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Lecciones de la pandemia de COVID-19

Aunque la pandemia de COVID-19 está lejos de terminar, ya ha proporcionado lecciones importantes. Desde el punto de vista de la salud pública, quizás el más importante es que el mejor servicio que un gobierno puede brindar a sus ciudadanos, y al resto del mundo, es nunca ignorar, descartar u ocultar el alcance de una epidemia, porque tiene el potencial de convertirse en una pandemia que se extenderá por la mayoría de los países del mundo. Ello ocurrió con el gobierno de China al comienzo de la epidemia y las consecuencias la continuaremos pagando todavía por mucho años.

La información sólida es esencial para controlar una epidemia de manera efectiva. La columna vertebral sobre la que se sostienen las políticas y acciones de salud pública implica tener estadísticas precisas y confiables sobre el número de casos y su ubicación. Cuando una infección viral evoluciona de una manera que parece ominosa desde el principio, la responsabilidad moral de todos los gobiernos es dar a conocer ampliamente esta información para que se puedan tomar medidas de protección adecuadas a nivel mundial. Además, es importante transmitir dicha información a través de la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde están representados todos los gobiernos (incluido Estados Unidos), para asegurar la formulación de políticas adecuadas.

El retraso en la transmisión de esta información ha sido costoso en la lucha contra COVID-19, permitiendo que la pandemia progresara a un ritmo vertiginoso y causando una pérdida innecesaria de vidas. Igualmente crucial es saber cuántas pruebas de diagnóstico y camas de hospital están disponibles, así como cual es la cantidad de profesionales de la salud con equipo de protección y todos los demás recursos necesarios para combatir una epidemia. Cuando estos recursos son insuficientes, el gobierno debe estar preparado para tomar todas las medidas necesarias para que estén disponibles a la primera señal de una pandemia.

Debido a que una pandemia es un problema de salud pública con fuertes connotaciones políticas, es tentador poner a las figuras políticas a cargo de controlarla. Este error está resultando costoso, ya que sólo los expertos en salud pública tienen el conocimiento técnico para controlar y prevenir su propagación. Los ejemplos recientes de líderes políticos que promocionan curas no probadas que pueden terminar siendo más peligrosas que útiles muestran los peligros de este enfoque. Este es el caso del Presidente Donald Trump, que promocionó el uso de una medicación contra la malaria para combatir el coronavirus. Esa medicación tiene serios efectos secundarios y Trump la promocionó a pesar de la opinión de sus asesores científicos que están totalmente en contra de esa política.

Se ha estimado que una de cada tres personas que cumplan 65 años requerirá atención en un hogar de ancianos en algún momento de su vida. Sin embargo, la baja calidad de la atención en los hogares de ancianos ha sido un importante factor contribuyente en las altas tasas de mortalidad de las personas mayores de 65 años cuando enfrentan un evento extraordinario como la pandemia COVID-19.

Combatir cualquier pandemia exige una coordinación óptima entre el gobierno central y los estados, con directivas claras y recursos provenientes del gobierno nacional. En cambio, en los Estados Unidos, por ejemplo, la falta de coordinación centralizada con las autoridades locales los ha llevado a una feroz competencia por los escasos recursos para combatir la infección. Además, los mensajes incendiarios del Presidente Trump incitando a los ciudadanos a liberarse de las medidas de control de los gobiernos locales crearon una atmósfera de inquietud, en detrimento de una lucha efectiva contra la infección por coronavirus. Varios expertos en salud pública creen que una mejor coordinación y una respuesta técnicamente sólida de la Casa Blanca habrían salvado miles de vidas.

Una lección importante desconocida hasta hace poco es que las personas infectadas con el coronavirus son contagiosas antes de volverse sintomáticas; ello explica el fracaso para contener la pandemia desde el principio. Esto subraya la importancia de realizar pruebas diagnósticas adecuadas y generalizadas para aislar a todos los afectados por la enfermedad. Las medidas efectivas implementadas en Corea del Sur y Singapur para controlar la infección exigen un sistema de salud pública válido y financieramente sólido. Ignorar esta lección básica es una invitación al desastre.

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