La salud cognitiva del cerebro es la capacidad de pensar, aprender y recordar con claridad a lo largo de nuestras vidas. Depende de dos funciones: la reserva cerebral y la reserva cognitiva, similar a las computadoras: el hardware y el software.
El hardware son los genes que heredamos de los padres y el género, el software son los programas, los modelos, las creencias, la cultura transmitida en la memoria y que viene del inconsciente colectivo, de los modelos de la humanidad. Además, está influenciada por el idioma de nuestros padres, el tipo de alimentos y las reglas de la sociedad en la que nos desenvolvemos. La reserva cognitiva es otra de las maravillas con las que contamos, como el sistema de defensas al cual no damos importancia porque nos han programado a ingerir fármacos con el argumento del cambio sin esfuerzo. Es lo que sucedió en la pandemia. No se mencionó ni se tomó en cuenta el sistema inmunológico y por eso mucha gente, al sentirse indefensa, creyó que con cuatro dosis de vacuna estaba protegida. Es una manera de tratarnos como entes involuntarios.
La reserva cognitiva permite compensar los daños de una lesión o de una enfermedad neurodegenerativa, es un almacén de recursos que podemos construir y reforzar a lo largo de nuestras vidas. La pregunta es: ¿cómo reforzar la reserva cognitiva? De manera sencilla con actividades diversas que nos agraden como: pintar, bailar, el arte en cualquiera de sus manifestaciones, practicar un deporte, cantar, bordar, escribir, esas habilidades innatas que tenemos que descubrir en nosotros y que se han perdido por la tecnología.
Un estudio científico longitudinal revisó como funciona la reserva cognitiva in situ. El Dr. Snowden en los años 80 analizó a 678 monjas de varios conventos a lo largo de muchos años. Ellas aceptaron someterse a exámenes cada año, además firmaron para donar sus cerebros a su muerte. Después de 15 años la que les sorprendió fue la hermana Mary, una monja que se mantuvo activa hasta los 101 años y tuvo excelentes resultados en las pruebas cognitivas. Cuando examinaron su cerebro vieron que estaba repleto de las lesiones clásicas de la enfermedad del Alzheimer, lo sorprendente fue que nunca presentó los síntomas de la enfermedad. La hermana Mary sin saberlo, invirtió en su memoria y reserva cognitiva con actividades como: leer, escribir, practicar alabanzas, rezos, socializando con las otras hermanas; su vocación fue bien elegida, ella transmitía felicidad. Su cerebro acumuló utilidades en activo, una gran cuenta de reservas y su buena inversión rindió frutos.
¿Que actividades nos ayudan a incrementar nuestras reservas?, lo mejor es iniciar desde la infancia. Actividades como pensar, investigar, emprender algo nuevo, utilizar el dispositivo lo menos posible, memorizar la calle donde viven los amigos, los padres, el número del teléfono, todo esto, aunque parezca sin importancia es lo que estamos perdiendo por dejarle todo al celular. Las actividades extra del trabajo cotidiano tienen que ser algo que nos guste y cause satisfacción. La reserva cognitiva es una inversión que además nos protege de la depresión, la ansiedad y de todos los trastornos mentales que nos ha dejado la pandemia. Para las personas que no cuidan el cuerpo físico practicando ejercicio y que solo se dedican a estudiar, hablan varios idiomas, pero son sedentarias e infelices, la reserva no servirá de mucho. Mente ocupada, mente saludable por más tiempo.
Los niños tendrán más reservas si son felices, si se alimentan de manera saludable, ejercitan su cuerpo, practican música y artes, socializan con sus pares, inventan el juego, desarrollan la creatividad. Además, si los mantienen alejados de los dispositivos en temas irrelevantes. La tecnología tiene pros y contras, lo interesante es saberla aprovechar en beneficio, desgraciadamente, su uso excesivo está propiciando problemas de salud: adicción, depresión, aislamiento social, ansiedad, daños en la audición, mal dormir y enfermedades oculares.