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Ana Carolina De Jesús
viceversa magazine

La oportunidad de Gibson

Mel Gibson quedó en acompañar a Steve Bisley a una audición para Mad Max. Ni siquiera le preguntó si también podía participar. Todavía le faltaban unos meses para graduarse de actor en el National Institute of Dramatic Art. Así que cuando Bisley pidió acompañarlo a una audición, Gibson dijo que lo haría. Colgó el teléfono y fue al bar a tomar una cerveza.

Al día siguiente, cuando Bisley pasó por Gibson, sus ojos saltaron del asombro. Su amigo estaba lleno de hematomas en los brazos y el rostro, además de una fea cortada entre la ceja y la oreja derecha. Cuando le preguntó lo que ocurrió, Gibson apenas dobló el rostro para advertirle que no maldijera a los Sidney Roosters en el bar de la Pitt Street. Pelearse con el equipo de rugby no había sido la mejor de las ideas.

En el lobby, Gibson observaba a los presentes con aburrimiento pero ellos no lo miraban de la misma manera. Aparte de lo escandaloso de su apariencia, no era rival para el papel principal: Max Rockatansky, un policía patrullero que dedicaría su vida a perseguir pandilleros en un futuro apocalíptico. Cuando salió la productora a llamar a Bisley para su audición, posó sus ojos sobre Gibson. Se acercó hasta él y le habló que era el indicado. Gibson sonrió ̶ lo que hizo que su rostro se desfigurara ̶ y le contestó que solo estaba para apoyar a su amigo. “Si, si”, le dijo la productora sin escucharlo y le entregó su tarjeta.

A los quince minutos, sale Bisley pero detrás de él lo acompañaba George Miller, quien pedía a la productora unos papeles. Ella señaló a Gibson, Miller fijó la vista, se acercó hasta él y le entregó dos hojas. “¿Puedes memorizar unas líneas?”. “Si, claro”. “Ve a esta habitación y en unos cinco minutos te escucho”. “Pero yo vengo por…”. Miller se retiró sin dejarlo terminar la frase. Otra vez, Gibson estaba desorientado.

Mel Gibson había planificado su vida con tan solo 21 años. Se veía como actor de teatro en Australia. Buscaba no entorpecer su visión porque esa dirección trazada significaba el éxito. Por eso su negativa ante la productora, porque estaba satisfecho con su proyecto de sí mismo. Y es cierto, todos somos Mel Gibson porque lo ideado es lo mejor y lo cuidamos a toda costa. Nos atrevemos a buscar consejos de páginas web o gurús que nos orientan a cumplirlo. Y también hacemos lo mismo con Venezuela, tenemos un proyecto para ella. Nuestros gurús son los dirigentes políticos. Pero las limitaciones de nuestros gurús y nuestro pesimismo ante los inconvenientes, hacen que desistamos enseguida. Más de 80 días de protestas, un número elevado y doloroso de víctimas, la escasez y la crisis económica son nuestros hematomas. Estamos más golpeados que Mel Gibson y el proyecto todavía no se da. Somos impacientes y nos quejamos. ¿Para qué el esfuerzo, si la fulana constituyente se impondrá? ¿Sabes por qué falla el proyecto? Porque lo pensamos de manera individual: hay millones de proyectos. Si lo pensamos desde una propuesta, lo que cada uno puede aportar, construimos en colectivo un mejor plan.

En tan solo cinco minutos, Mel Gilbson pudo memorizar y decir las líneas frente a Miller, su productora y el director de casting. Ellos pidieron que regresara cuando estuviese curado y así lo hizo. Miller celebró: había encontrado a Max a través de un Gibson herido porque lo consideraba el más realista. Y Gibson, sin tener previsto a Mad Max, tuvo el éxito en su carrera y una oportunidad en Hollywood. Su visión de sí mismo fue mejorada por esos golpes, porque sin ellos, no hubiese sido notado por Miller ni conseguido la oportunidad de su vida. Y ahora, ¿qué hemos conseguido nosotros con el país en este tiempo? Nuestras carencias, nuestros golpes, nos muestran lo más valioso que tenemos: la unión. Y debemos aprovecharlo. Solo una verdadera unión entre ciudadanos puede derrotar cualquier plan de un individuo que aniquile el mejorarnos como colectivo.

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