A escala mundial, la magnitud de los problemas de salud mental sigue siendo elevada, y algunos de ellos parecen estar en aumento. Se estima que 120 millones de personas sufren de depresión, 50 millones de epilepsia, 37 millones de Alzheimer y 24 millones de esquizofrenia.
Alrededor de un millón de personas en todo el mundo se suicidan cada año, y aproximadamente 20 millones lo intentan sin éxito. En los Estados Unidos, el suicidio es la octava causa principal de muerte – cada 17 minutos una persona termina con su vida.
Según el Banco Mundial, los problemas de salud mental son una causa importante de años perdidos de calidad de vida. A pesar de ello, las asignaciones para tratar los problemas de salud mental en los presupuestos nacionales de salud son desproporcionadamente pequeñas en relación con otras enfermedades y con las graves consecuencias para la salud que representan.
Aún faltan mecanismos efectivos para tratar los problemas de salud mental. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que la necesidad más urgente se encuentra en varios países en desarrollo. De los 191 países estudiados, casi el 25 por ciento no tiene una política específica ni legislación nacional sobre temas de salud mental.
Según indica la OMS, la situación es peor entre los sectores más pobres de la población, cuya «falta de acceso a un tratamiento accesible hace que el curso de la enfermedad sea más severo y debilitante, conduciendo a un círculo vicioso de pobreza y trastornos de salud mental».
Pese a que, para muchos problemas de salud mental, existen tratamientos eficientes, casi dos tercios de los pacientes no buscan nunca la ayuda de un profesional de la salud. En muchos casos, la causa es la falta de medios económicos, en otros un prejuicio derivado del estigma frecuentemente asociado con la enfermedad mental. Según la OMS, el estigma, la discriminación y la negligencia son los principales factores que impiden que la atención y el tratamiento lleguen a las personas afectadas por trastornos mentales.
Los trastornos de salud mental se encuentran entre las principales causas de enfermedades y discapacidades en el mundo. Los trastornos depresivos son actualmente la cuarta causa de morbilidad, y se estima que ocuparán el segundo lugar en el año 2020.
A pesar de esta situación, aproximadamente el 70 por ciento de las personas están dentro de la franja de aquellos que tienen acceso a menos de un psiquiatra por cada 100.000 personas, el 55 por ciento a menos de un neurólogo por millón de personas y el 44 por ciento a menos de una enfermera psiquiátrica por 100.000 personas. Se trata de cifras generales que no tienen en cuenta variaciones regionales, nacionales y locales importantes.
En general, los servicios y recursos disponibles constituyen entre un décimo a un centésimo de lo que se necesitaría. A pesar de las grandes diferencias en salud mental entre los países industrializados y los países en desarrollo, ambos comparten un problema común: muchas personas que podrían beneficiarse de ellos no utilizan los servicios psiquiátricos disponibles. Incluso en los países que cuentan con servicios adecuados, ellos son utilizados por menos de la mitad de las personas que requerirían atención.
La necesidad de implementar políticas adecuadas es urgente. En caso contrario, los avances significativos obtenidos en los últimos 40 años en la reducción de la mortalidad infantil y materna, el aumento de la esperanza de vida y la reducción de la carga de enfermedades infecciosas, serán compensados con el crecimiento de problemas no adecuadamente atendidos de salud mental. La mayor forma de atacar este problema es que tanto las agencias internacionales como los gobiernos nacionales inviertan en servicios de salud mental como parte importante de sus estrategias de desarrollo.
Los encargados de la formulación de políticas suelen verse limitados por demandas competitivas de asistencia financiera para tratar los problemas de salud mental. Sin embargo, ellos deben tener en cuenta que se pueden prevenir algunos trastornos mentales; que la mayoría de los trastornos mentales y de comportamiento pueden tratarse con éxito; que no tratarlos conducirá a altos costos económicos y sociales; y que gran parte de esta prevención, tratamiento y curación es accesible. Lo que es más importante es que a través de un tratamiento apropiado, muchos de los que sufren de enfermedad mental pueden reanudar vidas normales, satisfactorias y productivas.