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Las ideas irracionales venezolanas

Todas las personas, sin importar su gentilicio, las tienen. Son pensamientos recurrentes que vician la manera que cada quien tiene de percibir el mundo. Albert Ellis, un psicólogo estadounidense, elaboró esta teoría en los años 60, donde incluso enumera cuáles son las 11 ideas irracionales básicas. Pese a sus más de 50 años de antigüedad, sigue vigente, pero creo que es momento de ampliarla.

Para nadie es un secreto el desastre que está sucediendo en Venezuela, así que entrar en detalles es innecesario, pero me di cuenta de algo una de estas mañanas, mientras estaba en una cola en un mercado popular para comprar queso: El venezolano actual tiene un montón de ideas irracionales propias. Apenas me di cuenta, comencé a prestarle especial atención a las conversaciones que flotaban en el aire, a filtrar el bullicio para cazar lo que estaba buscando, y encontré un par de presas.

Lo primero es culpar de todo al gobierno. De absolutamente todo. Es cierto que los 17 años del régimen del “Socialismo del siglo XXI” nos han traído a esta conjunción de circunstancias críticas, pero no podemos exonerarnos de culpa, como niños pequeños traviesos que pretenden lanzarle al hermano la carga del florero quebrado. El Gobierno que tenemos hoy día es porque nosotros lo hemos puesto y mantenido allí. No llegó a ese lugar solito. Es producto de las acciones de los que estuvieron antes y de nosotros mismos.

Luego, viene la segunda idea: Siempre creer que algo pasará que va a solucionar esta situación. En un país donde cada vez han sido menos los medios de comunicación que proporcionan información amplia y veraz, ha nacido una ciencia que es más propia de una vecindad que de un país entero, la rumorología. “Me dijo mi prima que el cuñado de su peluquera tiene un compadre en la Guardia que la cosa en Fuerte Tiuna no está buena”, es una frase que más o menos resume los últimos quince años de rumores y cosas “por pasar” que en realidad jamás han pasado. Siempre las fuentes son dudosas, pero crees que ese evento que roza lo mágico y lo irreal puede pasar, y es algo tan grande que va a cambiar la historia. Lo más bonito es que nada de eso depende de ti. Siempre es una ayuda de fuera, o de la milicia, o de algo intangible pero súper poderoso.

La tercera idea es una especie de hermano bastardo de la segunda. Se trata de creer que una guerra interna va a solucionar todo. Los venezolanos no hemos pasado por una auténtica guerra como otros países desde hace más de 100 años. Ninguno de nosotros tiene la más mínima idea de lo que es una guerra como en Siria, para tomar una de las más recientes. Es cierto que las cifras de inseguridad son peores que las de una guerra, pero no son lo mismo, aunque sus efectos se sientan similares.

Por último, la cuarta idea, una que particularmente me molesta. Muchas personas de aquí de Venezuela se jactan de decir que este es el mejor país del mundo por sus paisajes, gente y belleza de las mujeres, cosa que no pretendo negar, pero ¿Realmente eso edifica a un país como el mejor del mundo?

Creo que existen muchos otros indicadores que son más fiables, como aquellos que se refieren a la seguridad, la economía y el progreso demográfico; para poder afirmar algo tan subjetivo en el comienzo. Es un argumento cliché, gastado y superficial que no ha contribuido a un verdadero avance en la problemática nacional, sólo a dar una sensación de falsa superioridad en comparación a otras naciones que también poseen cosas similares. Me cuesta aceptar que la gente se vanaglorie de su país por cosas que en realidad no requirieron de un esfuerzo personal. Si la frontera con Brasil estuviese unos cuántos kilómetros más al norte, el Salto Ángel sería de ellos, y no podríamos sacarle en cara a los extranjeros tener tan exquisita cascada. Eso no es algo por lo que trabajamos.

Creo que el punto de todo esto es abrir los ojos a la realidad, no la de las colas y la economía que va en caída libre, sino del papel que juega la percepción individual en la imagen grande. Enfrentar las ideas irracionales requiere de valor y esfuerzo. Quizás viéndolas a la cara y a la realidad sin sus filtros, nos ayude a visualizar no sólo la Venezuela que queremos, sino la que realmente podemos construir.

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