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Silvia Gruner

Las obsesiones de Silvia Gruner

NUEVA YORK: La Galería de Americas Society inauguró la exposición de Silvia Gruner, una de las más importantes artistas mexicanas. No ha sido fácil el trabajo de las curadoras Gabriela Rangel, Directora de Artes Visuales de Americas Society y Tatiana Cuevas, curadora independiente que también será la responsable de otra exposición, más grande, que la misma artista realizará en el Museo de Puebla. El trabajo de Silvia Gruner es muy amplio y, como dijo Gabriela Rangel, «no admite una organización cronológica».

Sus obras, que mezclan videos, fotos, instalaciones y performances, reflejan las obsesiones de la artista quien nos dice “reproducir ciertos actos y ciertas emociones, que quizás tienen que ver con un mundo onírico, y exagerarlas, llevarlas a los extremos para poderlas ver, es como un desplegar de las imágenes”. Pero su fuerza reside en la conexión que esas imágenes hacen con las obsesiones del que observa. Las lecturas que se pueden dar a las obras de Gruner son múltiples y diversas, así como lo son las vivencias de cada una de las personas que las mira.

La circularidad de las acciones nos desconectan de la realidad para obligarnos a contactar con nuestros propios sentimientos, con emociones de miedo, de angustia y también con nuestra fuerza y vitalidad.

La exposición se desarrolla en tres salas. Al entrar en la primera sentimos que nos engulle un gigantesco video en el cual la artista está situada en el borde de un hueco redondo lleno de agua, sinónimo de abismo y turbulencias, vorágine que atrae y espanta al mismo tiempo. Allí nos quedamos, a su lado, resistiendo al igual que ella, a la atracción inevitable de unas fuerzas tan primordiales. El efecto de esa imagen filmada en super8, grisácea y granulosa, se esfuma cuando la mirada voltea hacia otra pared y queda atrapada en un color rojo brillante, plástico sensual sobre el cual descansa un utensilio de piedra para moler, mientras una mano se introduce en él. Son dos fotos que, como explican las curadoras, muestran la mirada crítica y alejada de la artista hacia la internacionalización del arte mexicano y el rol de lo local dentro de la gran cocina del arte global. Lo antiguo, casi ancestral de la piedra para moler que pertenecía a su nana y ya está desgastada por el uso, se fusiona con el plástico, material de uso cotidiano en la actualidad. Las manos posicionan ambos en un contexto humano. Como dijo Gabriela Rangel, “Gruner tiene un vocabulario del arte conceptual que muchas veces es kitsch, divertido y que sexualiza los objetos cotidianos”.

En la segunda sala dos amplias pantallas muestran su obra central: Hemisphere. Un hombre va desenredando un estambre rojo, tejido en crochet, que, pasando por la casa de la artista, en particular a través de la cocina, une dos jardines muy diferentes, uno lleno de matas ordenadas, otro desordenado y con una vegetación más salvaje. En esos dos espacios la artista había anteriormente enredado con meticulosidad y cuidado, el estambre que el hombre con igual meticulosidad y atención se dedicará a desmontar durante dos días. Las dos gigantescas pantallas que reflejan en tiempo real la acción de ese desenredar un laberinto intencionalmente creado, crean un espacio de silencio y vacío. El magnetismo que transmiten movimientos realizados con irracional concentración y cuidado, desencadenan en el subconsciente del que observa emociones  y sensaciones distintas.

Ese hilo que desanda un camino hecho, hasta volver al origen de la acción, nos hace pensar en el recorrido de la memoria y también en la repetición absurda de muchas de las acciones que realizan las mujeres en sus quehaceres cotidianos: cocinar, limpiar. El enjambre mismo, el acto de tejer nos hace pensar en un universo preponderantemente femenino.

Silvia Gruner no comparte esta idea.

No creo que la repetición de las imágenes, el transcurrir de las cosas esté particularmente ligado a lo femenino, quizás a un sentido mucho más amplio de los femenino pero me he opuesto a lecturas gender de mi trabajo. Tuve una relación muy fuerte con mi madre, mi abuela, mi nana y en general con el vivir en México donde se hacen cosas, se cocina, se mueven objetos, se arreglan los carros, es como un mundo con una tecnología low. Pero lo que reflejo en mi obra son actos un poco absurdos, no tienen una función dentro de este mundo materialista sino buscan desplegar otros dispositivos de la mente, del alma, de la sensibilidad.

En la tercera sala hay el primer video que realizó Silvia cuando, como explica Tatiana Cuevas, siendo estudiante, descubrió la fuerza de la fotografía y del video. Arenas, así se titula, proyecta la imagen de Silvia quien, desnuda, despojada de toda defensa, muestra su fragilidad y fuerza al hacer volteretas entre las dunas de un desierto que agobia con su infinita extensión. Es un acto casi ritual y de purificación, un camino hacia la búsqueda de respuestas.

Aún hoy sigo buscando el sentido de las cosas aunque no siempre lo hago con mi cuerpo – admite Gruner.

En la pared opuesta una enorme grúa sumerge en las aguas de la bahía de San Diego un collar de 500 kilos, que, como explican las curadoras nació como escultura y sigue existiendo como escultura.

Yo trabajo con extremos y tras hacer un collar de 500 kilos busqué la manera de transformarlo en algo inmaterial – comenta Silvia Gruner.

Lo que nos llama particularmente la atención es una serie fotográfica que retrata unos espacios cuyas paredes están tapizadas de cerámicas verdes y cuyos únicos “muebles” son escaleras, barras de madera, cuerdas, paja. En una se divisan restos de comida. Son inquietantes, el vacío las vuelve violentas. El título Bauhaus for Monkeys nos permite entender que estamos frente a unas jaulas para monos, y ese lugar tan absurdamente alejado de la naturaleza se nos vuelve todavía más violento.

Son fotos seleccionadas entre las 20 que componen la exhibición completa así como quedará expuesta en el Museo de Puebla. Las realizó en un zoológico de Berlín. Deberían ser un espacio supuestamente acogedor para los monos pero, en la realidad es un hábitat totalmente artificial y realizado con el objetivo de permitir la observación de los animales.

Esta última serie está más conectada con mi trabajo actual – nos explica Silvia Gruner. – Estoy documentando espacios que en el pasado fueron hospitales psiquiátricos y ahora se han convertido en escuelas de arte. Hay muchos en el mundo. Son fotos en blanco y negro y mi intención no es documentar a la gente que ahora utiliza esos locales sino retratar trazos y vestigios de una transición que, lejos de querer transformarse en un documento antropológico, es real pero al mismo tiempo es imaginaria.

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