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La literatura venezolana sí existe, señores

En la Feria Internacional del Libro de Lima 2013, el puertorriqueño Eduardo Lalo, abanderado del país invitado de la feria, comentó en una rueda de prensa que Puerto Rico era un país invisible. Yo, como venezolana y ponente de la FIL Lima, me sentí identificada con este comentario, no porque Venezuela y Puerto Rico compartan la misma historia sino porque la literatura venezolana es en sí invisible. La interesante coincidencia fue que en la misma feria Eduardo Lalo hablara de invisibilidad y yo fuera a presentar acerca de literatura venezolana contemporánea, la cual nadie conoce. ¿O me van a decir que sí?

Veamos. ¿Ustedes que leen este artículo sabían que Adriano González León con su novela País portátil ganó el premio Seix Barral en 1968, el mismo que ganara Mario Vargas Llosa en 1962 por La ciudad y los perros y que diera inicio al boom latinoamericano? ¿Sabían entonces que Adriano González León es parte del boom? Pues, les comento que en Venezuela, dentro del círculo de escritores e intelectuales se reconoce como parte del boom. Sin embargo, fuera de Venezuela nadie sabe que Adriano González León existe. Así de simple. Por ejemplo, en EE.UU. la academia no incluye a González León dentro del boom, ni se estudia en clases de pregrado ni de posgrado a ningún otro escritor venezolano, a menos que se trate de Bolívar y Bello en la colonia, y a Rómulo Gallegos con Doña Bárbara. Ahí acaba todo. Cabe destacar, no obstante, que el premio literario más importante de Latinoamérica por décadas -del que han sido ganadores autores de la talla de García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, entre otros-, es el Rómulo Gallegos y lo otorga Venezuela. Este premio fue el que ganó este año precisamente el puertorriqueño Eduardo Lalo.

Dándole vueltas y vueltas al asunto, y después de leer algunos artículos que mencionan ciertas ideas sobre Venezuela desde que se conformó como nación independiente, he logrado encuadrar algunos puntos acerca de la invisibilidad de la literatura venezolana fuera de Venezuela. Ya comenté sobre esta inquietud mía en el artículo para el número del mes de julio de esta revista y aquí decido explayarme un poco más y cerrar este tema, o mejor dicho, juntar la puerta. En abril de este año, la intelectual e investigadora Marcela Valdés habló con la NPR (http://n.pr/12Q9H8d) acerca del silencio de la literatura venezolana en otros idiomas. Le llamó la atención que existan muy pocas obras de escritores venezolanos traducidas al inglés y por ello decidió investigar un poco más. En la entrevista y luego en el artículo publicado acertó al decir que el boom petrolero le produjo tantas ganancias al país que este pudo crear tres grandes instituciones dentro del campo de la literatura nacional: el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, la Fundación Biblioteca Ayacucho y Monte Ávila Editores. Venezuela tenía los recursos para promover, publicar e incluso asalariar escritores durante años. De este modo, según apunta Valdés comentando la opinión de la periodista y crítica literaria venezolana Michelle Roche, los escritores no necesitaban mirar hacia otras editoriales como Alfaguara o Anagrama, por ejemplo, ni tampoco ansiaban salir del país. Con esto me lanzo a afirmar que la producción literaria venezolana era -y todavía sigue siendo- un alimento para los círculos literarios del propio país. El venezolano que no es artista no sabe de la existencia de Adriano González León, por ejemplo, pero me atrevo a asegurar que sí sabe quién es Vargas Llosa…

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