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La idea y su momento

En medio de la acelerada y agravada crisis económica en Venezuela que ya todos conocemos y a la que hasta nos hemos acostumbrado, el presidente Maduro hizo lo que cualquier otro presidente hubiera hecho. Después de evaluar la situación, la declaró crítica y urgente; luego, reorganizó su gabinete de ministros para enfrentarla. No obstante, la crisis para la que Maduro parece estar preparándose no es la económica y humanitaria que sufren los venezolanos cada día, sino la interna del partido. Para enfrentar esa crisis, Maduro reorganizó su gabinete con veintinueve ministros, un jefe de gobierno de la capital y un vicepresidente. En la composición de su equipo —podríamos especular— se encuentra la evidencia de los compromisos, favores y promesas políticas con las que debe cumplir para complacer a las distintas facciones del PSUV, incluido el poderoso grupo que ha desvalijado al que fuera uno de los países más ricos de la región. Por ejemplo, la vicepresidencia la tuvo que comprometer sacando a Jorge Arreaza y nombrando, en vez, a Aristóbulo Istúriz, mientras que Vladimir Padrino López se queda reafirmado y consolidado en el Ministerio de Defensa, convirtiéndose, quizá, en una figura que brilla con luz propia en el chavismo-madurismo, emulando posiblemente el poder político que llegó a tener Rafael Ramírez cuando el comandante eterno seguía siendo eterno. Si la crisis que consideramos es la interna del PSUV y no la humanitaria de Venezuela, la estrategia de Maduro no estuvo totalmente desacertada.

No olvidemos, sin embargo, que Maduro declaró la necesidad de un decreto de emergencia económica que, a juzgar por su falta de detalles, es posible que se quede en palabras vacías, como ha ocurrido con tantos gritos y epítetos emanados del presidente. Tal vez deberíamos recordarle al presidente que el volumen con el que se anuncie la solución a un problema no se correlaciona con la eficacia de la misma, particularmente, si esta carece de un plan adecuado. Pero en fin, volvamos a las ideas; los personeros del chavismo-madurismo, no sólo el presidente, han desarrollado la tendencia de pedirle a los venezolanos aceptar que conceptos como el de “revolución”, “chavismo” y “amor a Chávez” se coloquen por encima de sus necesidades más básicas. Resulta emblemático, por ejemplo, el dilema sugerido por el gobernador del estado Bolívar, Francisco Rangel Gómez. Dijo textualmente que así los venezolanos estuvieran pasando hambre, debían defender la “revolución” en las urnas [1]. La “revolución”, esa idea abstracta que ha significado tantas cosas, significó bolsas de comida durante la bonanza petrolera; y en 2016, sin bonanza, significa hambre.

En sentido similar, la idea de la manoseada “guerra económica”, defendida y racionalizada por el sociólogo y nuevo Ministro de Economía Productiva, Luis Salas Rodríguez. Una “guerra” que anula la existencia de la inflación y la escasez [2]. Los venezolanos deben entender, entonces, que la lucha contra esa “guerra” y su correlato de no comprar a “especuladores” es más importante que la lucha contra el hambre de sus familias, para cuyo desarrollo recorren ciudades enteras buscando al comerciante al que le alcanzó para comprar algún artículo que pueda destinar a la venta.

O, finalmente, la magia de la nueva Ministra de Salud, Luisana Melo, quien recientemente explicó que la escasez de medicinas, el déficit hospitalario y las deficiencias en el sistema de salud pública (o como ella los llama, “la lista de quejas”) no son prioridad para su despacho ministerial [3]. Quiere decir que la tarea principal de la nueva Ministro será el debate político conceptual destinado a lograr la organización en defensa del proceso revolucionario.

Pretender poner estas ideas carentes de fundamento por encima del hambre, la salud, la seguridad y el bolsillo de los venezolanos no es sólo una falta de respeto que evidencia el poco interés que el “gobierno del pueblo” tiene en el pueblo, sino la forma más rápida y eficaz de acelerar y profundizar la crisis económica y humanitaria del país.

Hace algunos días el presidente Maduro declaró que los partidos de la Unidad parecieron no entender lo que sucedió el 6 de diciembre, y se ha dedicado en los escasos días que llevamos de 2016 a atacar y pretender invalidar lo que los venezolanos decidieron mayoritaria y enfáticamente ese preciso día. Para explicarlo en un lenguaje que entiendan cabalmente Maduro, Diosdado y sus respectivos grupos: la idea del cambio, la del progreso y la de la libertad para todos los venezolanos sin distinción de preferencias políticas o ideológicas se materializó el 6 de diciembre, el día en que Venezuela cambió. Por más que los personeros de cuatro de los cinco poderes del Estado intenten deslegitimar la voluntad expresada por los venezolanos el 6D, no existe nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento. La idea llegó, el momento llegó, y el cambio en Venezuela es verdaderamente irreversible.


[1] Informe 21

[2] Fundayacucho

[3] Globovisión

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