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La vida por la cual marchar

En el último mes, los colombianos hemos sido espectadores y seguramente partícipes de conversaciones y debates sobre la importancia de resignificar el valor de la vida en el país. Independiente del ambiente politizado en el que se han dado algunas de estas reflexiones, la vigencia e importancia de este tema es una realidad en Colombia.

Como lo consagra el artículo 11. de la Constitución Política de Colombia, el  derecho a la vida es inviolable, pero esto no ha sido impedimento para que en nuestro país se dieran y se sigan dando dinámicas que históricamente han violentado contra la vida de millones de colombianos.

El conflicto armado, la desigualdad y la pobreza se han convertido en situaciones habituales que han logrado permear diversos aspectos de nuestra sociedad. No deja de ser preocupante que hoy seamos reconocidos como uno de los países de *América Latina más violentos de la historia contemporánea con cerca de 220.000 personas muertas a causa del conflicto armado (8 de cada 10 son civiles), que cerca del 15% de la población colombiana se encuentre en condición de desplazamiento* (1), y que 30,7% (2) de los colombianos se encuentre en situación de pobreza.

Es evidente que las nuevas generaciones hemos heredado una sociedad con muchos temas pendientes, entre esos valorar y respetar la vida del otro como un sujeto igual a mi. Nos hemos acostumbrado a los homicidios y las muertes violentas, pero también a la exclusión, la inequidad y la pobreza, otro tipo de violencia directa y estructural. Es urgente que reconozcamos el país que heredamos, comprendamos los grandes desafíos que tenemos, y nos comprometamos con el cambio por medio de un trabajo colectivo hasta el momento en que las próximas generaciones puedan convivir en una sociedad colombiana justa y en paz.

Este compromiso debe comenzar con reconocer los distintos factores que atentan contra la vida de un colombiano, los tipos de violencia que generan la vulneración de sus derechos, y lo más importante, reconocer el individualismo característico de la idiosincrasia colombiana como juez y parte de esta realidad. Aquellos que somos cercanos y estamos conscientes de las múltiples violaciones a los derechos humanos que viven millones de colombianos, sabemos que la transformación está en la construcción de una conciencia colectiva, una conciencia que reconozca en el otro un sujeto de derechos y luche contra la indiferencia. El compromiso es con la transformación que reconoce el valor de la vida con derechos.

Hoy tenemos la oportunidad de incorporar un aprendizaje potente como colombianos. El debate vigente en torno al respeto a la vida, nos da la posibilidad de generar conciencia colectiva sobre la violación de los derechos humanos en Colombia y reconocernos como actores de cambio.

Nuestro desafío es acabar con la indiferencia, es reflexionar si sólo debemos comprometernos con el respeto a la vida, o también trabajar por una vida digna para todos. Es enfrentar la violencia directa y estructural que prevalece en el país, trabajando por la defensa de todos los derechos humanos. Nuestra responsabilidad hoy como colombianos es preguntarnos si sólo es cuestión de marchar por el respeto a la vida o movilizarnos todos los días, desde la acción, para resignificar el valor de la VIDA DIGNA.

Daniela Carvajalino, Directora Social TECHO – Colombia


(1) Colombia: Memorias de guerra y dignidad. http://goo.gl/Dpsjfq

(2) Panorama Social de América Latina 2014. http://goo.gl/zF8YnG

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