Beatles-, no deja de tener algo de católico. Mi maestro espiritual, el Padre Carlos Zancajo, LC, dice que para hacer el mal sólo hay que dejarlo ser. Pero, luego de 15 años como mi confesor, él me enseñó muchas cosas, pero también aprendió dos o tres. Existe el LET IT FLOW católico.

¿A qué me refiero? Que Cristo pagó el costo, con su Muerte y Resurrección. Ergo, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué te maten? Bueno, un católico espera vida después de la muerte. Luego, ¿Por qué temer la muerte? No quiere decir que seremos temerarios, ni irresponsables. Pero, ¿Por qué no confiar en la Misericordia de Jesús? Y, luego, dejarse caer, como dicen Los Tres, de Chile. Déjate caer, pero que sea hacia Dios.

Me quedan 3.000 caracteres. Es casi la mitad del texto. ¿Está Cristo en la mitad de la mitad? ¿En el centro del área de diseño? A fe mía que sí. Y dice Fito Páez: “todo lo que pasa conviene”. Eso es verdad. Porque nada pasa por nosotros sin dejar una huella. Un aprendizaje. Dijo García: Say No More (SNM). Es así. En un punto –y más allá del Fin de la Historia (Fukuyama)- todo ha quedado dicho.

También dice Páez: confiá. Esa es la actitud ganadora. Chico, y es cosa elemental. Cosa de no vibrar mal. De no ponerse negativos. ¿Por qué habría de irte mal? ¿Por qué habría de pasarte nada malo? Hay quien te dispara, en medio de un bar: “no llames a la desgracia”. Y eso es verdad. El poder de las palabras. Sólo decir “Satán” ya es llamar al Diablo. Ya es llamar a la oscuridad. Así que, sin visiones angelicales, be yourself.

He escrito casi 3.000 caracteres, y fíjate todo lo que ha parido este teclado Microsoft, lleno de cenizas de cigarrillo, en apenas 5 rolas de Charly García. Esto no es lo que en periodismo llamamos un “tubazo”. Es un «Youtubazo». La gente gasta los mejores años de su vida incubando ideas, proyectando retiros de oro que nunca llegan, manipulando de manera artificiosa la realidad, cuando –en realidad- es muy poco lo que controlamos.

Digamos que me quedan 4 párrafos de 5 líneas. Hagamos uno por invierno, otro por otoño, otro por verano y otro por privamera. Invierno: hace poco cumplió años el economista venezolano Francisco Monaldi (Yale) y dijo por Facebook que era la primera vez -en años- que no lo pasaba encerrado, bajo una nevada, y que ya eso era de inmensa ganancia. Los que viven en el frío, los que vivimos en el sudor de Caracas.

Otoño: que hay galanes de otoño. De Master Card Black y Mini Cooper S. Que la cerveza que estoy bebiendo ahora la compré en el Prolicor de La California Sur, y allí uno ve cómo los manes de las motos, los más pobres, son los que se van a la cama con las artistas de televisión, acá en Venezuela. Que en Caracas no hay otoño, pero caen a veces las hojas de los árboles, como caricias de un vientre maternal.

Verano: que acá en Caracas llamamos “verano” a una temporada larga sin sexo. Y que Caracas es “nuestro valle de eterno verano”. Que un Sol implacable nos gobierna de diciembre a diciembre, y que –entretanto- el cachondeo va desde el Metro hasta Venevisión, pasando por Miraflores, y llegando a los bares de la Av. Casanova. Que no deberías ir a veranear a Key Biscayne. Vente a Caracas: siempre estamos en verano.

Primavera: que podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. Que en Venezuela hay un despertar irreversible. Que ya basta de mal gusto. Que este gorilato tiene los días contados. Primavera 0. Primavera 1. Primavera 2. Primavera 3. Y así, ad infinitum. El amor después del amor, después del amor, después del amor. Que, si quitas los preciosismos aritméticos, me queda espacio para decir esto: LET IT FLOW.

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