El inventor y futurólogo Raymond Kurzweil ha advertido que para 2045 seremos inmortales. La nanotecnología sustituirá nuestros órganos enfermos y los androides y las máquinas estarán a nuestro servicio. Viviremos un mundo paralelo entre la realidad y la virtualidad en una dimensión que ya comienza a perfilarnos. El siglo XXI parece convertirse en la centuria de los eternos. Algunos sin embargo se han adelantado a la ciencia y se han declarado imperecederos, únicos, insustituibles como los primeros habitantes de la tierra: Adán y Eva o Adán y Evo, o estrictamente Evo.
Recuerdo una intervención de Evo Morales recién elegido en la que con mucha humildad en un acto que le organizó su padrino Hugo en Venezuela, pedía que lo ayudaran. Argüía su inexperiencia, sus dificultades incluso con el idioma castellano, su ingreso a un mundo, el de la política, en el que como sostenía uno de los Medici “no se anda precisamente con el rosario entre las manos”. Aquella declaración no era la de un impostor, no se trataba de un ensayo demagógico. Lucía sincero, auténtico, sin libreto a la medida. Venía del universo de los luchadores, equivocados o no, pero ostentaba una vida austera en un apartamento humilde con el único vicio del fútbol a cuestas. Hasta Chávez se sorprendió con sus palabras. Luego el poder lo devoró implacablemente y pidió privilegios, no entendió la economía, solicitó enemigos, confiscó, expropió y hasta se compró un jet privado siempre en nombre de los excluidos. Entre el timorato, el balbuceante que juntaba con dificultad las palabras para que no se le perdieran en el intento y el hombre displicente de la actualidad que ve por encima del hombro a los demás queda el saldo trágico de cómo el poder modela sus criaturas hacia un idioma superior.
En un país como Bolivia que cuenta históricamente con más de 190 golpes de Estado desde su creación, no cabe duda de que Evo contribuyó a su estabilidad estatal, social y económica en una república muy movilizada políticamente. A pesar de los resultados adversos del referéndum que le impiden reformar la constitución y presentarse en las elecciones de 2019, Evo y su vicepresidente García Linera tienen el descaro de decir que nadie ha ganado cuando ese mismo pueblo mil veces invocado, le ha recordado sus límites, su ya recortada estatura pública. Bolivia plurinacionalmente le ha dado fecha para su vuelta a casa y con él toda su quincalla marxista y perdedora. Evo: no te vistas que no vas. O al estilo de los Enanitos Verdes en su Lamento boliviano: Evo, no te peines en la cama… Que los viajantes se van a atrasar.