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La fiesta barroca en la periferia de Alexánder Sánchez

El barroco extendido por América nos dirige a la mano de sibilina de Sor Juana Inés y después al magnífico reflujo que apareció en Cuba con el prefijo neo. Sánchez (2021, Encino Ediciones) cuestiona la idea prestablecida de que la literatura de Costa Rica, provincia mitificada como pobre y olvidada, nació hacia finales del siglo XIX y se olvidó remontar las olas neoclásicas y barrocas, fundando un “tópico de los siglos coloniales como vacío literario”.

Hacia 1725 el trono español estrenaba a Luis I (no reinaría más de ocho meses) y en la ciudad de Cartago se celebraba con una naumaquia, una obra de Calderón de la Barca y una loa de la boca del gobernador Diego de la Haya (y no la conoceremos porque no se transcribió). Como era costumbre, se escribió una relación, es decir un informe para las autoridades reales, al respecto.

Cartago es descrito, en un informe que recoge Sánchez, como compuesto por “una iglesia, una ayuda de parroquia, un convento de San Francisco, dos ermitas y setenta casas hechas de adobe”. Es decir, apartado del centro neurálgico virreinal donde se escribió Primer sueño o habitaba Carlos de Sigüenza con su sangre gongorina. La obra de Calderón, Afectos de odio y amor, no se presentó en un teatro porque no existía.

El título consiste en dos volúmenes empacados en una caja como de DVD. En el más delgado viene la transcripción de la relación (que el autor desempolvó del Archivo Nacional) en tres formatos: el facsimilar, el paleográfico y la edición crítica. El otro, con un retrato peruano de Luis I a caballo, trae un ensayo de tranza larga donde Sánchez desmenuza con cuidado la relación. Su propuesta inicial es estudiarla como literatura y, sobre todo, creación barroca que denotará su estética, códigos, retórica clásica y teatralidad, sin ignorar que el texto en sí también tiene parentesco notarial.

La relación, como bien apunta el autor, tiene su forma de creación. Fuera de la lista de eventos relacionados a la fiesta, se inicia con un hecho milagroso. Se asegura que las campanas de la iglesia sonaron antes del desbordamiento del río Páez. Para Sánchez esto es un “mecanismo de legitimación del poder gracias al enlace que establece entre lo político y lo religioso(..) implicación simbólica como puente entre la esfera divina y la humana, y la salvación milagrosa de los habitantes enfatizan el carácter sagrado de la proclamación real y del ciclo festivo que la rodea”.

El ensayo está escrito con la erudición de quien puede hablar de comedia palatina, evidentia y de hipotiposis pero con la mesura de no convertirse en un texto académico o incomprensible. Es necesario escuchar su tesis. Nuestro Archivo Nacional debe estar empantanado de manuscritos que nadie se ha interesado en leer desde hace dos siglos.

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