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Leopoldo Gonzalez Quintana

La secta llamada 4T

El poder central mexicano, desde la plancha del Zócalo, no acierta a gobernar un país compuesto por más de 126 millones de mexicanos, pero a cambio tiene la mira puesta en perseguir a disidentes y opositores y en proteger a los de su círculo.

Poco importa si el país está siendo destruido palmo a palmo por el crimen organizado, los saqueos multimillonarios en el sector salud, la entrega de obras corruptoras a las fuerzas armadas, la quiebra o cooptación de organismos autónomos, la educación puesta en manos de hordas de normalistas, la economía sometida al capricho de la familia presidencial, las candidaturas de Morena avocadas a endiosar machos alfa, los desaciertos en todos los órdenes llevando al país a un apocalipsis nacional.

Asegurar la marcha correcta del país y la solución de los grandes problemas nacionales, es algo que ni le preocupa y tiene sin cuidado al presidente López Obrador.

Él y su gobierno se mueven en lo más parecido a una lógica de secta: lo que importa no es que salvemos a quienes no quieren ser salvados, sino que el fin del mundo nos encuentre a nosotros unidos, amándonos y disfrutando las mieles y delicias del poder.

Que el país se haga trizas o añicos, con tal de que nosotros aseguremos nuestra propia permanencia en el poder, parece ser el dogma, versículo y consigna de la 4T.

Las grandes sectas hablaron del fin del mundo en la Primera (1914-16) y en la Segunda Guerra Mundial (1944-45). Todavía en el sismo de 1985 y en el cambio de siglo y de milenio, en 2000, lo hicieron.

Morena y la secta llamada 4T no aspiran a tanto: el fin de México -tal como lo conocimos hace años- les basta.

Apóstatas, herejes, blasfemos y creyentes despechados como Carlos Urzúa, Porfirio Muñoz Ledo, Javier Jiménez Espriú, Alfonso Romo Gutiérrez, Germán Martínez y otros, ni serán vistos ni serán llamados por el señor de Palacio en el éxtasis de la hora final.

A los incrédulos e indecisos que han dudado y no se han decidido a tomar partido a favor o en contra de la sagrada palabra del Mesías de la 4T, les espera el certero fogonazo verbal del Antiguo Testamento: “Vomitaré a los tibios”.   

Los infieles que a duras penas caben en “la viña del señor”, unos, como el exgobernador de Nayarit Roberto Sandoval, y otros, como el gobernador de Tamaulipas Francisco Javier García Cabeza de Baca, con culpas reales o presuntas y en calidad de placebo para las masas coléricas, serán declarados “pecadores estándar” del reino de este mundo y caerá sobre ellos el peso de una condenación que, no por terrena, dejará de ser eterna.

A esa lista mínima de infieles y renegados, pronto habrá de agregarse otra: la de los críticos y disidentes que no han logrado entender la filosofía de José Alfredo Jiménez, pues la letra “… Y mi palabra es la ley” fue escrita por el guanajuatense como el salmo más preciado y luminoso de la visión política del partido del presidente.

A quienes anden jugándole al santurrón panteísta en el Jardín del Edén, en los tiempos y templos de la 4T, les espera la grave y descomunal advertencia que coloca Dante en “La Divina Comedia”, en la puerta de entrada al Infierno: “¡Todos los que entráis aquí, perded toda esperanza!”.

Las sectas religiosas y políticas y los ritos mafiosos, tienen una historia porque tienen una deidad secular a la cual entregar sus miedos, sus frustraciones, sus inseguridades, sus grandes vacíos interiores. Si a algunos les abruma la idea de Dios, más les abruma la desesperación de no encontrarle. Es entonces cuando los pueblos crean ídolos, profetas, herejes y mesías bajo pedido, lo cual explica que haya más de 508 sectas y ritos no ortodoxos en el mundo.

Siendo Morena como es, un partido que no tiene ojos para su propia fealdad, oídos para su contaminación auditiva, sentido de la autocrítica para su mediocridad ni olfato para su propia hediondez, es entendible que la mano del señor -sin encomendarse al Jinete de San Urbano- purifique todo lo que toca, beatifique todo cuanto ve y hasta canonice a los impíos más impresentables de la causa.

Por este pequeño, significativo y casi celestial protocolo, los únicos que ya tienen boleto de salvación asegurado bajo el cielo de Morena, son el inmaculado Félix Salgado “Macerdonio”, el inefable Jaime Bonilla, el purísimo canciller Marcelo Ebrard, el impoluto Manuel Barttlet, la casi celestial mujer Layda Sansores… y el hermano Pío. Los demás -salvo uno que otro caso de Michoacán- no entrarán en el reino de los cielos.

Con todo este elenco de tan angélicos personajes, no falta ni sobra nadie en los cielos deslumbrantes de la 4T.


Pisapapeles

Se lee en el Salmo 74: “Entre una visión de éxtasis y un pecador no hay mucha distancia”.

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