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Lecciones que deberíamos aprender de la guerra

La sociedad contemporánea conocida como la sociedad del conocimiento y de la comunicación, contradictoriamente crea más incomunicación.

El mundo virtual creó un nuevo hábitat para el ser humano caracterizado por el encapsulamiento en sí mismo, la falta de trato, tacto y contacto humano. Lo que nos deja ver la guerra Rusia-Ucrania es que no aprendemos de la historia. Permanece en el ADN la compulsión a repetir los eventos traumáticos.

Han pasado 77 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, conflicto armado que dejó casi 60 millones de muertos, siendo una de las peores tragedias del siglo XX, ocasionada por el ser humano. Con la declaración de los derechos humanos, un logro de la comunidad internacional, parecía que el mundo aprendería a vivir en paz, pero no ha sido así.

En 1948 se constituyó la asamblea de las Naciones Unidas, como reacción colectiva de los países ante la barbarie cometida en los campos de batalla y en los de concentración por las fuerzas nazis. El tribunal militar internacional de Nuremberg llevó a juicio a los principales culpables de la Alemania Nazi por crímenes de guerra. Las potencias ganadoras se repartieron las áreas de influencia y son las que dominan actualmente el planeta. Lo paradójico es que a pesar de que la ONU se encuentra en territorio norteamericano, EU no haya ratificado los acuerdos que regulan la justicia internacional por crímenes de guerra.

Después del fracaso de la liga de las naciones tras la primera guerra mundial fue solo en 1945 que se elaboró y firmó el documento de la Carta de la ONU.

Hegel, filósofo alemán afirmaba: “Aprendemos de la historia, que no aprendemos de la historia”. Decía también que la guerra debe ser promovida por el Estado de tiempo en tiempo para que la sociedad civil no caiga en la desvinculación del fin general que representa el Estado, gracias a la seguridad de paz que este mismo le otorga. Kant otro filósofo alemán, argumentaba que la humanidad aprende de la historia y la guerra, pero de manera muy dolorosa. Japón aprendió la lección por las atrocidades y crímenes cometidos en Hiroshima y Nagasaki.

Tenemos que hacer cambios, aprender de la máxima “todo aquello que quieres que desaparezca ignóralo, lo que quieres que se siga repitiendo motívalo o prémialo”. En México los libros de texto presentan a los héroes de la guerra y obligan a memorizar las fechas de los conflictos armados. Los periodos de paz y las buenas acciones permanecen anónimas. Sabemos de Gandhi y su resistencia pasiva, su lucha sin armas así como la de Mandela en Sudáfrica contra el racismo y el derribo del apartheid; pero necesitamos conocer a más líderes.

La propaganda ha tenido un rol importante en las guerras, ha permitido la manipulación de la opinión pública basada en mentiras y engaños.

Los líderes de Rusia y Ucrania han empezado a dar información bélica en las redes sociales, también China y Estados Unidos. En Rusia la mayoría acepta la idea de que en Ucrania existe un recodo nazi que permanece desde la segunda guerra mundial y tienen que llamar la invasión “operación militar especial” ya que cualquier comentario de guerra puede ser motivo de arresto.

Putin ha quedado como genocida en Occidente, mientras que el que se lleva las palmas es el presidente de Ucrania. De todo esto se desprende la necesidad de cambiar el modelo de poder de un solo líder ya que el poder se convierte en una de las peores enfermedades mentales. La paz mundial solo se logrará a través de medios internos, liberándonos de las fronteras artificiales que nos separan. El cuidado en todas las áreas sirve de crítica a la civilización agonizante y es el principio inspirador del nuevo paradigma de convivencia, el cuidado a la madre tierra asumido como el ethos, la casa común y la compasión para todos los seres humanos.

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