Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

La muerte no es muy seria en sus cosas: Pirro

Ya el día se había manchado de acontecimientos que no se podían eludir, como de mal agüero. En la plaza no se ofertaba mirra, incienso ni canela. Aquel elefante se había caído con el estrépito de un titán de carne magra y marfil en las puertas de la ciudad. Todo iba mal para el comandante, Pirro de Epiro, ese nombre de juego de niño que seguro impondrá más respeto en el griego de Homero.

Es el siglo III a.C., así que el sol debe brilla con una luz más limpia de principio de los tiempos y la humanidad debe dar la misma sombra roja de siempre. Pirro no es un comandante cualquiera, su cabeza tuvo la corona de hojas doradas de Epiro, ha sabido mantener a esa República Romana a la raya y es el infame inventor de la victoria pírrica, aquella donde se pierde más en la batalla de lo que se gana.

Traer elefantes de la India no fue su idea, sino de su primo Alejandro Magno. Pero logró su cometido porque los romanos no los conocían y causaban el terror militar en sus pelotones, su desconocimiento era tal que los llamaban bueyes lucanos. Esto, hasta que su ingenio descubrió que atacarlos con flechas cubiertas de cera ardiente hacía que los animales perdieran el control.

Pero este día, en Argos, un elefante cae y otro, sin explicación alguna, se vuelve salvaje.

No solo son malas señales, el cuerpo enorme, como de ballena de tierra, no permite que los combatientes salgan: cayó en la puerta de la ciudad. Pirro recibe una herida, una leve, ¿qué es un rasguño para quien Aníbal llamará uno de los más grandes? Se da la vuelta, ve al soldado que lanzó el ataque con una jabalina. Es el momento del contraataque del Águila, como es conocido, un pájaro enorme y de pico certero.

Pero le cae una teja en el yelmo, un golpe directo a los centros del sistema nervioso que es al fin lo único que sostiene los músculos, los tendones y los huesos al caballo. Pirro cae sin sus habilidades motoras y caer en medio de enemigos es fatal. ¿Quién lanzó ese ataque? La madre del soldado de la jabalina, una anciana que tomó una teja desde la comodidad de la casa para impedir el asesinato de su hijo.

Plutarco, en Vidas Paralelas, asegura que le rompió las vértebras, quedó ciego y Zópiro, un soldado, sacó su espada ilírica, y cuando Pirro se despertó de su desmayo “se volvió a verlo Pirro con tanta indignación, que Zópiro le tuvo miedo“. Aún con manos temblorosas, lo decapitó.

Pirro, que luchó contra los romanos y cartagineses, que lideró tantas estrategias muere decapitado por un soldado. Pero no habría caído en sus manos, inconsciente al principio, si no fuera por una simple teja y el amor de una madre. La muerte no es muy seria en sus cosas.

Hey you,
¿nos brindas un café?