Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Alexander Anchía
ViceVersa Magazine

Las nuevas tecnologías y el escritor

Seguramente ni Cicerón, ni Homero, ni Dante, ni Cervantes y tampoco escritores más recientes como Camus, Cortázar o el mismo Julio Verne, que podríamos considerar el profeta de los escritores, hubieran podido imaginar que algún día un autor hubiese podido tener tantos recursos a la mano para llevar a cabo su arte; tantos que a veces incluso pueden llegar a distraer de la verdadera y auténtica creatividad.

Posiblemente Julio Verne, frente a muchas de las cosas que hoy están pasando, viendo como el capitalismo logró prostituir un oficio tan importante para la humanidad, hubiese sentido una profunda depresión.

Hasta el siglo XX cada escritor contaba con su pluma o bien bolígrafo y con todo su fuego interno al que, tiempo después, Nietzsche llamaría “el proceso Dionisiaco”, y solamente necesitaba tener tiempo suficiente para dar rienda suelta a su pensamiento e imaginación. Un enemigo natural que se cernía sobre la pasión del escritor era el cansancio de sus ojos agudizado por la llegada de la noche, contra la cual ya no podía hacer nada.

No fue sino hasta el siglo XX cuando, al aparecer las primeras máquinas de escribir, algunos vieron en ellas una posibilidad de desahogo. Sin embargo, en un primer momento, la escritura a través de máquinas de escribir fue considerada medio burgués, casi un capricho.

Al finalizar el siglo XX y con el inicio del XXI, los cambios han sido tan abruptos, que más bien el escritor que plasma en un papel viejo sus inspiraciones es considerado excéntrico, marginal, peculiar.

Internet hizo posibles las revistas literarias online o al menos los boletines literarios que a veces recibo de algún amigo. Pero hay un sinnúmero de inventos a favor de las personas que escriben y que algunas veces pueden distraer la inspiración, atraer a no escritores hacia el campo de la ficción y desanimar a otros tantos.

Ahora abundan los procesadores de textos, correctores de ortografía, revistas en línea, hasta publicaciones que se dan sólo en las redes sociales. Podríamos decir que se ha democratizado la escritura creativa.

Hay otros aspectos que sin ser tecnológicos no dejan de ser inventos o bien posibilidades económicas para unos a costilla de los pobres escritores que sólo desean dar a conocer algunas de sus obras.

Y en este campo podemos citar las Agencias de Representación Literaria, las Editoriales de Autoedición, Las Asociaciones de Escritores que bien pueden programar hasta encuentros o Congresos y hasta clubes de autores.

La academia no se ha quedado atrás, se ofrecen desde Masters en Escritura Creativa o Creación Literaria, hasta cursos virtuales de novela, de poesía; hay también cursos presenciales o simplemente el servicio de un tutor, el cual suele ser un escritor de cierta fama.

Hubo muchos escritores como Paz, Sábato, García Márquez o Ezra Pound, que dedicaron parte de su quehacer literario en escribir ensayos dirigidos a otros escritores, para que, basándose en sus experiencias, ellos pudieran formarse de modo autodidacta en el oficio de escribir.

Por lo que a mi se refiere, creo más en las viejas ayudas que derivaban del compartir las creaciones con otros compañeros, eso que llamábamos “Tallerear” o bien leer a autores conocidos y otros clásicos para mejorar destrezas. Son más efectivos, personalizados y si se quiere auténticos en el sentido de que ayudan al escritor a mejorar y aprender, lo cual es sin duda lo más importante cuando se desea progresar como ser humano y escritor.

En fin estas ayudas ahora abundan a granel, mi sugerencia es como dice la canción” Toma lo Bueno y deja lo malo” que ninguna de ellas te asegurará llegar a ser un buen escritor.

Hey you,
¿nos brindas un café?