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La (lamentablemente todavía puesta en duda) ciencia económica

La economía es esa ciencia capaz de pavimentar el suelo de las políticas que nos cambian la vida para bien o para mal. Ignorar la capacidad de la ciencia económica para la resolución de problemas es obviar una parte fundamental de los instrumentos de la política para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Y el que no todos los economistas coincidan en todo ni todos sepan de todo, debe ser precisamente un pretexto para fomentar el debate entre ellos y focalizarse en lo que sí coinciden. El fracaso del estructuralismo latinoamericano, tan comentado últimamente, es precisamente un ejemplo del resultado de ignorar a parte fundamental de los economistas del momento.

El estructuralismo era el modelo económico que la CEPAL y el BID propusieron para el desarrollo de América Latina y el Caribe (ALC) en los cincuenta. Como América Latina y el Caribe habían llegado tarde al proceso de industrialización que habían liderado los países europeos y estadounidenses, sería una región siempre secundaria en el mundo. Estaba condenada al rezago, a seguir a los líderes. Como no tenía la capacidad de generar un sistema industrial lo suficientemente potente como para cubrir las necesidades regionales e incluso pensar en exportar, le tocaba dedicarse a exportar productos primarios, con un precio relativo menor. La solución era industrializar como fuera la región, con el objetivo primero de sustituir las importaciones. Para ello era fundamental la intervención del Estado, llamado a dirigir una operación que, mediante las regulaciones (que no inversión) necesarias, aumentara la producción industrial y mejorara el comercio regional. El objetivo era sentar, en el medio plazo, las bases de una futura Unión Sudamericana, que imitara a la europea, que se estaba creando por entonces.

El resultado del estructuralismo en términos industriales no pudo ser más descorazonador. Las importaciones de manufacturas pasaron del 73 al 64%; mientras el promedio mundial en 1982 era del 56%, y el de los países de la OCDE del 44%. Las exportaciones de los productos manufacturados pasaron del 7 al 18%, mientras el promedio mundial alcanzaba el 69% y el los países de la Unión Europea el 75%. ¿Por qué no funcionó el estructuralismo? Durante los primeros años del estructuralismo se publicaron varios artículos en revistas económicas de algunas de las principales universidades del mundo que alertaban sobre la necesidad de abordar los procesos de industrialización e integración económica considerando ciertas cuestiones imprescindibles.

Al impulsar un proceso de industrialización era necesario que, primero, fuera capaz de responder a la demanda interna. Si la televisión y la radio traían un modelo de vida como paradigma, el estadounidense, era necesario o bien producir las Barbies, o bien generar y vender nuevos patrones culturales que hicieran desear un peluche con forma de piquera de patas azules. Era necesario además buscar máximos no en la cantidad producida sino en la productividad, basándola en la economía de escala y en la especialización, más allá de la participación en la mayor cantidad de sectores posibles para apuntarse el tanto político. Era fundamental, además, generar el contexto necesario para crear un tejido socioeconómico apoyado en la pequeña y la mediana empresa. Para lograrlo había que romper con el imaginario que culpaba a las empresas de la pobreza y la desigualdad, y el temor a la incertidumbre y al riesgo. Todas las políticas, además, debían contar con la dificultad que le suponía a la región su falta de liderazgo en los espacios globales donde se tomaban decisiones que beneficiaban a los países que realizaban mayores aportes.

Todo esto lo publicaron Krugman, Haas, Stiglitz o Holzman  en las revistas económicas más famosas del mundo durante el diseño y la implementación del estructuralismo. Sólo podemos confiar en que nuestros políticos tengan en sus despachos y en sus mesitas de noche los números más recientes. Los debatan, los contrasten, los nieguen si es necesario. Que para eso está la ciencia económica. Para adaptarse al cambio y reinventarse.

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