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La montaña rusa emocional

—Hubo un alzamiento — me dijo mi hermano. Recién me había despertado y como aquella madrugada de noviembre en Venezuela, cuando los que hoy gobiernan mostraron su verdadero talante, me asaltaron mil sospechas y se avivaron mis temores. No voy a negarlo, por un instante me sedujo la solución inmediata. Como todos, yo tampoco encuentro lo que quiero, pongo en mi mesa lo que encuentro y peno por medicinas.

A medida que transcurrió el domingo, fui decantando la verdad entre rumores y noticias.

Al caer la noche, cuando se había dicho que varios cuarteles se habían alzado, como el Páez en Maracay e incluso, la base aérea de Palo Negro, ya se sabía que el protagonista estuvo preso en el 2014, y que, por ello, ya no era militar activo, y que la “Operación David” solo pretendía adueñarse de un lote de armas para el entrenamiento de milicianos. Subyace, entre anécdotas y excusas, el hedor del fracaso. Para muchos, no obstante, sigue siendo una opción (entre ellos, Rafael Poleo, si juzgo adecuadamente sus tuits). Sin embargo, a pesar de ser la transición urgente, este grupo, cuya magnitud aún ignoramos casi todos, comienza a exudar un tufo desagradable. Una fetidez repugnante.

Cayó preso, el héroe del asalto al fuerte Paramacay. Sobre su detención se han creado infinidad de fábulas. Creo yo, no obstante, que, como tantas otras veces, una delación los echó al pajón. Un felón que debiendo callar, habló de más. Siempre ocurre. Tal vez por esa libertad que hace del miedo una emoción tan invasiva y tan abrasiva.

No fue solo la detención de un hombre disfrazado de atajo, de via express para acabar con esta pesadilla. También está el adormecimiento de la calle estos días recientes. Las últimas convocatorias de la MUD han sido desoídas a pesar de que líderes opositores, como el propio diputado Julio Borges, claman por el avivamiento de esas brasas entibiadas.

—El venezolano es extremista — dice mi exesposa —Se sume en el optimismo y el pesimismo con la misma irracionalidad — sentencia malhumorada. Tiene razón. Cuando la MUD logró 7.6 millones de votos, fue maravillosa. Pero pasó a ser una logia de aleves cuando decidió ir a las elecciones regionales que, de paso, formaban parte de las exigencias opositoras para dialogar, porque, ciertamente, son un derecho que le fue hurtado impúdicamente a la ciudadanía. El día que logramos reunir más de 7 millones de votos, para muchos el gobierno estaba caído. Dos semanas después, con la ilusoria participación de 8 millones de votantes en un acto lascivo para la juridicidad vigente como lo es la asamblea nacional constituyente, entonces todo se acabó y el gobierno triunfó. Sin embargo, lo único cierto es que ninguna de las dos posturas es realista.

Las ofertas mágicas por lo general sobrellevan frustraciones y desengaños. Las mentiras, por piadosas que puedan ser, terminan defraudando a las personas, que justamente por ello, bien pueden caer en la apatía. Y bien recuerdo las sabias palabras de un profesor de la facultad de derecho: la apatía es veneno para la democracia. La transición no es una tarea fácil. Requiere esfuerzo y tesón. Demanda serenidad y seriedad. Urge el sacrificio de cada uno de nosotros. No será fácil y sin dudas, sí dolorosa.

En la guerra de egos, ganan pocos. No es esta la hora para adueñarnos de algo que nunca llegamos a tener del todo: la verdad. Por el contrario, toda idea y todo aporte debe ser acogido con humildad. La nación no es solo una parte, una que cree ser ama de la razón. Es por ello que hoy, todo aquel animado por la genuina convicción de transitar a un orden realmente democrático debe sumarse a esta urgente campaña por el rescate nacional. Es por eso que debe acogerse a todo aquel que aporte ideas para salir de esta pesadilla.

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