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Las naciones del primer mundo son responsables de la tragedia en Yemen

Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, dijo recientemente que donantes internacionales han prometido $ 1.100 millones de dólares para ayudar Yemen. Más que una acción humanitaria, esta promesa solo subraya la responsabilidad que han tenido las grandes potencias en la crisis que ha devastado ese país. Paradójicamente, algunos de los países que ahora han prometido apoyo son justamente los que han contribuido activamente a causar los estragos en Yemen.

Como resultado de la guerra en curso en Yemen, 462.000 niños sufren de desnutrición severa y cerca de 2.2 millones necesitan atención urgente. Según UNICEF, al menos un niño muere cada 10 minutos debido a desnutrición, diarrea e infecciones del tracto respiratorio. Son estas algunas de las causas de muerte más comunes entre los niños.

La desnutrición infantil, que ha alcanzado una cifra récord y continua creciendo, es una de las principales razones de muerte en niños menores de cinco años. Los niños que sufren desnutrición se vuelven visiblemente frágiles y esqueléticos. La desnutrición crónica lleva al retraso del crecimiento lo que tendrá graves consecuencias sobre la salud física y mental futuras de los niños.

«El estado de salud de los niños en el país más pobre de Oriente Medio nunca ha sido tan catastrófico como lo es hoy», dijo Meritxell Relano, representante en funciones de UNICEF. Médicos Sin Fronteras, una de las varias organizaciones benéficas médicas que operan en el país, ha calificado la situación de «extremadamente seria». Según esa organización, los hospitales han sido bombardeados repetidamente con ataques aéreos y disparos de armas de fuego.

Como resultado de la guerra en Yemen, más de 10.000 personas han muerto y millones más han sido expulsadas ​​de sus hogares. Además de los muertos y heridos -muchos de ellos niños- el conflicto ha cobrado un precio devastador en un sistema de salud ya insuficiente y lo ha dejado casi destruido. Quince millones de personas no tienen acceso a la asistencia sanitaria en Yemen, incluidos las 8,8 millones quienes viven en zonas gravemente subatendidas. Faltan suministros médicos básicos y sólo el 45 por ciento de los establecimientos de salud están funcionando.

Se calcula que 8 millones de yemenitas han perdido sus medios de vida o viven en comunidades solidarias que registran un sobrecargo en los servicios básicos. Las comunidades necesitan ayuda para limpiar las minas terrestres y otros elementos explosivos en hasta 15 gobernaciones. Los yemenitas -particularmente los niños-  requieren apoyo y orientación psicosocial.

La guerra ha tenido un grave efecto perjudicial sobre la educación de los niños y de los jóvenes. Dos millones de niños no asisten a la escuela, resultado de más de 1.600 escuelas que han quedado inutilizadas, están ahora ocupadas por grupos armados o albergan a desplazados internos.

Según los cálculos del Banco Mundial, la tasa de pobreza se ha duplicado hasta el 62 por ciento desde el inicio del conflicto. El pago de los salarios del sector público, de los cuales depende aproximadamente el 30 por ciento de la población, se hace de manera irregular.

Uno tiene la angustiante impresión de que los civiles, en su mayoría niños, se han convertido en los peones de un juego de ajedrez mortal entre facciones en guerra. Como declaró Geert Cappelaere, Director de UNICEF para el Medio Oriente y el Norte de África:  «No hay un solo país en el mundo donde, hoy en día, los niños estén sufriendo más que en Yemen».

El reciente compromiso de 1.100 millones de dólares de los donantes internacionales para el Yemen devastado por la guerra plantea preguntas importantes. ¿Puede alguien imaginar lo que esa suma habría hecho para ese país antes del conflicto? ¿Cuántas escuelas, parques infantiles, centros de salud, hospitales y caminos podrían haber sido construidos? En cambio, la intervención extranjera en Yemen ha dejado un país devastado. ¿Nos hemos vuelto tan indiferentes ante el sufrimiento humano que no podemos pensar con claridad y compasión?

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