Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

La tentadora idea de un alma gemela

Cada vez que me hago un tatuaje, es la misma situación: tomo la decisión, con apenas la suficiente osadía como para poder llegar al sitio, respiro agitadamente durante todo el camino, tiemblo de dolor durante todo el proceso y, una vez listo, juro que más nunca me haré pasar por eso de nuevo. Bueno, para mí, es lo mismo con las relaciones románticas. Pero lo interesante es que, una vez pasado el tiempo, me olvido de todo el sufrimiento, lo intenso que fue, o cómo quería echarme para atrás a mitad de la cuestión y, de alguna manera, me las arreglo para reunir la fuerza y la determinación para hacerlo todo de nuevo. Porque la verdad del asunto es que el dolor ya no está allí, y todo lo que queda es una hermosa cicatriz que tiene un significado profundo para mí (les juro que no soy tan emo como sueno).

Cada una de las relaciones significativas que he tenido, me ha dejado algo que nadie me puede quitar: el aprendizaje que me queda. Una vez que superas el duelo y te recuperas, puedes darte cuenta de cómo tu psique ha sido marcada y, consecuentemente, enriquecida. Pero queremos creer, conscientemente o no, que las almas gemelas existen, o, como mínimo, que existe alguien tan raro como nosotros, capaz de ser imperfecto a nuestro lado y de compartir con nosotros todas las irracionalidades que nos afectan. Así que arrastramos nuestras ya selladas almas con nosotros y, de alguna manera, hacemos espacio para seguirlas marcando, como si sufriéramos de horror vacui o algo por el estilo.

El otro día estaba viendo Café de Flore (2011), película que recomiendo ver si crees en la existencia de un alma aparte del cuerpo, si crees en la reencarnación, en las almas gemelas, y si te apasiona tanto el amor romántico, que siempre estás tratando de buscarle una explicación o justificación. Porque sabemos que hay una razón científica detrás del amor y, aun así, seguimos indagando más allá. Creo que esto es porque realmente nos vemos tan afectados por este sentimiento, que no podemos racionalizar todas las dudas que nos genera. Así que si la dopamina, la serotonina y la oxitocina no son lo suficientemente convincentes para ti, ve esta película, y tal vez encuentres la iluminación deseada. Pero te advierto, no es necesariamente buena ni esperanzadora.

Sucede que a veces nos toca tomar una decisión y tenemos que ser consistentes con lo que creemos. Esto puede ser todo un reto con respecto a ciertos temas. Yo, por ejemplo, no soy una persona religiosa, pero sí me considero espiritual. Sí creo que tengo un alma, solo no una que vaya a sobrevivir a mi cuerpo. Mi psique, mi mente, mi alma, como sea que lo llame, es un producto de mi cerebro, el cual no seguirá funcionando una vez que muera. Pero, incluso cuando trato de ser coherente con mis creencias, a veces me encuentro contradiciéndome. Por ejemplo, cuando vi Café de Flore, de repente, sentí que lo entendía todo. Pero, ¿cómo podía creer en la reencarnación, cuando para empezar no creo en una vida después de la muerte? “Cómo es que ahora te sientes tan iluminada?”, me pregunté.

Pues esto pasa porque la idea de un alma gemela es realmente tentadora. Me refiero a la definición enteramente espiritual del concepto, no solo a que seas compatible con alguien y lo ames, sino a que tu alma esté destinada a estar con la de esa otra persona. ¿No suena hermoso? Es tan pintoresco, que la idea en sí misma ha estado inspirando cada vez más y más a los artistas de estas últimas décadas. Pero tal vez se reduzca solo a eso, a una espectacular obra de arte producto de nuestra imaginación y llevada a cabo gracias a nuestras increíbles capacidades artísticas. Porque hemos estado contando historias desde que vivíamos en las cuevas, y este tema de verdad que se presta para ello.

Tenemos un impulso amoroso, más allá de nuestro impulso sexual. Como especie, no solo buscamos reproducirnos, sino ser felices. También sabemos que la satisfacción física es efímera y que el amor puede proveer felicidad contínua y duradera (al menos durante más tiempo). Esta es la razón por la cual todos buscamos a ese alguien especial, incluso quienes no creemos en un alma gemela. Creo, al igual que Tomas en “La insoportable levedad del ser” (1984), que todo es la suma de una serie de eventos fortuitos; a este héroe de la literatura, esto no le impidió amar a su pareja, Tereza, aunque sí le restó peso e importancia a su relación. Pero esto no tiene por qué ser así. Una relación puede ser significativa, valiosa y transcendental, sin tener que tener “es muss sein” impreso en ella.

Hey you,
¿nos brindas un café?