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Francisco Martínez Pocaterra

Las sayonas de Mr. Trump

El candidato demócrata Joe Biden ha sido reconocido por las grandes cadenas noticiosas como el vencedor en las elecciones presidenciales. Ya sabíamos que el señor Trump, un narcisista impenitente, no iba a aceptar una derrota que presagiaban las encuestas (cuando mucho la acatará, pero no la aceptará, según lo refiere la cadena NBC). Bien lo señaló su exesposa Ivana: el hombre odia perder. Su psiquis, realmente, no puede manejarlo. Le incordia y le descompone el alma.

Hordas de fanáticos, cegados justamente por ese fanatismo, tampoco aceptan que perdió, y, igualmente sandios, se aferran a espejismos que, vistas las noticias en las principales cadenas estadounidenses, son solo eso, ilusiones, quimeras de un ególatra.

Asombra que en Venezuela lloren más la derrota de Trump que la de cualquier líder opositor, y lo defienden como si fuera él un adalid de la democracia venezolana (y bien sabemos, ni lo es ni le interesaba más allá de su campaña). Especulan y plantean hipótesis que según leo y veo en los medios importantes, ya son noticias segundonas, y todas dan por hecho que Biden ganó, así como también los medios internacionales y aún los gobiernos de variadas naciones. Se aferran pues, a una fantasía. Aún más, estos «MAGAzolanos» mienten… Sí, mienten.

Antes de seguir, debo aclarar, a grandes rasgos, que, en Estados Unidos, no hay una elección nacional, como ocurre en Venezuela y otras naciones de la región. Se celebran tantas como Estados de la Unión hay, vale decir, cincuenta. Cada uno tiene sus propias normas y sus propios plazos, y por eso, el recuento de votos es mucho más complicado de lo habitual.

Un fraude como el que plantea el candidato perdedor supone pues, una conspiración que incluiría incluso a autoridades del propio partido Republicano, porque no hay allá un ente centralizado que, al igual que en estas tierras, controle toda la elección (ni siquiera lo hace el Colegio Electoral), ni tampoco una que proclame un ganador finalizado el conteo de votos, que, depende de normas propia de cada Estado. Es por eso que lo hacen las cadenas noticiosas de acuerdo al conteo en los distintos centros de contabilización y a sus proyecciones.

Las eventuales reclamaciones, como hemos visto, se hacen en los tribunales estadales, incluyendo las apelaciones, que se plantean ante la Corte Suprema del Estado que corresponda; y, solo si fuere el caso, excepcionalmente, podría llegar alguna a la Suprema Corte en la capital (el caso Bush/Gore, por ejemplo, solo sobre las elecciones de Florida).

Contabilizados los votos en cada uno de los Estados y proclamado en cada uno de ellos el ganador por las autoridades estadales, se le atribuyen los votos electorales correspondientes, como se ha hecho, y, en diciembre, el Colegio Electoral votará. Cada estado posee sus reglas particulares para el reconteo obligatorio y otras formas de asegurar el resultado, e incluso, como ocurre con Maine, donde los votos electorales se reparten proporcionalmente. Por eso, porque su responsabilidad es inmensa frente al electorado, las cadenas no se pronuncian hasta que no hayan contado los votos (cabe destacar que, estadísticamente, era improbable que Biden ganara Alaska, pero ninguna cadena atribuyó los votos a Trump hasta no tenerlos contados).

Creo, como venezolano, que la lloradera de algunos compatriotas por la derrota de Trump ya resulta patética. Mientras especulan con teorías y, sobre todo, deseos más que hechos; millones de ciudadanos padecen penurias de todo tipo sin que parezca incordiarles más que el triunfo de Joe Biden, que, al fin de cuentas, solo nos concierne por la importancia de Estados Unidos en el concierto mundial. Supongo yo, para concederles el beneficio de la duda y no porque están alienados por el discurso orwelliano del magnate neoyorquino, que, desesperados, se aferran a una ilusoria invasión militar que él no iba a ejecutar y que jamás tuvo pensado llevar a cabo. Otras consideraciones hemisféricas se lo impedían e impiden (y probablemente se lo impedirán a Biden).

Dejemos de lado las quimeras, las majaderías de un narcisista que no tolera la derrota y que no ha sido puesto de lado por su partido por miedo a que, a través de su cuenta Twitter, exacerbe a las masas que le creen a pie juntillas sus delirios infundados, y enfrentemos el gran reto de construir rutas eficaces para transitar de este Estado fallido a una democracia saludable y próspera.

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