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Azucena Mecalco

L’Amant

Très vite dans ma vie il a été trop tard

Marguerite Duras

El mundo se compone de conceptos. Ya sea para definir situaciones físicas o ideológicas, el hombre los utiliza. Resulta gracioso observar cuantas búsquedas debemos iniciar para lograr definir una palabra. Peor aun resulta con las emociones como el “amor”. Más allá de ser utilizado como un pretexto para cometer las más terribles atrocidades, este concepto se ha tergiversado a tal grado que carece de un significado. Todo se justifica si “se hace por amor”. Quizá la respuesta es que nunca tuvo un significado concreto, como no lo tiene ninguna situación de índole emocional y quizá muchas de orden físico tampoco.

Para establecer qué es el amor existen millones de teorías cada una más errada que la anterior. Si ni siquiera se puede establecer el “qué”, cómo podríamos traducirlo en un “cómo” o un “por qué”. Después de todo, ¿qué es lo que se ama?, una idea fija capturada como una fotografía en un instante dentro del fluir del tiempo, un concepto, una idea, un reflejo, pero nunca un sujeto.

En Japón, por ejemplo existen dos palabras para referirse a la noción de “amante”. La primera, koibito (恋人), que se refiere a un estado puramente romántico; en tanto aijin (愛人) se utiliza para referirse a una situación mucho más pasional.

Sin embargo, todos estos juegos del lenguaje no dejan de ser más que palabras; porque este tipo de situaciones sólo se pueden analizar a posteriori y de ninguna manera de forma teórica o conceptual. Es así como lo plantea Marguerite Duras en: El amante.

Este libro narrado en tiempo psicológico, retrata la historia de una seductora adolescente que vive un romance prohibido, en términos morales, y no es otra persona que la misma Duras. La escritora retrata de forma aguda y contundente, a través de su propia experiencia, las visiones, estereotipos, valores y prejuicios de la época en la que transcurre el relato (principios del siglo XX), y muestra que, en términos prácticos, continúan siendo los mismos que nos rigen hoy en día.

Pero el racismo, las clases sociales, el constante movimiento e incluso los lugares que se describen en la historia, desde Saigón hasta París, no son sino el contexto del dramático romance entre la Duras de 15 años y su amante chino de 26.

Durante el relato, la autora desarrolla el tema de la pasión, la exaltación de los sentidos y el hedonismo como una vía de escape, no de sí misma, sino de su propia y caótica realidad. Toda la trama se compone de recuerdos y ensoñaciones difusas que finalmente cobraron forma en una novela publicada en diciembre de 1984.

Si bien los juegos del lenguaje que emplea, los cambios estrepitosos de tiempo y la forma un tanto inconexa en la que está escrito ayudan al lector a sentir proximidad e incluso intimidad con respecto a los recuerdos y descripciones de la autora, también es cierto que dificultan la lectura del libro volviéndolo tedioso.

Sin embargo, logra transmitir por lo menos un ápice de las sensaciones y la atmósfera que la envolvían. Así mismo las concepciones del tiempo y sus analogías con la fluidez de éste, las preguntas como qué es lo correcto o lo prohibido, qué es el amor y cómo estar seguros de que se experimenta, capturan la atención logrando que llegues hasta la última página de la historia, siempre a la expectativa del final aunque sepas de sobra en que termina, porque como en todo lo más importante no es el qué si no cómo se narran las cosas.

Después de todo, todas esas concepciones, desde lo prohibido hasta lo correcto,  se vuelven maleables y particulares dependiendo que situación se trate y sobre todo a quien involucre, porque tal como las personas cambian, los conceptos y sus significados también, peor aun tratándose de algo tan susceptible y vaporoso como el concepto de amor.

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