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La voz del pueblo

Se llama resiliencia a la capacidad que tiene cada uno de adaptarse y superar la adversidad. Y si es en grupo, -por decir que en términos sociales resiliencia significa-, al sobreponerse a los eventos adversos, el grupo reconstruye los vínculos internos a fin de hacer prevalecer su homeostasis colectiva, vale decir, su capacidad de metabolizar los eventos externos, de modo tal que el grupo no fracase en su propia sinergia.

Sería fácil concluir entonces que a más resiliencia más salud, menos tristeza y más capacidad de reacción en positivo y en comunidad, cuando las cosas se ponen mal. Pero creo que no es tan simple.

Si acordamos que en el caso venezolano la resiliencia se ejerce sobre todo a través del humor, se entiende que después de las misses, el humor sea uno de los orgullos más emblemáticos de la nación. Pero dudo que los ilustres Aristóteles, Sigmund Freud, Arthur Schopenhauer o Henri Bergson hubieran podido imaginar el alcance del humor venezolano.

El humor, en general, sirve para presentar, enjuiciar o comentar la realidad. Resaltando el lado cómico o ridículo de las cosas, es así como permite la catarsis. Funciona como antídoto pues haciendo una sublimación de la realidad, nos permite reírnos de la desgracia y desviar el impulso agresivo o la depresión.

Quiero decir que al reír nos disociamos de acontecimientos que suscitan normalmente profunda inquietud. Y no hablo de la risa nerviosa, acto fallido del subconsciente esquivo. Hablo de la risa que purifica, en tanto permite drenar la violencia que surge como respuesta natural ante la frustración y el sufrimiento.

No es siempre así: mientras que algunos lloran otros escogen reírse. Los que toman el camino de las lágrimas, generan compasión por identificación, mientras que los que se ríen, permiten expresar el desaprecio y desmarcarse.

Si tomamos en cuenta que el humor es indisoluble del contexto, los a priori, podemos decir que Venezuela, tan territorio de insondables, es un terreno más que fértil para el humor. Sobre todo porque vive uno de los momentos más prolijos en decires y bárbaro desparpajo, indolencia lógica y profusión de carga emocional en las palabras. De allí que sea caldo de cultivo para el surgimiento de un humor cada vez más negro, que se fundamenta en eventos tristes o desagradables que, para hacerlos más soportables, trasforma y degrada en irrisión. Viene al caso citar a Oscar Wilde cuando decía que “el humor es la gentileza de la desesperación”. En el caso de Venezuela, mas que gentileza, gentilicio: nuestro humor es el gentilicio de la desesperación.

Digamos que nos es fácil tratar a la ligera las cosas graves, y gravemente las cosas ligeras, inversión que marca la pauta en esta suerte de mundo al revés que es el país.

Elocuencia del paroxismo del humor con que se vive la difícil situación en Venezuela, es la aplicación ya en uso por miles, sólo para Androides, La Voz del Pueblo. Esta aplicación ofrece un amplio repertorio para la expresión del humor liberador:

Cualquiera de las versiones imaginables del logo de los ojitos achinados del fallecido presidente: contento, asustado, con lentes, o cerrados…

Cualquier cantidad de retratos del susodicho, en momentos de elocuentes expresiones faciales descontextualizadas y reinterpretadas en tanto acompañadas de comentarios alusivos a la desastrosa situación económica, política, social, y todo lo demás… “A mí tampoco me gustan esos memes”… ¿Qué… necesitas un repuesto para el carro?”… “Oye, chico, a mí me rinde la quincena”… ¿Te robaron otra vez?… Sin ver la foto, las palabras se quedan muy cortas en expresar la eficiencia del humor que contienen estos memes.

Pero el glosario es definitivamente lo más espeluznante de esta producción de humor. Como es fácil imaginar, luego de 15 años de muchas cadenas de muchas horas de discurso presidencial, se trata de un glosario sumamente extenso. Frases, expresiones, como era usual, exaltadas de emoción, escogidas con mucho tino, descontextualizadas aunque sin alterar una sola palabra, que resultan hilarantes, asertivas, elocuentes, precisas, perfectas para rematar cualquier chat, por comentar con humor del más allá, cualquier cosa, de los terrores del más acá.

Cualquier venezolano puede encontrar la frase que se ajusta al momento, por hacer el chiste a cargo de la emocionada voz presidencial negada a morir: «No estamos en tiempo de yacuziiiiiii», «Dios mío, que bello», «Uno puede vivir sin Cocacola… no es imprescindible la Cocacola», … y si antes a algunos les producía algún mal sabor escucharlo de nuevo, con esta aplicación cualquiera se cura del espasmo y más, porque en las manos de cualquiera las frases empiezan a adquirir significados de cualquiera, en el juego cotidiano de no tomarse nada demasiado en serio. “Tres minutos he contado yo, y no quedo hediondo”“El diablo está en casa, pues”  “You are a dunky”“Váyanse al carajo cien veces”.

Y por si fuera poco, la aplicación incluye también otras perlas de lo más letrado de algunos otros personeros del gobierno. ¿Qué más se puede pedir?

¿Podríamos decir entonteces que lo que salva al venezolano de cualquier desgracia es su humor? 

Si nos ajustamos a la definición de resiliencia referida al derecho, “capacidad de las personas, dentro del marco general de los derechos humanos, de recuperar su estado original de libertad, igualdad, inocencia, etc. después de haber sido sometidas a las acciones de fuerza del Estado”… me surgen dudas acerca del alcance del humor y se me quitan las ganas de reír después de los recientes eventos de aprobación y desaprobación a manos del poder judicial, que definitivamente no conoce La Voz del Pueblo.

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