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La insoportable inconformidad del ser

Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la mentira.

Milán Kundera en La insoportable levedad del ser cuestiona ciertos asuntos de la vida humana relativos a la pareja, el sexo y el amor. No es una tarea fácil hacer esto sin caer en sentimentalismos ridículos o posturas rígidas, pero hasta donde sé, este checo lo logró.

No tengo idea de cómo son las cosas en República Checa en cuanto a presión social o cuáles consideran ellos que son los hitos que cualquier persona debe cumplir en su vida, pero supongo que la historia debe marchar más o menos igual que aquí en Latinoamérica. Después de todo, también son seres humanos los que habitan por allá.

Hace unas semanas, cuando escribí Miss Nobel, planteaba el cómo cambiar lo que se espera de la mujer latina, incluso propuse que en Navidad se regalasen más libros y menos Barbies para cambiar esta tendencia.

Después de eso, me encuentro con este comercial de Mattel, que pareciese contrariar lo que proponía. En la publicidad, que debo decir que me parece brillante, se muestra cómo las niñas exploran el mundo y lo que pueden hacer en él mediante el juego con muñecas. Esto no es una idea manipuladora de algún grupo de publicistas brillantes, en realidad es un principio psicológico: el juego es el vehículo en los niños mediante el cual se socializan y aprenden el cómo funciona su alrededor. A lo largo del comercial, proponen una figura femenina que va más allá de su rol en el hogar y de ser bonitas. Así que el problema no está necesariamente en las muñecas producidas por Mattel.

Por otra parte, Lupe Gehrenbeck exponía en uno de sus artículos la realidad del matrimonio forzado en la tierra del águila calva… ¿Será que esta presión es universal?

Podría parecer que son temas inconexos: matrimonios forzados en Estados Unidos, reinas de bellezas latinoamericanas, Barbies, premios Nobel de Literatura, pareja, sexo, amor, expectativas sociales… Pero analizados a fondo, confluyen en un mismo punto: Qué rol espera la sociedad que las mujeres desempeñemos y en qué momentos.

Parece que es una ley de vida que los otros nos cuestionen continuamente: ¿Cuándo te gradúas? ¿Cuándo te casas? ¿Cuándo tendrás hijos? ¿Cuándo cambias de trabajo? ¿No piensas rebajar?

Siempre habrá una o muchas personas inconformes con la vida del otro. Comprendo que la inconformidad es el motor humano que hace que progresemos, y que la conformidad absoluta es equivalente a la muerte, pero no es justo imponer los ideales de vida propios sobre el otro y tratar que haga las cosas en un tiempo que no necesariamente es el suyo.

Comprendo que la tía fastidiosa que pregunta sobre el futuro no tiene malas intenciones, pero la presión que genera puede ser innecesaria y nociva, al menos en líneas generales. No se trata sobre no preguntar sobre los planes a futuro, se trata de dejar que cada quien cumpla las metas que le apetezca en el momento que pueda. En resumidas cuentas, ese famoso “vivir y dejar vivir” que hemos escuchado desde siempre, y que cumplimos algunas veces. O nunca.

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