Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Julio Portillo
Julio Portillo - ViceVersa Magazine

La generación del 58

Con el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958, en Venezuela los partidos políticos fundados en los años cuarenta del siglo XX, recobraron su actividad. Tres ellos, a saber, AD, URD y Copei, firman el Pacto de Punto Fijo  que le trajo beneficios a la estabilidad de la democracia en Venezuela.

En las filas de esas organizaciones políticas se alistaron jóvenes entusiasmados con el nuevo rumbo que tomaba el país.  A través de la internacional social demócrata y la democracia cristiana salieron a España, Chile, Italia, Suecia y Alemania dirigentes juveniles a formarse políticamente.

Otros por propia cuenta o becados por el Gobierno, las Universidades o Fundaciones Privadas, partieron a Francia, Estados Unidos, Italia, España y Bélgica para especializaciones en Ciencia Política, Derecho, Economía, Teología, Educación, Filosofía y Administración Pública. Sobre todo a Paris, capital cultural del mundo con su tumultuoso bagaje de pluralidad democrática.

Esta iniciativa se amplió en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez al crearse la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho que incorporó a cientos de jóvenes en diversas especializaciones que necesitaba Venezuela para acelerar su desarrollo.

Los que militaban en el Partido Comunista y el MIR, tomaron el camino equivocado de las guerrillas, inspirados en la mal llamada revolución cubana que resultó una tiranía de las que había padecido Latinoamérica y que le trajo a Cuba un desastre económico y social.

Al igual que la llamada Generación del 28, fue la del 58, una generación predestinada a gobernar Venezuela. Provenían fundamentalmente de la clase media. Tenían las alforjas llenas de ideales y proyectos. Completaron su formación política en institutos como el IFEDEC en Caracas, donde también se abrieron librerías especializadas, como aquella de la Esquina de Mijares, llamada “Nuevo Orden” dirigida por el inolvidable  e incansable bibliófilo Julio González.

Era la respuesta desde el mundo civil nacional a la velocidad de cambios que experimentaba el continente. El militarismo padecido por Venezuela en los siglos XIX y primeras décadas del siglo XX había atrasado el país.

En todo este trajín había un romanticismo, el ideal de tener una patria pujante, que ya contaba con el inmenso recurso de la renta petrolera. Esa juventud, además quería fortalecer el ideal aristotélico, completado siglos después por Montesquieu, de la separación de los poderes. Aspiración vejada y maltratada por los gobiernos de Chávez y Maduro, que han desmantelado institucionalmente la República.

Hubo fallas en materia de ética política, pero en modo alguno puede calificarse aquello de regla sino de excepción,  porque además se castigó un gobernante. Lo que si hubo también fue vacilaciones frente al golpismo de finales de siglo.

Vivimos hoy un nacionalismo autoritario, un gobierno de hipocresías y mentiras. Venezuela necesita un aliento vital, para reparar desgarraduras, fe democrática y su amor a la verdad.

Hey you,
¿nos brindas un café?