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La rebelde libertad del arte

En 1558 el obispo español Diego de Landa, viajó hasta Maní, con la finalidad de crear un tribunal religioso dependiente de la inquisición. Luego de torturar e interrogar a los indígenas, el tribunal, bajo las direcciones de Landa, dictó un auto de fe, en el que imponía la quema de más de cinco mil ídolos y objetos sagrados, incluidos los Códices Mayas, un número de libros escritos con signos y jeroglíficos hechos por los pintores y escribas de la civilización precolombina.

Casi cuatro siglos más tarde, en el siglo XX, los artistas de vanguardia quienes representaban la continuación de la corriente impresionista y el arte moderno, encontraron un profundo enemigo en el régimen Nazi y el propio Hitler, para quienes el arte moderno era un Entartete Kunst –o Arte Degenerado en español.- Los artistas que producían este tipo de arte fueron sometidos a sanciones que iban desde los despidos de sus posiciones universitarias, hasta la prohibición de exhibir sus obras e incluso de crearlas. Pocos regímenes han utilizado al arte de una forma tan utilitaria y doctrinaria en niveles propagandísticos tan absurdos, como lo hizo el régimen Nazi.

Más de setenta años después, el Victoria and Albert Museum en Londres, publicó la única lista existente del arte degenerado Nazi. Más de 16.000 obras de arte fueron anotadas alfabéticamente. Entre los nombres de los artistas degenerados uno puede encontrar a Paul Klee, Pablo Picasso, Gustave Courbet, Edwin Scharff, entre otros.

La destrucción y la censura siempre han existido como mecanismos de control de la memoria; como un acto de transformación radical de principios ideológicos en el nombre de un nuevo orden social, político e incluso religioso como fue el caso de la inquisición española.

En su libro Teoría Estética, Theodor Adorno escribe:

“El arte es social porque se opone a la sociedad, una posición que adquiere únicamente cuando se hace autónomo. Al cristalizarse en sí mismo como algo único para sí mismo, en lugar de obedecer las normas sociales existentes y calificar como “socialmente útil”, critica a la sociedad a través de su mera existencia.”

Para Adorno, la función crítica del arte deriva de su falta de propósito, su “inutilidad”. Para él, el verdadero arte va a resistir cualquier uso social, político, religioso e ideológico que de él se haga. Desde este punto de vista, el impacto crítico del arte emana de su propio auto-gobierno, el contenido verdadero del arte está en el arte mismo. Naturalmente esta autoconciencia del arte es innegable y deriva directamente de la facultad que tiene de ser autónomo. En este sentido, Adorno se separa de la estética Kantiana o idealista, en donde el contenido del arte depende de la percepción del sujeto. Para Adorno la percepción del sujeto no afecta al arte como objeto en sí: “[El arte] no se permite a sí mismo ser manejado” por ninguna fuerza externa.

El arte verdadero siempre revelará la verdad en virtud de su inherente oposición a la sociedad. Adam Chambers en su disertación doctoral Ephemeral moments: Facing the instant in literature and film (forthcoming, University of Amsterdam) escribe:

 “El arte más crítico, es el arte que rechaza a la sociedad, -porque al hacerlo representa la más poderosa de las libertades; una forma de libertad que la política jamás podrá controlar. En este sentido, el arte estaría ejerciendo su función crítica por el mero hecho de existir.”

En su trabajo teorético Pequeno Órgano para el Teatro, Bertolt Brecht escribió: “Que el arte sea ‘apolítico’ solo significa que se alínea a sí mismo con el grupo gobernante.” De esta forma, en el medio de un régimen, totalitario, tiránico y absoluto, lo que Adorno llama “inutilidad del arte” podría, en lugar de autonomía, más bien significar un arte apolítico que se alínea a sí mismo con el poder.

Anna Ajmátova es una de las escritoras más aclamadas de la literatura rusa; pero para el régimen soviético era una amenaza que debía ser exterminada. Era brillante, era poeta y más terrible todavía: era mujer. El régimen prohibió sus poemas, fue acusada de traición y deportada. Se dice que durante su estadía en los gulags soviéticos le pidió a once amigos que se aprendieran de memoria todos los poemas de su poemario más célebre: Réquiem. Quemó todos sus poemarios para evitar que su hijo fuera ejecutado por la URSS, sin embargo nunca dejó de escribir, manteniendo su firme oposición al régimen y buscando formas de salvar su trabajo. A pesar de todos estos terribles eventos, hoy en día podemos disfrutar y experimentar las intensas emociones al leer el trabajo de Ajmátova.

En realidad no se trata de que el arte mantenga una posición política o no; se trata de que el arte preserve su libertad. Aunque el arte requiera cierta medida de indiferencia, de inutilidad Adorniana para que su contenido verdadero sea crítico; y aunque como, Chambers hizo notar, el arte verdadero siempre revelará la verdad y sobrevivirá cualquier uso político y social que de él se haga; es importante enfatizar que frente a regímenes totalitarios y dictaduras autoritarias, el arte no puede ser neutral, porque la mera existencia de esos regímenes produce el rol político del arte, esto es innegable pues la autonomía del arte bajo dichos regímenes es imposible a menos que se rebele contra ellos.

Ciertamente la idea de una total inutilidad del arte, a saber, un arte que no obedezca los parámetros sociales y que no pueda calificarse como ‘arte útil’, es aceptada, incluso bienvenida en los sistemas democráticos; pero en un sistema opresivo, al arte se le impondrá su rol político, ya sea en pro del régimen gobernante o en su contra. Y si aún quedan dudas, recordemos cómo en la Unión Soviética, el Realismo Socialista fue impuesto como la corriente estética oficial y aceptada, como un arte orientado teleológicamente para el fomento de los fines comunistas. Aquellos que no estuvieron de acuerdo crearon un arte totalmente diferente al permitido y esa acción fue una acción política de rebelión contra el régimen impuesto.

Es cierto, el arte libre es una fuerza que la política no puede controlar;  el arte verdadero sobrevivirá incluso los más terribles regímenes. Sin embargo, cuando se encuentre confrontado con estos regímenes, el arte debe rebelarse y es así como su sola existencia se convertirá en un ejercicio crítico en contra de sus opresores.

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