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Jonhen J. Rivas R.

Las eras de la angustia

¡Ansiedad! Vivimos en un mundo lleno de personas ansiosas, algunas tienden naturalmente a ella, otras la adquieren, lo cierto es que de manera inevitable, el ser humano sufre de distintos niveles de angustia a lo largo de su vida, en diversas formas y circunstancias; al nacer llegamos de manera angustiosa a este mundo, llorando y expulsando aire por pulmones recién estrenados, adaptándonos al ambiente que será nuestro nuevo hogar una vez fuera del vientre materno. Para los niños, la ansiedad se define en el hecho de no obtener lo que se quiere, la tolerancia a la frustración es la peor enemiga de un niño, ¿no hay leche materna? Llanto; ¿el niño no obtuvo el juguete que quería? Berrinche, y así de forma sucesiva a lo largo de la infancia. La angustia se expresa de forma natural, es una respuesta ante la carencia de algo, la trama se complica cuando empezamos a crecer…querido lector ¿recuerdas la primera vez que te caíste en público? ¿O recuerdas cuando por primera vez se burlaron de ti? Esa sensación angustiosa regresó, madurando junto contigo. Nuestras ansiedades cambian con nosotros. Deja de angustiarnos la idea de si nuestros padres nos llevarán a comernos aquella cajita feliz, y empezamos a preocuparnos por las notas del colegio. La ansiedad ahora viene de números y clases, o en otro ámbito esa preocupación gravita en torno a empezar a asistir a fiestas, a que nos inviten a aquella reunión en la piscina, o nos angustiamos por no saber que ponernos para ir a nuestra primera cita, pues es bien sabido que en la adolescencia hasta el más mínimo detonante, por mas pequeño que parezca, puede ser una fuente de ansiedad para un individuo, y si no me crees, querido lector, piensa en aquella primera vez que tuviste que hablar en público o pedir permiso para ir a una fiesta.

Como seres únicos que somos, nuestros problemas son diferentes para cada uno, no obstante, al iniciar la adultez temprana podemos caer en circunstancias bastante similares. Para muchos, la evolución de la ansiedad radica en los cambios; cambiamos de vida al crecer, dejamos atrás el colegio y empezamos la universidad. Es agobiante lidiar y adaptarse con rapidez ante tanta novedad. Luego de eso empieza la angustia de la independencia, tomar responsabilidades propias suena emocionante, pero luego de un tiempo nos damos cuenta de que ser independientes no es solo ir de fiesta y decidir por ti mismo que quieres comprar, es ir al banco, pagar cuentas, manejar una agenda, arreglártelas por ti mismo con las tareas del hogar y pare de contar. En el mejor de los casos la ansiedad es la única secuela de llevar una vida ajetreada.

Actualmente vivimos en la época de las grandes ciudades, del tráfico, las horas pico, la comida rápida y la burocracia lenta, así que desde que nos empezamos a hacer conscientes de lo que nos rodea, empezamos no solo a desarrollar la ansiedad, nos acostumbramos a ella, a convivir con el síntoma e incluso a utilizarlo como algo provechoso; el término ‘eutrés’ refiere al ‘buen stress’, a aquel impulso neurótico que nos mueve de un lugar a otro y nos hace ser seres funcionales en la acelerada sociedad actual.

No obstante querido lector, el ser humano siempre busca un equilibrio en su vida, y si bien creamos, fomentamos y nos movemos en actividades altamente ansiogenas en nuestro día a día, ya sea aquella cola para comprarnos un café en la mañana o ir dos veces por semana a tutoría para preparar nuestra tesis de grado, buscamos momentos de gratificación, la cual usualmente proviene de placeres simples, ya sea regalarse un día en el spa o simplemente quedarse en casa, tomar una larga ducha y atragantarse de helado, pues esa es la gran ironía humana cuando se trata de ansiedad, no podemos vivir sin ella pero nos encanta escapar de sus efectos por momentos, un ejemplo de esto es el popular dicho italiano ‘dolce far niente’ (la dulzura de no hacer nada), pero, si esa ironía llegase a ser cierta, la pregunta es ¿realmente somos libres de la ansiedad? ¿Nacemos con angustia o la buscamos nosotros mismos de manera casi masoquista para seguir adelante con nuestras vidas? ¿Somos neuróticos por naturaleza o nos volvemos neuróticos a nosotros mismos? Piensa en eso la próxima vez que te sientas ansioso querido lector.

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