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La motivación en la educación

Uno de los temas más importantes en los programas de educación es lograr estimular la motivación de los alumnos. La falta de ella en los niños y jóvenes es resultado de varios factores: la dinámica familiar, el entorno social, cultural, el momento político y la situación económica. Teorías de pedagogía, psicología y las ciencias de la educación coinciden en que los resultados del aprendizaje y el desempeño en el trabajo dependen de la motivación.

Por motivación se entiende el conjunto de factores internos y externos que determinan las acciones de una persona que focaliza sus acciones y energías para lograr determinados objetivos.

La motivación es la impulsora de habilidades que conducen a un objetivo con voluntad, perseverancia, optimismo y una actitud positiva. En las escuelas y las empresas que consiguen estimularla crecen la eficiencia y la producción.

La motivación viene de dos vías la intrínseca y la extrínseca. Ambas dependen del origen del estímulo que despierta una conducta y el deseo de superación. La intrínseca es independiente de cualquier estímulo externo, la ganancia será la satisfacción, la independencia, la autonomía, la confianza y seguridad en si mismo. La extrínseca está constituida por las acciones que buscan conseguir una recompensa: calificaciones, un premio, un salario o una felicitación. En este caso la persona busca de manera consciente o inconsciente el reconocimiento por parte de un tercero: los padres, los maestros, el jefe.

Los refuerzos son la clave, los adultos, generalmente, sienten necesidad de reconocimiento cuando de niños no fueron apreciados y motivados por sus padres. Entender la importancia de la motivación en la educación es fundamental para establecer medidas que contribuyan a mejorar los resultados de las instituciones escolares.

Existen maneras de enseñar a motivarse a si mismo, objetivo de las escuelas personalizadas en las cuales los alumnos no esperan la medalla, el aplauso por sus calificaciones, sino que están consciente de la importancia de asumir su responsabilidad sin esperar el premio y el castigo como pasa en el sistema tradicional. En el conductismo tan utilizado en Norteamérica, se usan, para todo, la recompensa y el castigo, regularmente monetarios.

Es importante establecer una distinción entre la motivación para asistir a la escuela y la motivación para estudiar. Las razones son distintas. La primera puede responder a la necesidad de obedecer a los padres, tener amigos, tener un título universitario, practicar un deporte y hasta competir con sus familiares. Las motivaciones pueden darse sin que incluyan el deseo de aprender. Responden simplemente a la obligación que deriva de los padres y de la sociedad.

Los padres sobreprotectores, esos que les ayudan, y hasta les hacen sus tareas, los vuelven dependientes ya que los niños no se responsabilizan, a sabiendas que lo harán la madre o el padre.

La actitud de estos padres en la mayoría de los casos depende de sus propias carencias, por ejemplo, porque en casa nunca los motivaron, porque tuvieron que competir con familiares o amigos, porque siempre estaban solos y porque desean que sus hijos obtengas altas calificaciones para que reciban honores. Muchos quieren alcanzar ese título que el padre no logró porque tuvo que trabajar desde niño, o la madre porque abandonó los estudios tras el embarazo, o porque ellos mismos desempeñaron el rol de hijo parental por ausencia de uno de los progenitores por fallecimiento o abandono.

Una buena motivación es la de adquirir conocimientos para lograr un mejor salario y ganarse honestamente el sustento. Esta motivación no debe confundirse con la de obtener un diploma, una medalla, ya que en estos casos existe un interés real en el aprendizaje, el fin deseado es la superación.

Las motivaciones extrínsecas originadas a través del conocimiento han sufrido un embate por tanta competencia y la proliferación de universidades de baja calidad que ven la educación como un negocio. Los títulos universitarios han perdido estatus, en estos tiempos ni con doctorado se obtiene un empleo.

Como psicóloga, me doy cuenta de que, dependiendo de la universidad, los conocimientos no están acordes con la necesidad de saber ayudar a los pacientes y atenderlos en situación de crisis. Enseñan a los alumnos a etiquetar con patologías sin adentrarse en el verdadero problema. Además, no los motivan a someterse a terapia, algo importante para evitar proyectar sus traumas en los pacientes. En la mayoría de las carreras salen con conocimientos que no se aplican en la práctica.

La carencia de empleo es una de las razones de la desmotivación, un fenómeno del capitalismo contemporáneo, que se agravó con la pandemia.

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