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La Schiava Turca o cómo conocí las bondades de una mujer discreta

La Schiava Turca

a Daniel Guillermo

De todos los museos de la ciudad de Nueva York, siempre me he sentido maravillado con la Frick Collection. Resulta casi increíble pensar que hace poco menos de cien años servía de hogar para un millonario, su mujer, sus hijos y sus empleados. Pero más allá de hospedar a un hombre acaudalado y su familia, la Frick fue en su momento, y sigue siendo, una discreta morada de obras de arte que rara vez se encuentran en cualquier museo del mundo.

Desde una generosa colección de cuadros de Turner, hasta un cuarto repleto de pinturas de Gainsborough, el museo se eleva sobre el principio del Este de Manhattan, en una esquina de la 70 como un monumento arquitectónico en sí mismo, con hermosos jardines que verdean la primavera neoyorquina y ventanas que revelan tímidamente las maravillas que alberga. Si existe una cualidad plausible de la Frick, es la sobriedad que ha logrado mantener como museo a la hora de presentar exhibiciones especiales. Ahí han sido mostrados los grandes dibujantes desde el Renacimiento hasta el Impresionismo, los mejores escultores en bronce que ha visto occidente y así, un sinnúmero de muestras especiales cada cierto tiempo. Pero es mejor no discurrir de las numerosas obras de arte que han pasado temporalmente por este museo, sino de una sola pintura lo suficientemente delicada para ser una exhibición especial en sí misma, cosa que hicieron hace dos años con el cuadro The Peasant, de Vincent van Gogh.

La Schiava Turca, obra incomparable de Parmigianino, recibía el puesto de honor en el centro del Oval Room, cuidadosamente acompañada por pinturas de Bronzino y Tiziano. A pesar de ser una exhibición exclusivamente de la pintura de  Parmigianino, el resto de los cuadros complementaban sobriamente la hermosura de la Schiava, dándole el merecido escenario a tan hermosa obra de arte.

La belleza del retrato no sólo consiste en la magnífica técnica de Parmigianino, sino también en los sutiles detalles que el pintor va dejando poco a poco; desde los más evidentes, hasta los más discretos. Ser espectador de esta pintura implica desnudarla tímidamente y descubrir que un elemento te va llevando a otro, revelando así el cuadro como un todo. El artista no escatimó gastos en vestirla, pues está adornada con un hermoso vestido de seda bordado en oro, un impecable balzo que ostenta orgullosamente y, desde luego, un manto azul voluminoso, que más que una censura, es un elemento provocativo que deja descubiertos los hombros de la retratada.

Más allá de los hermosos vestidos, la Schiava está adornada con toda clase de detalles y aderezos. Entre ellos un abanico de plumas de avestruz y un broche llamativo en su balzo, pero no son estos los únicos accesorios de tan delicada mujer. Se puede apreciar, viendo de cerca, un sencillo y casi imperceptible anillo de oro en su mano izquierda y en su brazo derecho, una cadena dorada que, hace unos dos siglos, dio a entender a los expertos que esta misteriosa dama era una esclava. Obviando otros detalles, el cuadro nos entrega una generosa vista hacia una pintura realmente impecable. Con su sobriedad en los detalles y opulencia en la expresión, Parmigianino hace de la Schiava Turca algo memorable para el espectador, no como algo anecdótico, sino como una imagen poética expresada de forma diferente.

The Poetry of Parmigianino’s «Schiava Turca» fue el nombre con el que la Frick Collection presentó esta obra maestra. Sencilla, evocadora de sensualidad, con una mirada cómplice que busca correspondencia con el espectador; la Schiava, como si de una Infante de Marina se tratara, recibe y despide a quien la ve con una mirada amable y segura, aun en los puertos más tristes, su mano se desprende de la nuestra, reafirmando con un pulso firme la posibilidad de un encuentro futuro. Aunque no es sólo la belleza de la mujer retratada lo que el pintor nos quiere comunicar, sino también la sobriedad y sencillez que requiere lo hermoso, lo innecesario del exceso y lo realmente importante que es la mesura en una obra de arte.

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