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Toni García Arias
viceversa magazine

La muerte de Europa o la Unión Latinoamericana

La líder ultraderechista francesa Marine Le Pen aseguró hace unas semanas en una entrevista publicada por el dominical alemán «Bild am Sonntag» que la Unión Europea ha muerto, aunque todavía no lo sabe. En realidad, yo creo que la Unión Europea ya nació muerta. Y nació muerta porque la Unión Europea, desde sus inicios, nunca tuvo la intención de servir a los intereses de los ciudadanos, sino de servir a los intereses de los políticos y de las grandes empresas. Como ciudadano europeo, yo nunca he sentido particularmente esos enormes y maravillosos beneficios de pertenecer a la Unión que nos aseguran desde las instituciones europeas. Posiblemente, todo lo contrario. La corrupción política de los países europeos pertenecientes a la Unión ha aumentado; se han duplicado, triplicado o cuadriplicado las instituciones, lo cual hace que también se dupliquen, tripliquen o cuadrupliquen el número de políticos que tenemos que mantener; se ha aumentado la brecha económica entre los países ricos y los países pobres de la Unión, y –por consiguiente- también entre los ciudadanos más ricos y los ciudadanos más pobres; las grandes empresas cada vez tienen mayor poder y se les permite mayor injerencia en el ámbito legislativo; la gestión de la inmigración ha sido realmente desastrosa, lo mismo que la gestión de la crisis económica, que ha resultado absolutamente ineficaz. Todo ello demuestra que la Unión Europea es una máquina que políticamente y económicamente no funciona.

Por si esto fuera poco, la moneda común no ha servido tampoco para crear una unión cultural y, mucho menos, una unión sentimental. Los alemanes siguen sintiéndose alemanes; los italianos siguen sintiéndose italianos; los españoles no se saben muy bien cómo se siente; los belgas siguen sintiéndose belgas, y ninguno de ellos se siente más europeo que hace diez años. De ese modo, la Unión Europea, desde el punto de vista social, es tan solo una unión en un papel que no sirve para gran cosa.

Este fracaso en la Unión -que ahora se está haciendo palpable con la salida del Reino Unido- ha servido como caldo de cultivo para el aumento de la extrema derecha y del populismo, que han sabido sacar fruto de la inutilidad de la política europea, especialmente en el tema de la inmigración y en materia económica. Estos partidos extremistas y populistas han sabido apelar al sentimiento patriota más profundo de los ciudadanos, lo cual no quiere decir que en algunas de sus críticas no tengan razón. Su resurgimiento es la prueba del fracaso de esos políticos que se dicen más moderados pero que moralmente son despreciables por ocultar la corrupción y políticamente inútiles a la vista de su gestión. Muchos ciudadanos europeos quieren o una Europa unida o volver a lo que había antes. No puede existir una verdadera unión europea si hay dos velocidades distintas; no puede existir una verdadera unión europea si hay enormes diferencias económicas insalvables entre los diferentes países; no puede existir una verdadera unión europea si solo aumentan los impuestos pero no los beneficios; no puede existir una verdadera unión europea si los políticos europeos crean instituciones solo para enchufar a sus amigos o para desviar fondos comunes para beneficiar a determinadas empresas; no puede existir una verdadera unión europea si cada país sigue manteniendo su poder legislativo. Por desgracia, la Unión Europea se empezó por el tejado, y ahora que estamos cayendo, vemos que en realidad no se ha hecho nada para construir los cimientos.

En lo que respecta a España, siempre he defendido que la unión política y la unión económica que deberíamos haber realizado en su momento era la unión con los países latinoamericanos. Existe entre nosotros una cultura semejante, una historia compartida y una lengua común. En ese sentido, a pesar de los acuerdos bilaterales entre España y los países latinoamericanos, es cierto que nuestro país se ha desvinculado con excesiva frecuencia de la economía y –sobre todo- de los problemas de Latinoamérica. Desde el punto de vista económico, la riqueza de España unida a la riqueza de los países latinoamericanos podría habernos convertido en una de las grandes potencias mundiales, a la altura de Estados Unidos o de China. Es cierto que hay países latinoamericanos donde existe una gran corrupción –como en nuestro país–, y también es cierto que en algunos países de Latinoamérica reina el populismo, pero también es cierto que ambos son problemas que, con una adecuada constitución y las instituciones necesarias de control, podríamos solventar. No podemos olvidar que en lo que se refiere a recursos, Latinoamérica tiene una riqueza inigualable, una riqueza que en muchos casos los gobiernos nacionales no han sabido gestionar o que han mal vendido, pero con una unión sólida, una buena gestión y unos intereses comunes podrían convertirse en bienes productores de una enorme riqueza.

Nuestra situación en el mundo hace que geográficamente seamos europeos. Parte de nuestra historia está, sin duda, unida a la historia de Europa. Sin embargo, nuestra historia principal como país desde hace quinientos años está unida a la historia de Latinoamérica. Para bien o para mal, unos y otros somos hermanos de sangre. En momentos difíciles, nuestros países se han ayudado mutuamente y han acogido a una gran cantidad de inmigrantes de ambos lados del Atlántico. Nuestra historia común demuestra que somos capaces de superar las mayores dificultades, lo cual significa también que -uniendo nuestras fuerzas- podríamos convertirnos en la referencia económica y cultural del mundo.

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