Uno quiere saber que hacen los otros, pero como se tiene el principio de la libertad como un principio del que no se tiene, en su mayor concentración de lo real, conocimiento y sobre la que la conciencia de sí (Bataille) no se ha formado, entonces, la libertad de la que se habla, no es la libertad de la que se trata, sino sobre la libertad que está instalada en un equívoco que no está resuelto.
Cuando se trata de la libertad, se debe deducir que se da libertad para hacer y construir más realidad, sobre la y desde la inclinación de cada uno, o sí, desde una estética, que son y serán los principios donde cada uno base su libertad.
Basarla no quiere decir aquí substituirla o eliminarla ante unos y otros, que buscan como intervenirla para disminuirla o para censurarla, porque esa libertad que se da, es la que ha de mantenerse en relación con lo que se trata de ella en cada uno y lo que se proyecta a la libertad que es dada, o sea, a la que es dicha.
Pronunciarse desde esa libertad dada, es hacerla no coincidir con la que se tiene o la que se da, sino construir unos hilos nuevos que formen la red de la libertad nueva, transformada desde el que la tiene para sí y del que la da, porque entonces no serían nada ni la una ni la otra.
Nadie sabe de la libertad, hasta tanto ella no comienza a desarrollarse en sus sentidos y en sus contenidos.
La libertad entonces, para indicar, para mostrar, para inducir, para instruir, debe ser tenida en su dimensión estética como una construcción que proviene y resulta de las libertades de cada uno, del cada uno formado en su libertad y decisión de ella, y quién la da para que entonces sea la libertad una verdad indecible y no solamente aquello que se puede decir, sin consecuencias.
Quién hace de la libertad su poder de transformación de sí mismo y de la realidad que lo circunda o lo instaura de una manera en el mundo, sabe que esa libertad tiene unas consecuencias y lo mismo.