La salud mental de los más jóvenes está muy afectada. Es un tema preocupante y merece atención de parte de los padres, la comunidad escolar y de quienes nos dedicamos a la salud mental.
Las conductas autodestructivas, también llamadas autolesivas en los jóvenes se han incrementado desde que empezaron a quedar atrapados en las redes sociales y en estos dos años de pandemia. Este tipo de lesiones no solo suceden en los jóvenes en edad escolar, también es muy frecuente en personas que padecen una discapacidad como: autismo, retraso mental o causadas por un accidente. Son varios factores los que están involucrados en el proceso de una autolesión desde los psicológicos hasta los fisiológicos y medioambientales.
Vamos revisando lo que sucede a nivel cerebral. Es un hecho que en los tiempos modernos estemos envueltos en gran cantidad de estímulos de manera que la bioquímica cerebral trabaja de manera acelerada y busca la manera de disminuir la tensión con somatizaciones y lesiones dolorosas en su cuerpo. “El dolor produce placer”, parece una paradoja y sin embargo el dolor causado a sí mismo proporciona alivio, sensación de control, libertad y adicción. Es por eso que una vez que inician con un tatuaje o una cirugía estética continúan con otras más. Las mordidas, comerse las uñas, darse golpes, cortarse la piel con cualquier objeto punzocortante (cutting), arrancarse el cabello (incluso de los genitales) quemarse y hasta ponerse los piercings en la lengua y en cualquier otra zona del cuerpo. El dolor activa el sistema químico del cerebro, el encargado de las emergencias. La función de las betaendorfinas y la dopamina es mitigar el dolor, se estimulan incluso en las fracturas de huesos y en las quemaduras. El sistema falla como consecuencia de activarse repetidamente, cada lesión a su cuerpo envía señales al cerebro que, como respuesta, libera dopamina y endorfinas, neurotransmisores que se vinculan a la superficie de las células cerebrales activando el mecanismo de recompensa, el mismo implicado en adicciones como cocaína, heroína y en la ludopatía. El dolor y el placer se convierten en un mecanismo de ganancia secundaria. “El placer doloroso como resultado del dolor”, sistema que evolucionó para protegernos del dolor pero que, de tanto activarse, queda dañado seriamente. Es tanto el dolor que tiene que mitigar la amígdala en el cerebro que las emociones se interpretan de forma inadecuada.
El problema es que los jóvenes y las personas en general que inician el proceso de lesionarse a sí mismos fácilmente se vuelven adictos a sus propios químicos y como en cualquier adicción quedan atrapados como rehenes de su propio cerebro.
En cuanto a los factores psicológicos, el disparador puede venir de diferentes fuentes: abuso sexual, maltrato, culpa, abandono de los padres, negligencia (los dejan solos) bullying (acoso escolar y entre hermanos) depresión propia de la adolescencia, divorcio complicado de los padres, duelo por la muerte de un familiar, inseguridad, falta de confianza en sí mismos y conductas obsesivas compulsivas como anorexia y bulimia, entre otros. Es importante el apoyo de profesionales quienes involucren en la terapia a los padres o tutores.
Me encuentro de manera frecuente con padres quienes tienen la idea de que con enviar a sus hijos a terapia ya cumplen y que ellos les resolverán como magia el problema. Lo mismo sucede cuando los internan en anexos en donde el método de “rehabilitación” es el maltrato y que carecen de profesionales de salud mental.
Hay que entender que se trata de problemas complejos en los cuales está involucrado el sistema familiar. El joven que se agrede a sí mismo es el foco de atención, su conducta no verbal merece atención. Prohibir, regañar, violentar, por sí mismos no funcionan. Castigos como retirar el celular, pueden ser una buena medida, pero no la única ya que se las ingenian para seguirse comunicando o buscando videos, esos en donde comparten con orgullo las lesiones que se infringen y que incitan a que los imiten.
Es importante mantener el contacto afectivo, otorgar apoyo para activar la oxitocina, la hormona del afecto, un buen antídoto en las crisis. Es importante evitar las culpas y tomar al joven como chivo expiatorio ya que se le producirá más compulsión a repetirlo, en casos graves hasta llegar al suicidio. El sistema escolar debe mostrarse comprensivo y ofrecer apoyo psicológico, no exhibirlos entre sus compañeros o expulsarlos de la escuela ya que pueden causar una depresión mayor.