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Paola Maita

La vida en La Casa Tomada

Dicen que quien no estudia la historia está condenado a repetirla, pero yo a eso le agregaría que quien no lee está destinado a jamás entender el mundo.

Uno de los escritores a los que siempre he admirado es Cortázar, aunque deba confesar que no me he devorado su obra, tal como he hecho con otros autores, por razones que no vienen al caso. Entre sus cuentos que he tenido oportunidad de leer, hay uno en el que he estado pensando desde hace unos días: La Casa Tomada.

Para aquellos que no lo conocen o que no lo recuerdan a detalle, les ahorraré la búsqueda en Google. En resumidas cuentas, trata sobre dos hermanos que viven en la casa de su familia, siguiendo durante años una rutina inalterable. Un día, comienzan a escuchar ruidos en una de las secciones, les da miedo, deciden cerrarla con llave y no entrar más. Son capaces de abandonar algunas de sus pertenencias favoritas, como libros, porque están de ese lado de la casa donde escucharon ruidos. Otro día, escuchan un ruido en la cocina, lo que los aterra y deciden huir, abandonando la casa para siempre.

La primera interpretación que se hace del cuento es que es una metáfora alusiva a lo que ocurría en Argentina en la época de Perón, es decir, la sensación de invasión que había en el país por el régimen dictatorial; pero hoy, leía el cuento mientras esperaba que a mi carro le terminasen de hacer el cambio de aceite y sentí que La Casa Tomada no habla de la Argentina peronista, es el cuento de mi propia vida en la Venezuela del 2016.

Es cliché decir que la magia de la literatura yace en el ser capaz de llevarnos a cualquier lugar, pero en mi caso me trajo de vuelta a mi realidad. Yo, queriendo fingir que nada pasa, leyendo un libro en un taller con intenciones de escapar de la realidad, me encontré un espejo en el papel y mi reflejo en el relato. Mientras trataba de obviar que acababa de pagar el equivalente a casi dos salarios mínimos por un cambio de aceite, o que el señor de al lado conversaba con otro sobre la crisis venezolana, Cortázar me recordó que sin querer- que ignorar algo que sucede en nuestra casa no hace que desaparezca. En pocas palabras, me abofeteó con la infertilidad de la negación.

No sólo los venezolanos vivimos en La Casa Tomada de Cortázar, sino también todos aquellos que andan cerrando secciones de sus vidas porque están siendo invadidas y prefieren darlas sin luchar. Da igual en este caso si es algo tan serio como el irse de su país o el contestar que se está bien, por no decir lo que verdaderamente sucede. Ambos y todos los que están en el medio han convertido el mundo entero en su casa tomada.

Supongo que es más fácil marcharse y tirar la llave por la alcantarilla, tal como los personajes del cuento, que retomar posesión de la casa. Después de todo, yo terminé de leer el cuento de Cortázar en vez de leer el periódico que estaba al lado, y escribo este artículo haciendo una comparación metafórica con un cuento de Cortázar, por no seguir hablando de lo que veo en la calle.

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