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 La profecía de Napoleón sobre la China

Una muestra más del genio de Napoleón Bonaparte es su comentario sobre la China. Cuando dijo: “China es un gigante dormido. Déjenla dormir, porque cuando despierte, sacudirá el mundo,” estaba anticipando lo que China sería actualmente: una de las naciones más poderosas a nivel mundial.

Cuando en 1990 visité China por primera vez no pensé que, además de ser una rica experiencia profesional, sería también una experiencia humana especial y que tendría una conexión tenue con la historia de ese fascinante país. Esa visita, complementada años más tarde por otra que llevé a cabo en otra misión de trabajo para las Naciones Unidas, me permitió tener una visión importante de ese país, que estaba en los primeros años de un proceso de desarrollo avasallador que continúa, imparable, aun hoy en día.

 

La China que fue

Dos semanas antes de mi primer viaje había estado almorzando en Washington en la casa de mi amigo el doctor Albert Sabin, quien había desarrollado la vacuna oral contra la poliomielitis. Conocí a Sabin durante una misión en El Salvador y a partir de allí habíamos desarrollado una estrecha amistad.

Cuando le comenté a Sabin sobre mi viaje me pidió que llamara de su parte a la esposa del Dr. Ma Haide, quien había fallecido en 1988, y quien había sido uno de los médicos más cercanos a Mao Zedong. El nombre original del Dr. Ma Haide era George Hatem y había nacido en una familia libanesa-norteamericana en el Estado de Nueva York. Luego de graduarse como médico, el Dr. Hatem, junto con sus colegas Lazar Katz y Robert Levinson viajó a Shangai, donde estableció su práctica médica y cambió su nombre a Ma Haide.

Desilusionado con la corrupción en Shangai cerró su práctica médica y fue a Yan’an a proveer asistencia médica a las tropas de Mao Zedong. Uno de sus primeros pacientes fue el propio Mao Zedong. En esos momentos, se temía que el líder chino tuviera una enfermedad incurable y una de sus tareas fue confirmar o negar el rumor. Su opinión era muy valiosa porque era un médico extranjero. El Dr. Ma Haide no solo desmintió que Mao Zedong tuviera una enfermedad mortal sino que ayudó a sus tropas hasta su eventual victoria sobre los nacionalistas en 1949, cuando se convirtió en un oficial de salud pública del gobierno de Mao Zedong. Gracias a los esfuerzos del Dr. Ma Haide se eliminó la lepra en China además de que se controlaron mucho más efectivamente muchas enfermedades venéreas, trabajo por el que recibió el famoso premio Lasker en los Estados Unidos.

 

El precio del progreso

Conociendo los antecedentes de su esposo tenía, naturalmente, gran interés en conocer a su esposa, Zhou Sufei, quien era una artista de prestigio. Llamé a la Sra. Zhou Sufei   apenas llegué a Beijing. Cuando le dije que venía de parte del Dr. Sabin inmediatamente me invitó a tomar el te al día siguiente en su casa. Entonces pude ver de cerca el cambio dramático que desde el punto de vista urbanístico se estaba operando en Beijing. Ella vivía en un siheyuan, como se llamaba a un tipo de residencia tradicional en Beijing, varias de las cuales están conectados por una serie de callejuelas denominadas hutongs.

Los siheyuan  tienen un gran patio central donde juegan los niños y donde se llevan a cabo tareas comunes. Sin embargo, a partir de mediados del siglo pasado el número de estas residencias ha comenzado a disminuir dramáticamente y solo quedan unas pocas en Beijing. Ahora son como reliquias históricas de épocas pasadas ya que están siendo inexorablemente reemplazadas por gigantescos rascacielos. El cambio no es solamente urbanístico, sin embargo. Toda una forma de vida comunal está siendo paulatinamente reemplazada por la vida anónima de los grandes edificios modernos.

Cuando llegué a su casa la Sra. Zhou Sufei me esperaba en compañía de su secretario, un hombre inusualmente alto y de trato muy cordial. La Sra. Zhou Sufei, por el contrario, era una mujer relativamente baja pero muy atractiva, y aun ahora poseía una intrigante belleza. Esta foto, tomada en 1944, la muestra con el Dr. Ma Haide.

Pasamos un momento sumamente agradable, donde era notable el afecto y la admiración que la Sra. Zhou Sufei tenía por el Dr. Albert Sabin. La sala de estar, donde me recibieron, tenía el típico amueblamiento chino, muebles pesados de madera oscura de muy buen gusto. Para mi fue un lujo estar en una de esas residencias de tanto valor histórico en un momento clave del desarrollo urbanístico de la gran capital china.

Cuando salí de allí, todavía afectado por el jet lag agravado por un licor riquísimo servido por la Sra. Zhou Sufei, mientras el taxi que me conducía de regreso al hotel serpenteaba las callejuelas chinas, pensaba en los grandes cambios que se desatarían en ese país, que en esos momentos estaba casi al comienzo de un desarrollo económico dinámico e inexorable.

 

Los pasos gigantescos del dragón chino

Con un área de 9,6 millones de kilómetros cuadrados, China es el segundo país del mundo en superficie terrestre y, de acuerdo a la definición que se use, el tercero o cuarto en superficie total. El país alberga, además, a una de las más viejas civilizaciones del planeta. Después de la derrota del imperio japonés en la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista derrotó a los chinos nacionalistas y estableció la República Popular China en Beijing el 1ro de octubre de 1949.

A partir de las reformas económicas de 1978, el país se convirtió en la economía de más rápido crecimiento a nivel mundial, con ritmos de crecimiento de un promedio de 10% en los últimos 30 años. Además, la República Popular China es, desde 2008, la segunda potencia económica mundial según su Producto Bruto Interno (PBI) (solo superada por los Estados Unidos) y es el mayor exportador mundial y el segundo importador mundial de bienes. Sin embargo, en términos per capita, China está en el 87avo lugar por su PBI. Esto revela en parte las enormes disparidades que existen en el país, y que la revolución de Mao Zedong había intentado eliminar para siempre.

Una muestra de esas disparidades es el consumo de algunos artículos que eran considerados de lujo en el país. Por ejemplo, se calcula que la producción de automóviles aumentará en un 30% hasta llegar a los $200 billones (americanos) de dólares en los próximos años, fenómeno paralelo a la preferencia cada vez más grande por los automóviles comparados con la más tradicional bicicleta. A ello se le añade un aumento del 20,8% en la industria de comida chatarra y de las ventas de champagne y coñac que alcanzan cifras record en el país. Se calcula que China tiene 66 billonarios (billones americanos) o sea el segundo puesto a nivel mundial después de los Estados Unidos, que tiene 415.

 

Las consecuencias ingratas del desarrollo económico

El rápido desarrollo económico chino ha tenido serias consecuencias sobre el medio ambiente y, por lo tanto, también sobre la salud de la población. El país es actualmente sede de 16 de las 20 ciudades con mayor contaminación ambiental del planeta, y se calcula que es el segundo país del mundo en emisiones de dióxido de carbono. En Beijing, una de cada cuatro personas tiene un automóvil, y se calcula que hay en la capital china más de cinco millones de automóviles.

La contaminación del aire en las principales ciudades chinas es considerable. Ello se debe no solamente a las emisiones tóxicas de los automóviles, sino también a la quema de carbón como fuente de energía que es altamente contaminante. La contaminación no solo del aire sino también del agua afecta a toda la población, pero especialmente a los niños y a los ancianos. Los niños son particularmente susceptibles porque su sistema inmunitario y sus sistemas de detoxificación no están totalmente desarrollados.

Actualmente, China posee solo el 7 por ciento de tierra cultivable, la que está disminuyendo a un ritmo de un millón de hectáreas por año debido al rápido incremento de la urbanización. Como consecuencia, el país debe importar gran cantidad de granos tales como la soja y el trigo además de otros elementos como el cobre, aluminio, cemento y petróleo, del que es el segundo importador más grande en el mundo.

No se puede negar que las reformas económicas en China han beneficiado a millones de personas, proveyendo a muchas de ellas con una mejor calidad de vida. Paradójicamente, el extenso uso y abuso de recursos naturales ha dado como resultado un empobrecimiento del medio ambiente, con serias consecuencias para la salud de los habitantes, particularmente aquellos de las ciudades más grandes.

Sin embargo, las autoridades chinas están haciendo grandes esfuerzos por controlar los altos niveles de contaminación ambiental. Actualmente, el Gran Dragón Chino, convertido en una gran potencia económica y militar, continúa su progreso inexorable. Por supuesto, Napoleón ya lo había previsto.

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Jose perez
Jose perez
3 years ago

Desaforgunadamen la modernidad la sobrepoblación y el gran afán de los países subdesarrollados su objetivo es tener el control del mundo. Y no se dan cuentas por ese afán es tan corriendo llevando al mundo entero a su propia destrucción sin importarles lo poco que le queda de vida a la humanidad. Solo por satisfacer su gran ego y deseo de poder.
Ojalá miraran a su alrededor y darse cuenta que el mundo está agonizando. Y de nada les va a servir todo su poder.

Norbert
Norbert
3 years ago

…Y ahora estan acabando con la vida marina, segun reportes estan pescando el 30% de la vida marina

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