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Las conversaciones interminables

Conversar es uno de los vicios indispensables en la vida de los seres humanos, al menos así lo creo. Mis amistades y mi pareja las escogí porque son personas con las que puedo tener conversaciones tal y como me gustan: sin importar si son largas o cortas, importantes o banales, objetivas o sentimentales, con muchas historias de por medio, con debate, acaloradas o frías… Pero las que más me gustan son aquellas que parecen infinitas, porque toman horas, días o años en desarrollarse. Hay tres temas que para mí son inagotables y cada uno de ellos tiene una persona con la que lo converso.

De futuro, sobre todo lo que se refiere al lugar, la persona para ello es mi novio. En los 4 años de relación que tenemos, hemos hablado de eso durante horas, muchas veces, cada cierto tiempo: ¿Nos vamos del país o nos quedamos? En la situación en la que se encuentra Venezuela, es algo de lo que hablan una gran parte de los jóvenes, no sólo con sus parejas, sino con sus amigos, familiares o la doña entrometida de una cola de supermercado. Nosotros comenzamos a hablarlo en París, hace casi tres años, y desde entonces lo hemos revisado muchas veces.

De amor, con Maruja, una de las personas que más me conoce en el mundo. Cualquier noche en la que ambas estemos desocupadas es buena para vernos en su casa y conversar un largo rato; y sí, siempre es largo. No sabemos hablar brevemente cuando nos vemos. Las relaciones amorosas, buenas o malas, son nuestro tema; pero también lo que se refiere al arte. Todo lo que nos apasiona.

Con Fran, mi tercera persona, hago un viaje interior. Lo que llevamos por dentro, cómo vemos el mundo, lo que nos mueve… Esos son nuestros temas. Incluso, en medio de nuestros silencios hay diálogos, porque al contrario de lo que suelen creer las personas, ellos no son mudos. Hasta en la música tienen su espacio.

A lo que quiero llegar es que creo que hay ideas que son como complejos rompecabezas que necesitamos ayuda para poder armarlos, porque no tenemos guía de la imagen final ni las piezas completas. Somos unidades biológicas de pensamientos tan complejos, que nos necesitamos entre nosotros para poder darle sentido a nuestras existencias, y no imagino otra manera de construirlas que a través de estos diálogos infinitos, obras de arte que pintamos a varias manos sin saber cuándo las terminaremos.

Al final del día, el hombre ermitaño que vive aislado en la montaña o en una isla en medio del Océano Pacífico, ¿Realmente existe si otro no está allí para atestiguarlo? ¿Qué tan lejos puede llegar en su rompecabezas sin esas conversaciones interminables?


Photo Credits: www.crafter.org

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