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La sala constituyente

La Constitución en Venezuela ha sido derogada por un tribunal autoerigido en poder constituyente. Para quienes ostentan el poder, la Constitución no dice nada de lo que dice, sino que se han inventado otra que contiene disposiciones que, casualmente, van apareciendo según se ajusten a la única necesidad que han tenido desde la gran estafa perpetrada contra el pueblo venezolano en 1998, que no es otra que la de permanecer en el poder.

No es nada que deba sorprender, dado que lo han hecho desde todas las instancias. La diferencia que podemos apreciar al día de hoy, es que el sufragio popular que ha comenzado a barrer la inmundicia de dentro de lo que queda de las instituciones, y todo se resume a que quienes tienen secuestrado el Estado de Derecho en Venezuela, han quedado arrinconados en un último rincón, tratando de provocar una aventura salvadora que prolongue aun más su agonía. En tan solo cien días, la representación popular los ha metido en un rincón.

Ese rincón – que no es Lucas, a quien quieren olvidar, sobre todo por estos días – está previsto en la nueva constitución que dice lo que a ellos les da la gana y es la sala constituyente. Desde allí se han autoautorizado para patear la voluntad del electorado como les venga en gana, sin que para nada importe que deban desafiar los valores y principios que en forma clara establece el texto constitucional. Puedo apostar con quien quiera que no habrá una sola petición de inconstitucionalidad que solicite el régimen, que vaya a ser declarada sin lugar.

Lamentablemente para ellos, la Constitución está escrita, precisamente, para momentos como este que vivimos en Venezuela. Con toda seguridad se les va a escuchar maldecir a la imprenta, por ser una invención perversa del “imperio” cuyo propósito es fijar en el papel los preceptos del pacto social para dejarlos en evidencia cada vez que los violen.

No creo que alguien sensato se haya esperado una actitud distinta de quienes perpetraron las sangrientas felonías del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992. No hay misterio en el asunto: son y seguirán siendo golpistas. Cabe esperar que continúen comportándose como tales.

No se puede esperar algo distinto de quienes se han desgastado en la mentira desde que ostentan el poder. Para ellos, el general en jefe Lucas Rincón, protagonista principal de los sucesos, que le informó a Venezuela que a Hugo Chávez, su alto mando militar – suyo de él, diría el Presidente de la Asamblea Nacional – le había solicitado la renuncia, se desvaneció en los intersticios de la mentira que soportaría la epopeya instantánea que crearon a partir del 11 de abril.

De allí, por cierto, que no me sorprenda el capítulo agregado a la nueva versión corregida y aumentada de lo sucedido en abril de 2002, a propósito de las ¿celebraciones? Del régimen. Resulta que había una cosa o persona en Maracay que no prendía y que tuvieron que ir a prenderlo empujado. Es un tanto confusa la cosa, pero al parecer es una persona – más que una cosa, aunque es sincrónica y no automática – porque de ella se dijo que quería dejar el rescate de Hugo Chávez para un día después, pero el narrador lo obligó. El nuevo héroe de abril, sustituyendo al general que fue alabado por varios años, es ahora otro que reclama hoy sus méritos, porque al parecer tienes los puntos bajitos. Y Lucas Rincón, nunca existió.

De manera que lo que vivimos es una historia de traiciones y la mayor de todas, es la que a diario perpetra la sala constituyente contra la Constitución.

Va de suyo que hablo de aquí y de ahora.

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