La guerra en Ucrania está teniendo efectos negativos cada vez mayores en la salud y el bienestar de las mujeres y las niñas. Abarcan no solo la violencia de género, sino que incluyen todos los aspectos de sus vidas. El acceso a los servicios básicos y la atención de la salud sexual y reproductiva se han visto drásticamente interrumpidos.
Desde la revolución de Maidan de 2013, también conocida como “revolución de la dignidad”, las mujeres ucranianas se han involucrado cada vez más en los asuntos políticos, sociales y económicos del país. Este compromiso ha llevado a un aumento en su participación política manifestado por ganancias en los escaños parlamentarios y en los consejos regionales. Como resultado, Ucrania ha ratificado o se ha adherido a la mayoría de los acuerdos internacionales sobre igualdad de género.
A pesar de estos avances las desigualdades de género persisten, reforzadas por normas tradicionales que promueven la discriminación y los prejuicios sistémicos contra las mujeres. Estas desigualdades se han visto agravadas por la agresión rusa en el este de Ucrania desde 2014. Los años de conflicto han aumentado y profundizado las desigualdades de género preexistentes y creado otras nuevas.
La guerra ha afectado especialmente a los grupos marginados y desfavorecidos, como los hogares encabezados por mujeres, los desplazados internos, los romaníes, las personas con discapacidades y las personas LGBTQ.
Hoy, millones de personas han huido de Ucrania y millones más, casi dos tercios de ellos mujeres y niños, han sido desplazados internamente y, como consecuencia, no tienen acceso a servicios esenciales. La pobreza y la dependencia de la asistencia social han aumentado y han empujado a muchas mujeres a los sectores informales desprotegidos de la economía.
La pandemia de COVID-19, que comenzó en Ucrania el 3 de marzo de 2020, amenazó los avances logrados en los derechos de las mujeres, el empoderamiento económico y el acceso a la atención médica. Las restricciones prolongadas a la movilidad han aumentado la desesperación y el aislamiento, y han incrementado su efecto negativo en las personas con problemas de salud mental.
Incluso en tiempos de paz, las mujeres tienden a padecer más inseguridad alimentaria que los hombres, pero la guerra en Ucrania ha exacerbado el número de mujeres que padecen hambre, inseguridad energética e inestabilidad económica. La agresión rusa a Ucrania ha provocado una redistribución de los roles familiares, sumándose a la ya pesada carga de las mujeres que, además de las responsabilidades tradicionales del hogar, ahora se ven obligadas a buscar fuentes adicionales de ingresos.
Las mujeres que cuidan niños, enfrentan una escasez extrema de medicamentos esenciales, atención médica y fondos para obtener artículos básicos, incluidos alimentos y fórmulas para bebés. Muchas mujeres enfrentan el desafío de acomodar y alimentar a los desplazados internos. Esto aumenta sus responsabilidades de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, a menudo a expensas de su salud y bienestar físico y mental.
Se calcula que el 95 por ciento de los hogares monoparentales están encabezados por madres solteras, que ahora enfrentan una mayor presión para mantener a sus familias, mientras que los miembros masculinos de la familia están más directamente involucrados en las actividades de defensa.
Las mujeres ucranianas han mostrado una resiliencia considerable y han contribuido en gran medida a los esfuerzos de defensa. Se estima que las mujeres constituyen el 25 por ciento de las fuerzas armadas de Ucrania. Este es un aumento de casi el 10 por ciento desde el comienzo de la invasión rusa. Las mujeres se han integrado plenamente en las fuerzas armadas, desempeñando funciones como soldados y ocupando puestos de mando.
Los líderes militares rusos no esperaban una resistencia tan fuerte de los soldados ucranianos, y menos de un ejército ucraniano fortalecido por la participación de las mujeres, algo que debe ser reconocido y honrado como un factor crítico en la defensa de su país.