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Gustavo Gomez Velez

Las mujeres malas no son tan malas

Para iniciar esta conversación vale la pena decir que durante la historia de la humanidad y en casi todas las culturas se ha ejercido la prostitución, o ha habido “mujeres de la vida alegre” o “de la vida triste” (según se le mire), o las compañeras incondicionales prestas a los deseos más sublimes y a los más perversos, pero que siempre procuran un placer humano necesario al cuerpo para que el “alma” ande más sueltica.

Tan llevada y traída, manoseada y vituperada profesión, merece que demos un repaso de algunas de “las chicas malas que no son tan malas.”

Empecemos con Joan Crawford que fue una actriz estadounidense nacida en 1905.

En el año de 1920 fue a Hollywood con la esperanza de convertirse en bailarina y actriz, pero no sería una tarea fácil. Su búsqueda resultó más difícil de lo que esperaba, por lo que recurrió a la prostitución. Fue declarada como lesbiana, así que la mayoría de las veces atendía a clientes del género femenino.

Jeanne- Antoine Poisson fue una duquesa-marquesa de Pompadour y marquesa de Menars, mejor conocida como Madame de Pompadour. Es recordada por haber sido una cortesana de gran importancia durante el reinado de Luis XV.

Llegó al Palacio de Versalles después de un baile real de máscaras, en el cual Luis XV se enamoró de ella. Así se convirtió en la amante de él por algunos años y en su favorita. Pompadour impulsó mucho la cultura, dio trabajo al pintor Boucher y apoyó el proyecto de la Enciclopedia de Diderot. Muchos de los avances culturales se deben en gran parte a la marquesa.

Teodora de Bizancio. Fue una emperatriz bizantina, esposa de Justiniano I. Iniciando su juventud, trabajó en un burdel en Constantinopla. Su intención era huir de la pobreza y se encontró trabajando en una casa de citas a muy corta edad. Fue una actriz y realizó algunas exhibiciones frente al escenario, además de otorgar ciertos servicios fuera de él. Una de sus representaciones más conocidas fue la de “Leda y el Cisne”, en donde se desnudaba frente al escenario, mientras los asistentes le esparcían grano sobre el cuerpo para que los gansos la picotearan.

Más tarde se convirtió al cristianismo y abandonó esta profesión. Conoció al príncipe Justiniano, heredero al trono, con quien se casó. Teodora, con el poder que ahora tenía, impulsó algunas leyes en beneficio de las prostitutas.

Valeria Mesalina fue la tercera esposa del emperador Claudio, aunque fue más conocida por su promiscuidad dentro del imperio romano. Fue considerada como ninfómana y según el poeta Juvenal se prostituyó bajo el nombre de Licisca (Mujer-loba). Lanzó un reto a las prostitutas de Roma, en las que las desafió a ver quién podía estar con más hombres en una noche. Al evento acudió Escila, la prostituta más famosa de Roma, y se dice que Mesalina superó el número de Escila que era de 25. La palabra “Mesalina” ha sido empleada para referirse a una mujer libidinosa y hasta ha llegado a ser empleado como sinónimo de prostituta.

La Güera Rodríguez. Famosa por tener amoríos con Simón Bolívar, Agustín de Iturbide y Alexander Von Humboldt. Y otras más que usted debe estar recordando.

 

Una práctica antigua que sigue siendo contemporánea

Ahora bien: el consumo sexual contemporáneo en muchas partes del mundo sigue en la discusión de si debe ser reglamentado, puesto que involucra algunas prácticas delictivas que se asocian al mercado sexual, como trata de blancas, prostitución infantil, en muchos casos bajo presiones, como usar las necesidades de niñas y niños en condiciones económicas difíciles, o la mezcla de la droga para soliviantar el ejercicio mercantil del cuerpo y acrecentar las arcas de las redes de droga-prostitución-mercado de personas. Esto frente a la necesidad de crear unas normas que regulen dichas prácticas teniendo en cuenta que se argumenta por parte de los clientes (consumidores sexuales) un derecho al placer, a la diversión sexual. Sea justificado o no, que el ejercicio “baja el estrés”, aumenta la productividad, libera el cuerpo y despeja la mente, son algunas premisas utilizadas entre las personas adultas, quienes a conciencia, en alguna vez o en varias, han recurrido como clientes (hombres-mujeres) o como prestadores de “servicios sexuales” los otros (hombres-mujeres).

Sabemos igualmente que son empresas muy bien montadas, que conozcan o no a Mesalina, o la Madame de Pompadour, o la Güera Rodríguez que satisfizo al Libertador. Aunque los proxenetas no sepan nada de estas historias, sí saben que es un ejercicio que nunca dejará de existir mientras hayan seres humanos pisando esta tierra. Saben también que, en el fondo, las sociedades mantienen el matiz de hipocresía o permisibilidad frente al tema, pues termina siendo un catalizador que evita, o por lo menos baja, las tensiones y el temor a que explotemos todos frente a las problemáticas políticas, sociales, humanas.

 

Y viene la pregunta: ¿amor o placer?

Un trillado argumento social es la creencia que con la compañera(o) estable se está por amor y con la otra (que puede entenderse como la amante) o en otros casos la dama de compañía o simplemente la putica solidaria se está por mero placer. Resulta ser un asunto un tanto moralista, aquello del amor de pareja es lo bueno, y los otros malos. Nada más fuera del contexto si se tiene en cuenta que para los seres humanos las pasiones, los instintos y la conciencia de sí (entendida tanto del cuerpo, como de la mente) son propias de nuestra especie y conforman un sentido del vivir, el vivir como fuente de experiencias que van formando al individuo.

¿Cómo puede asegurar alguien que tener trato sexual pagado con una prostituta no involucre sentimientos amorosos, afectos, llámese distintos, pero afectos, confidencias que muchas veces ni se le han hecho a la pareja permanente?

El lado oscuro de la práctica más antigua de la humanidad no es tanto el pagar por el servicio, sino la manera perversa en que se está moviendo este negocio.

Y aunque en todos los tiempos ha sido objeto de críticas, prohibiciones desde los púlpitos; aunque se ubiquen los burdeles en las afueras, alejados de las “gentes de bien”, seguirán los deseos de liberarse entre los brazos dispuestos de los “servidores sexuales”, de las mujeres (hombres) de la vida alegre o triste. Aunque llegue la era espacial siempre habrán marcianos o jupiterianos, extraterrestres disfrutando de un beso con lascivia y desafiando al Eros y al Tanatos, sabiendo que eso no saldrá de aquel cuartito azul.

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